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José María Rotellar

Sánchez y su populismo nocivo para la economía

El presidente es responsable tanto de la subida de precios en el corto plazo, por incremento de gasto, como por la limitación a la que obliga al BCE para corregirla

La economía no deja de dar muestras de empeoramiento y el presidente Sánchez no hace nada para corregir ese rumbo, sino que intensifica, con sus políticas, los desequilibrios. No acepta ni una sola crítica y mucho menos se la hace a sí mismo, pues sostiene que su gestión es la adecuada y se lamenta de que le haya tocado gobernar en tiempos de una pandemia, una erupción volcánica y una guerra en Europa. Sin duda, son elementos negativos, pero el deterioro de la economía española venía de mucho antes y, además, tanto la pandemia como la guerra –la erupción sólo afecta a España– han sido mucho peor gestionados en nuestro país. Este hecho provoca que vayamos a ser los últimos que recuperemos el nivel de actividad económica real previo a la pandemia y que vayamos a hacerlo, además, con un gran desequilibrio en nuestra economía, especialmente en las cuentas públicas.

Por eso ataca a quienes lo critican, llamándoles curanderos, arrogándose él un papel como especialista. Enrocado de nuevo en los datos macro, que ya no le sirven tanto, pues se deterioran por momentos, insistió en que la inflación es el único mal que padecemos y que es falso que el Gobierno tenga responsabilidad alguna en su crecida.

Sánchez ataca quienes lo critican, a los que llamó curanderos, arrogándose él un papel como especialista

No es que la pandemia haya hecho que los españoles consuman más energía o alimentos, como ha llegado a decir Sánchez, sino que el desmedido gasto del Gobierno, que provoca una abultada deuda de cerca del 120 % del PIB, pone freno a las medidas que el Banco Central Europeo tendría que adoptar en política monetaria para frenar la inflación. Porque los desequilibrios generados por el Gobierno en la deuda española ponen en peligro su sostenibilidad a través del incremento de la prima de riesgo que aparece ante la retirada de las compras del BCE.

Por tanto, es obvio que Sánchez es responsable, por su gestión, tanto de la subida de precios en el corto plazo, por incremento de gasto, como por la limitación a la que obliga al BCE para corregirla, por la abultada deuda que ha generado con sus políticas fiscales expansivas. De la misma manera, su obcecación en no emplear la energía nuclear ni el fracking para, al menos, contar con ellas en una transición energética, hace que España sufra, de manera muy pronunciada, el alza de los precios de la energía. Un encarecimiento que merma el poder adquisitivo de los hogares y resta competitividad a las empresas, disminuyendo sus ventas, que acabará en menos actividad y menos empleo.

Y tras la negación de la realidad, que perjudica a la economía, llegan sus propuestas populistas, que la perjudican todavía más. En primer lugar, dice claramente que no apostará por la energía nuclear, envuelto en demagogia. Prefiere imponer ese dogma absurdo y atrasado, en lugar de reconocer que la energía es limpia y que abarataría el recibo de la luz de familias y empresas, a los que empobrece con su decisión.

España necesita una política económica ortodoxa, todo lo contrario de lo ofrece Sánchez, que es un populismo absurdo

Como gran herramienta para combatir la inflación, aumenta la subvención de los abonos de Renfe al 100 % y da un cheque de 100 euros a los estudiantes. Para contentar, además, a la parte más izquierdista de sus socios, impone un impuesto extraordinario a las compañías eléctricas y otro tributo a los bancos, con el argumento de que se benefician de la subida de tipos de interés. Lo único que logrará con ello son tres cosas: la primera, hundir los mercados, cosa que consiguió en pocos minutos, causando un quebranto para el propio Estado, ya que en una hora perdió valor su participación en Caixabank a través delo FROB en más de 340 millones de euros. En segundo lugar, dichos impuestos serán repercutidos a los clientes, con lo que el único beneficiario será el Gobierno, hasta que paralice más la actividad por esta política errónea. Por último, con el incremento de subvenciones indiscriminadas, sólo aumentará gasto, déficit y deuda sin conseguir paliar la pérdida de poder adquisitivo.

Sánchez carece de política económica; va de parche en parche, sin rumbo, con el único objetivo de prolongar su permanencia en el poder. Su fracasada política energética, su inexistente política económica, sólo basada en un gasto creciente y en la asfixia a los ciudadanos a través de la recaudación extra que obtiene por la inflación, al no deflactar.

España necesita una política económica ortodoxa, todo lo contrario a lo que ofrece Sánchez, que es un populismo absurdo, que perjudicará mucho más a la economía española de lo que ha venido haciéndolo su gestión. Queda un año y medio de legislatura y Sánchez puede hacer mucho daño a la economía y al empleo, ya que es muy probable que estas medidas populistas y de incremento de gasto sean sólo las primeras de muchas que puede adoptar para tratar de remontar electoralmente.