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José María Rotellar

Un horizonte económico preocupante para el otoño

Es de esperar que la temporada de verano aporte un pequeño repunte, pero no tan intenso como debería ser para avanzar decididamente hacia la prosperidad

Cada vez, la economía se frena más. Así, nos encontramos en un momento económico lleno de dificultades, al coincidir muchas perturbaciones que limitan el crecimiento y ponen en riesgo la recuperación tras la caída de las medidas derivadas de la pandemia y, con ello, el empleo.

Desgraciadamente, tras la pandemia, nuevas eventualidades, en forma de importantes turbulencias económicas llegaron hace unos meses: una escasez de oferta por problemas en la producción; un atasco de los suministros y unos precios energéticos disparados, derivado del incremento de la demanda, pero, sobre todo, de la reducción de la oferta por prescindir de unas fuentes de energía sin haber encontrado otras que las sustituyan y sean abundantes, eficientes y asequibles.

Adicionalmente, la invasión de Ucrania y la guerra que se ha desatado contribuyen a tensar los precios, debido a que, por un lado, Ucrania es uno de los abastecedores de cereal para el resto del mundo y, por otra parte, gran parte de Europa es energéticamente dependiente del gas ruso, debido a la equivocada política energética europea antes citada.

Por otra parte, el empecinamiento de China en erradicar el coronavirus de su país, limita la producción allí y hace resentirse a toda la economía mundial, a través de las transacciones y suministros, y eso tensa, aún más, los cuellos de botella.

Todo ello está llevando la inflación a niveles no vistos hace entre treinta o cuarenta años, con una pérdida importante de poder adquisitivo por parte de los agentes económicos y una disminución de la competitividad de las empresas. Ese incremento de los precios que no sucedía desde hace tantas décadas, se ha producido en Estados Unidos, en Europa y, de manera muy acusada, en España, tras la década de política monetaria heterodoxa que hemos vivido. Además, ha coincidido con un gasto expansivo desde hace también muchos años -que ha dejado una enorme deuda- y una ausencia de reformas estructurales que eran necesarias para que la economía pudiese prosperar.

¿Qué nos espera de cara al otoño? Un horizonte muy difícil, sumamente adverso: la economía estadounidense cayó un 1,4 % trimestral anualizado en el primer trimestre de 2022 y un 0,9% en el segundo trimestre de 2022; la economía china se ralentiza; lo mismo sucede con la de la Unión Europea; y la española se va quedando casi plana, sin capacidad de reacción, aunque es de esperar que la temporada de verano aporte un pequeño repunte, pero no tan intenso como debería ser para avanzar decididamente hacia la prosperidad, tal y como ya han apuntado tanto la caída en la creación de empresas como la destrucción de empleo en julio -primera ocasión de toda la serie en dicho mes-.

Junto a ello, para combatir la inflación -cosa necesaria, pues, si no, su efecto será muy nocivo para la economía- los bancos centrales han comenzado a aplicar una política monetaria restrictiva y a drenar, así, liquidez, con lo que ello implica: una subida de los tipos de interés, que ya han comenzado, con intensidad por parte de la Reserva Federal y del Banco de Inglaterra, a los que se ha unido ahora el Banco Central, que debido a su retraso la ha intensificado con 50 puntos básicos. Y todas estas subidas no quedarán ahí.

Ello provocará un encarecimiento de la financiación, tanto de empresas como de familias, con especial intensidad en las que, de estas últimas, tienen una hipoteca a tipo variable. Eso hará que tengan que destinar más recursos para el pago de sus hipotecas y menos para el consumo. Al consumir menos, las empresas tendrán que disminuir su producción. Al disminuir su producción, necesitarán a menos trabajadores, aumentando el paro. Y con el aumento del paro, aumentará el gasto y caerán los ingresos.

Todo ese conjunto de datos dibuja un escenario económico internacional (y, por su impacto en cada economía, también nacional) muy incierto y preocupante, en el que todas las instituciones que realizan previsiones económicas están rebajando las mismas para 2023, en especial las de España. Hay que volver urgentemente a la ortodoxia económica, tanto fiscal como monetaria, o las consecuencias económicas pueden ser muy graves, sobre todo, en España, debido a sus importantes desequilibrios estructurales acentuados en los últimos años por la equivocada política económica del Gobierno, que ahora sigue gastando todavía más y negándose a deflactar el IRPF y bajar impuestos para ayudar a los ciudadanos, pese a que se está aprovechando de la inflación y de la asfixia que provoca en los estos últimos vía impuestos.

Vamos hacia un otoño económico que se presenta muy difícil, y que hacia finales de octubre puede comenzar a empeorar de manera más clara, mientras contamos con un Gobierno que no tiene capacidad para enderezar la situación, como se ve con cada medida que toma, que sólo empeora el panorama económico.

  • José María Rotellar es profesor de la Universidad Francisco de Vitoria.