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Javier escribano

Yolanda Díaz y el timo de la subida del SMI

Pediría al presidente, a las tres vicepresidentas, a los 19 ministros, a los 31 secretarios de estado y a los 750 altos cargos que piensen medidas eficaces para combatir la inflación y ayudar a los trabajadores y las familias

Actualizada 04:18

En vista de los difíciles meses que tenemos por delante, con unas expectativas económicas nada halagüeñas que ya reconocen hasta en el gobierno, uno esperaría un cambio de rumbo y una avalancha de propuestas por parte del presidente, las 3 vicepresidentas, los 19 ministros, los 31 secretarios de estado y los 750 altos cargos, que fueran más allá de quitarse la corbata a tiempo fijo-discontinuo, como hace el presidente, o de hacer unos bolos para vender el último eslogan creado en la factoría de Moncloa: «el gobierno de la gente».

Ya les aviso, hay riesgo de que les corran a gorrazos. Entre otras cosas, porque la gente ya ha podido ver su factura de la luz del mes de julio, totalmente disparada y con un nuevo epígrafe llamado «Mecanismo de Ajuste del RD10/2022» que fue el penúltimo invento de este «gobierno de la gente» y que ha incrementado entre un 25 % y un 33 % una factura eléctrica que llega a triplicar la de hace un año.

Como digo, tenía la esperanza de ver algo diferente, pero no ha sido así. El gobierno ha arrancado el nuevo curso exactamente igual que lo acabó en julio: con la mitad de los ministros turnándose para insultar a Feijóo -en eso hay que reconocerles una férrea disciplina de partido- y con la otra mitad sin saber a qué dedican el tiempo libre -y casi mejor, porque por lo menos no rompen nada-.

La única que, al hilo de los últimos datos de empleo, ha necesitado distraer la atención y mover el foco para que se hable de otra cosa, ha sido la vicepresidenta Yolanda Díaz, que se ha desmarcado pidiendo a los sindicatos que salgan de su letargo y preparen movilizaciones, no contra ella sino contra las malvadas empresas, que en España son -en un 99 %- pymes y autónomos.

A la vicepresidenta segunda siempre se le ha dado mejor dividir que sumar, y diciendo con ese tono y cadencia de Barrio Sésamo “sin ninguna duda, vamos a subir el salario mínimo y lo vamos a hacer más que nunca, porque estamos en una situación de absoluta excepcionalidad política" solo pretende desviar la atención y escorar su proyecto político a la extrema izquierda, aunque sea a costa de empobrecer aún más a los trabajadores menos cualificados y con menos ingresos. Sólo un dato, para quienes piensan que el SMI puede subir sin límite si se tiene la voluntad de hacerlo, y con el fin de que no se quede corta la vicepresidenta en su reclamación, recordaré que Nicolás Maduro subió un 1.700 % el Salario Mínimo de Venezuela en marzo de este año. El resultado es de sobra conocido.

Que conste en acta -para que tome nota nuestro querido director Bieito Rubido- que yo también estoy a favor de que suban los salarios, el SMI y el salario de todos los trabajadores, pero siempre sujeto a 2 condiciones: la primera, que esa subida no ponga en riesgo mi propio empleo o el de mis compañeros; y la segunda, que esa subida sea acorde a la situación económica real de la empresa para no poner en riesgo su propia viabilidad.

Pongo un ejemplo imaginario sencillo al lector. Pensemos en una fábrica que tiene unas ventas e ingresos que permiten mantener 10 puestos de trabajo; si los salarios suben un 10 % sin que aumenten las ventas o los ingresos en la misma proporción, el empresario se verá obligado a despedir a un trabajador para mantener el resultado de la fábrica. Si no pudiera prescindir de ninguno de los puestos de trabajo ni repercutir en el precio la subida del 10 % de los salarios, la empresa podría incurrir en pérdidas y ser inviable, acabando la subida de salarios con la fábrica cerrada y con los 10 empleados despedidos.

Para evitar que sucedan casos como el del ejemplo anterior, el Estatuto de los Trabajadores prevé, en su artículo 27.1, que la subida del salario mínimo interprofesional, tenga en cuenta los siguientes 4 factores:

1. El índice de precios de consumo.

La inflación lleva 3 meses consecutivos por encima del 10 %, está en máximos de 40 años, cebándose especialmente con las rentas más bajas, por lo que la tentación es subir el SMI un 10 % para compensar la inflación a los trabajadores. Pero esta no es la mejor forma de hacerlo; de hecho, el mayor beneficiario de esta subida -pagada íntegramente por las empresas- es el Estado, de ahí lo que he llamado el timo de la subida del SMI.

Subir el SMI de 1.000 € mensuales (recordemos que en 14 pagas) a 1.100 € supone:

• para la empresa, un aumento de costes de 132 euros mensuales, 1.848 al año;

• para el trabajador, una subida neta de 51 euros mensuales, esto es, no cubre ni el 50 % de la inflación, 707 euros al año;

• para el Estado, supone aumentar la recaudación en 1.141 euros al año, 604 € por las retenciones del IRPF y 537 por las cotizaciones a la Seguridad Social.

En otras palabras, el 62 % del coste que tienen que asumir las empresas para subir el SMI se lo queda el Estado, y sólo el 38 % restante los trabajadores, por lo que no les sirve para compensarle ni la mitad de la inflación actual.

2. La productividad media nacional alcanzada.

La productividad por hora efectivamente trabajada cayó en 2020, se recuperó en 2021 y se mantiene relativamente estable en lo que llevamos de 2022, por lo que no justifica una subida del 10 % en el SMI, ya que -si no se puede trasladar a los precios- nos situaría en un caso como el que hemos puesto de ejemplo en este artículo, provocando una pérdida de empleo.

3. El incremento de la participación del trabajo en la renta nacional.

El objetivo de este factor es mantener un reparto equilibrado de la tarta (la renta nacional) entre los factores que contribuyen a crearla (de forma muy simplificada, el trabajo y el capital).

Como vemos en el cuadro adjunto, la participación del trabajo en la renta nacional está prácticamente al mismo nivel que en 2019, antes de la pandemia, en torno al 55,5 %, por lo que este factor tampoco justifica una subida del 10 %.

4. La coyuntura económica general.

En este punto, sobran las palabras. Somos el único país europeo que no ha recuperado el nivel de PIB previo a la pandemia y probablemente no lo hagamos hasta 2024.

La última previsión de crecimiento del PIB para 2023 realizada por el Gobierno es del 2,7 %, aunque BBVA no descarta que entremos en recesión técnica con 2 trimestres consecutivos negativos (4T22 y 1T23).

El mercado laboral ya ha dado síntomas de debilidad, con destrucción de empleo en un mes de julio por primera vez desde que hay registros, y de aquí a final de años serán meses malos.

En definitiva, 3 de los 4 criterios que el propio Estatuto de los Trabajadores establece que hay que considerar para incrementar el SMI no justifican una subida de la cuantía que defienden la ministra y los sindicatos por lo que, de llevarse a cabo, afectarán negativamente al empleo menos cualificado o, peor aún, a la viabilidad de miles de pymes.

Y para compensar el único factor que podría justificar una subida del SMI, la inflación de dos dígitos es una medida ineficiente porque dos tercios del coste que tienen que asumir las empresas se lo queda directamente el Estado (cuotas a la Seguridad Social e IRPF), mientras que la parte neta que le llega al trabajador (un tercio) no permite compensar ni la mitad del IPC.

Como conclusión, pediría al presidente, a las 3 vicepresidentas, a los 19 ministros, a los 31 secretarios de estado y a los 750 altos cargos que piensen medidas eficaces para combatir la inflación y ayudar a los trabajadores y las familias. Como hemos visto, una subida del SMI en el contexto actual sólo serviría para esquilmar aún más a los autónomos y pymes, subiéndole los costes por empleado en 1.848 euros adicionales, y para engordar unas arcas públicas cuya recaudación está batiendo récords gracias a la inflación. El timo de la subida del SMI.

  • Javier Escribano es economista

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