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José Manuel Cansino

El lápiz y Georgia. Las expectativas de la libertad

Sesenta y cuatro años median entre la publicación del ensayo de Leonard E. Read Yo, El lápiz y la intervención de la política italiana Giorgia Meloni en un acto electoral celebrado en Marbella junto a Macarena Olona. Unas letras y unas palabras con dos visiones muy diferentes sobre la globalización económica.

Yo, El lápiz es un imaginario diálogo reflexivo de un lápiz de grafito que se pregunta por su árbol genealógico. La confección de este árbol genealógico imaginario a lo largo del relato le permite identificar todas las fases de su proceso productivo, los países y lugares donde se desarrolla, las personas que intervienen y las transacciones comerciales que tienen lugar hasta que alguien lo compra y usa para escribir. En resumidas cuentas, el árbol genealógico del lápiz es su cadena de valor que se reparte hasta en cinco países diferentes -EE.UU., Sri Lanka (Ceylan), Méjico, las Antillas Holandesas e Italia-.

El relato de Read es un ejemplo de la narrativa que sirvió de base al más reciente proceso de globalización económica desarrollado entre la segunda mitad del siglo XX y el cierre de la actividad económica a causa de la pandemia de la COVID 19. Yo, El lápiz ayuda a entender cómo surgen órdenes espontáneas entre los seres humanos capaces de hacer cooperar a todos los que intervienen en la cadena de valor del lápiz hasta que alguien lo compra. Miles de órdenes que no necesitan a ningún ente planificador pero sí de la protección de los derechos de propiedad y del adecuado funcionamiento de los mercados, a veces muy lejanos geográficamente.

Precisamente el correcto funcionamiento de los mercados garantiza (aunque Read no lo mencione) la formación de los todos los precios (desde el de las materias primas hasta el precio del lápiz) y también que los precios actúen a la vez como señales e incentivos para los que buscan trabajo y para los que persiguen obtener un beneficio en alguno de los eslabones de la cadena. Por último, cuanto mayor sea el tamaño del mercado más fácil es encontrar a los mejores eslabones de la cadena. En esto se fundamenta la justificación liberal de la globalización económica y para su buen funcionamiento casi toda regulación resulta perjudicial. Curiosamente relato de Leonard E. Read se publicó el mismo año -1958- que el influyente artículo de Francis Bator, «la anatomía del fallo del mercado», un artículo científico que acabó siendo uno de los pilares de las modernas políticas de regulación de los mercados.

Meloni impugna el discurso de Yo, El lápiz. Toma como ejemplo el problema de la dependencia energética de Europa frente al gas ruso y advierte de que la transición a un modelo basado radicalmente en energías renovables supone pasar de estar en manos de las autocracias que controlan los combustibles fósiles (no sólo el gas sino también el petróleo) a estar en manos de China. La política italiana no señala a este país gratuitamente. Basta con estudiar los propios informes de la Comisión Europea en los que se advierte de que la mayor concentración de yacimientos de los materiales necesarios para el desarrollo de las tecnologías renovables está en territorio del gigante asiático. Un ejemplo de estos documentos es el «Study on the EU's list of Critical Raw Materials» publicado en septiembre de 2020.

Aquí es donde debuta otro gran conflicto argumental entre la visión liberal en la línea de Read y Friedman y la denuncia de Meloni. El conflicto estriba en el camino al que conduce la relación entre libertad económica y democracia política y es que uno de los vectores de difusión del liberalismo económico es que ésta manera de organizar «espontáneamente» la actividad económica conduciría a sistemas democráticos. Globalización y democratización mundial irían de la mano. No ha sido así. Desde luego no en los casos de Rusia y de China pero tampoco en los de otras naciones que protagonizan parte de la actividad económica mundial manteniendo niveles de calidad democráticas mínimos.

El discurso liberal ha marcado el proceso de desarme arancelario de las últimas décadas; primero en el marco de las rondas de negociación del GATT y ahora en el seno de la Organización Mundial del Comercio. La misma visión de las cosas favoreció los procesos de deslocalización internacional de las corporaciones multinacionales. Desde luego sus partidarios –al menos los que lo han defendido desde la honestidad científica– estaban convencidos de que la deslocalización industrial de las cadenas de valor lograría las mismas bondades descritas en el árbol genealógico del lápiz. Pero el modelo por el que el Occidente económico (no el geográfico) decidió concentrar en Asia la mayor parte de la producción industrial para desde allí abastecer a todo el mundo ni condujo a una expansión mundial de los sistemas democráticos ni ahora garantiza el abastecimiento mundial.

En los años setenta del siglo pasado China decidió abrirse al comercio mundial. No muy distante en el tiempo Alemania decidió anclar su abastecimiento gasístico al suministro de la compañía rusa Gazprom. Pero ni las grandes corporaciones chinas que operan en el mundo con el capital público de la –de momento– segunda potencia económica mundial ni la compañía gasística rusa actúan en el comercio internacional con las reglas de la empresa propietaria del aserradero de California que abastecía de madera de cedro para fabricar el lápiz del relato de Read. Por poner algún ejemplo más, Gazprom o China International Trust Investment Corporation –CITIC– son grandes corporaciones que intervienen en el comercio mundial con un poder marcadamente diferente al de la empresa de Faber Castell que terminaba de ensamblar el lápiz del relato de Read y lo ponía a disposición de sus clientes.

Tanto la Unión Europea como otras potencias económicas mundiales ahora conocen la debilidad de las grandes cadenas de valor. La neo lengua ha dado cabida a nuevos términos como el «reshoring» o el «nearshoring», con los que occidente pretende minimizar disrupciones en las cadenas de aprovisionamiento pero que no son otra cosa que eufemismos para referirse a la necesidad de recuperar soberanías como la tecnológica, la energética, la sanitaria o la industrial. Junto a esto la Unión Europea está lista para poner en marcha en mecanismo de ajuste en frontera del carbono, algo que no deja de ser una medida protectora frente a la importaciones procedentes de países que gravan suavemente las emisiones de gases contaminantes. Los nuevos términos y las nuevas medidas de regulación forman parte de una narrativa que respalda la visión económica de Giorgia Meloni y otras fuerzas políticas europeas. Muy diferentes al enfoque de Yo, El lápiz. Seguramente nadie lo dirá abiertamente, pero es así.