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Daniel Lacalle

El economista Daniel Lacalle

Visiones sobre la crisis energética (I)

Daniel Lacalle: «La luz en Europa no es cara por casualidad, sino por diseño político. La tarifa es una máquina de recaudar impuestos»

Este economista habla de los problemas graves de la política energética europea y española y explica cómo piensa que pueden resolverse

Uno de los terrenos que más domina Daniel Lacalle como analista económico es el relacionado con la energía. No en vano empezó a trabajar en Repsol tras licenciarse en Económicas en la Universidad Complutense de Madrid. Sus conocimientos, experiencia y contactos en este campo han ido ampliándose con el paso del tiempo. Bajo esta perspectiva aprovechamos para preguntarle sobre el complejo panorama actual en el sector de la energía.

–¿Cómo ve la situación de la energía en Europa?

–La política europea en energía ha olvidado la seguridad de suministro y la competitividad por una planificación ideológica que ha llevado a un mix energético volátil, intermitente y de difícil planificación. Europa ha perdido más de 45TWh (tera-vatios hora) de producción estable, limpia y continua desde 2009 eliminando nuclear y limitando la hidráulica y depende más del carbón y gas en periodos de alta demanda. En las épocas de gas barato se rechazó invertir en seguridad de suministro y diversificación y ahora nos encontramos con el problema. Es un sistema fallido e intervenido, donde más del 75 % de los costes son regulados por los gobiernos e impuestos que se imponen al mix de generación.

–¿Qué medidas piensa que habría que tomar en España?

–Facilitar un mix energético equilibrado y eliminar cargas e impuestos. Instalar renovables es necesario, pero, al ser intermitentes, la dependencia de energías fósiles se dispara en periodos de alta demanda y debemos tener tecnologías de base y respaldo suficiente. Prolongar la vida de las nucleares, desatascar la burocracia en renovables, eliminar el riesgo regulatorio constante y fortalecer el sistema de energía hidráulica es clave. Es alucinante que se hable de la destrucción de embalses.

–¿Y Argelia?

–Por supuesto, hay que reconducir las relaciones diplomáticas con Argelia. Una de las razones por las que España ha pasado a importar masivamente gas de Rusia ha sido la decisión del Gobierno de crear un conflicto diplomático con un suministrador que ha sido absolutamente fiable durante décadas.

–¿Qué más estima que habría que hacer?

–Sacar de la tarifa costes regulados y cargas que no tienen nada que ver con el consumo energético y reducir los impuestos encadenados. El estado va a recaudar unos 11.000 millones de euros de la tarifa en 2022. Hay que utilizar todos los ingresos extraordinarios que recibe el Estado por la venta de permisos de emisión de CO2, un impuesto encubierto, para reducir la factura. Hay que desatascar los frenos burocráticos a las renovables. Pero no se va a tomar ninguna de estas medidas. Parece que los países tienen que elegir entre el modelo alemán y el francés, y los dos han fracasado. En el caso de Alemania, al depender mucho más del gas ruso, un tercio de su producción es carbón y lignito, y en el caso de Francia ha llevado al borde de la quiebra a su empresa pública.

Las medidas que está proponiendo la Unión Europea parten de que estamos ante un problema de corto plazo, y no es así. Hay quien piensa que todo se soluciona instalando más renovables, pero no elimina la dependencia de gas. Perder producción estable y de base y aumentar capacidad intermitente exigirá mucho más coste y, sobre todo, aumenta la dependencia de energías fósiles en periodos de baja eólica y solar, que suelen coincidir con mayor precio y demanda de gas. Las renovables son esenciales, pero funcionan el 30 % del tiempo, instales 20 o 2000. Necesitan respaldo estable. El aumento de energía estable subiendo el porcentaje de renovables al 45 % del mix no llega al 10 %, y no tenemos en cuenta el coste en redes.

–¿Qué le parece que se haya desestimado la prolongación del MidCat para llevar gas al norte de Europa? ¿Es una falta de solidaridad de Francia como se dice?

–Francia está defendiendo sus intereses, pero MidCat no resuelve mucho. Aumenta interconexión con Francia, pero no soluciona los nudos que conectan con Alemania y Holanda. Y hablamos de 17 bcm (billion cubic metres, kilómetros cúbicos de gas natural) de capacidad en una UE que importa 150 bcm anuales de Rusia. Muy poco. Fortalecer la red capilar del noreste y noreste sería caro y lo pagaría Francia. Tampoco es una alternativa inmediata el hidrógeno verde. La gente piensa que la red e instalaciones de gas natural pueden pasar a usar hidrógeno verde inmediatamente y sin problemas, y no es así.

Para Francia es una ventaja que la excepción ibérica se mantenga como está: los consumidores españoles les estamos pagando unos 80 millones de euros mensuales.

En el caso de Italia, las alianzas de largo plazo y su red hacen mucho más factible su solución que la española. En cualquier caso, ni aumentar renovables ni la interconexión MidCat elimina la dependencia del gas ruso.

–También se ha planteado un gasoducto subterráneo entre Barcelona y Livorno. ¿Arreglaría algo?

–Tardaría en construirse, es caro y no es fácil. Lo más eficiente sería que hubiera dos redes de sur a norte, una vía España y Francia y otra vía Italia. Si construyes un gasoducto de Barcelona a Italia y de Italia no llega a Holanda ni Alemania, ya me dirás.

–¿Qué solución ve para Europa?

–Lo que se ha destruido durante años no se corrige en meses. La Unión Europea se ha disparado en el pie con la política energética. Ha prohibido el desarrollo de gas no convencional, está cerrando nucleares mientras el resto del mundo invierte o prolonga la vida de las existentes, pone trabas a la inversión en redes y ahora añade riesgo regulatorio a las renovables… Europa lanzó un órdago sin cartas con el gas ruso. Anunció un posible embargo total cuando no había ninguna alternativa a los 150 bcm anuales que consume la Unión Europea de Rusia. Y Putin lo ha visto. Si mañana instalan mucha más solar y eólica, el problema va a ser el mismo: la pérdida de producción estable, porque solo funcionan una parte del tiempo. Y una red europea de baterías es inviable económicamente e imposible hoy, además de depender 100 % de China. Las renovables no son alternativa a generación estable y permanente, pero son una parte esencial en un mix con respaldo suficiente.

–No hay alternativa entonces al gas ruso.

–La alternativa al gas de un suministrador es tener mucha más diversificación y competencia de suministradores, más tecnologías y producción propia, no limitar e intervenir. Sorprende que Alemania, ante la evidencia de corte de suministro de gas, no haya querido reactivar sus tres reactores nucleares, sino ponerlos en «espera».

El sistema europeo está intervenido desde el poder político y lo que se propone hoy es pasar de depender de Rusia en gas a seguir dependiendo del gas ruso o estadounidense y además depender de China en tierras raras, litio, etc...

–¿Qué solución habría entonces para la política energética europea?

–Que la Unión Europea recondujera su política energética actual, donde el 75 % de los costes de una tarifa en un país como Alemania son impuestos y cargas reguladas. Eliminar el impuesto encubierto de derechos de emisión de CO2 mientras dure la crisis energética. España recauda más de 2.000 millones de euros anuales con él; la UE, más de 20.000. Extender la vida de las nucleares y facilitar la inversión en energías autóctonas con un marco regulatorio predecible y estable.

Hoy Europa es el mayor importador de gas natural de Estados Unidos producido con técnica de «fracking», pero en nuestro continente el fracking está prohibido. Es delirante. Se dice que se apuesta por las renovables cuando se prohibe la minería de litio y se hace inviable la producción de acero. ¿Con qué las van a construir? Además, hay un riesgo regulatorio constante que afecta a las renovables también.

–¿Cuánto tiempo puede costar revertir esta situación?

–Mucho, pero podría reducirse el riesgo de repetir lo que está pasando hoy con Rusia y que ocurra en unos años con China o con otro. No existe la independencia energética. Los problemas con un suministrador solo se mitigan con más cooperación, comercio y diversificación.

–En España sigue habiendo cuestiones que no se sabe muy bien por qué no se cambian, como la fijación del precio de la tarifa regulada en relación con el precio mayorista diario, causa de que se disparen los precios.

–Así es. España es el único país de Europa que lo hace así. Los demás lo relacionan con el mercado de futuros. Pero no podemos olvidar que la luz en Europa no es cara por casualidad, sino por diseño político. La tarifa es una máquina de recaudar impuestos. Seguir interviniendo va a llevar a mayores costes seguro.

–¿Por dónde cree que va a evolucionar la situación?

–Parece que la Comisión Europea quiere redoblar la apuesta sin rectificar los errores y algunos pretenden introducir mecanismos de intervención fracasados como el déficit de tarifa o el mal llamado marco regulatorio estable que dejó apagones, deuda y falta de inversión. Europa tuvo la oportunidad de hacer una transición energética competitiva que fuera un ejemplo para el mundo y se ha convertido en un ejemplo de qué no hacer. La solución no es racionar el consumo y hacer el mix más volátil aún. La solución es contar con todas las tecnologías, dejar que las empresas inviertan en seguridad de suministro sin trabas y limitar la intervención gubernamental.

¿Más renovables? Sí, pero dentro de un mix equilibrado. Cuando dicen como únicas medidas que van a cercenar libertades y aumentar el objetivo de renovables al 45 % en 2030, China se frota las manos, ya que dependeremos de sus materias primas mientras le compran gas barato a Rusia.

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