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Diego Barceló

Energía: las propuestas de la Comisión Europea serán contraproducentes

Se daña la seguridad jurídica y se hace imposible el análisis de cualquier proyecto de inversión

La «intervención de emergencia» en el mercado energético que anticipó Ursula von der Leyen era lo mismo de siempre: nuevos impuestos e intervenciones masivas en los quehaceres privados. Todo para que parezca que la Comisión Europea «hace algo» frente a una crisis que, en gran medida, se debe a sus errores en política energética (demonización de la nuclear y del carbón) y exterior (no haber previsto cómo mantener a Putin «bajo control» mientras se lo convertía en el principal proveedor de gas y petróleo).

Vía socialista

El marco general, más preocupante, es que la Comisión Europea optó por la vía socialista, pese a que la señora von der Leyen pertenece al partido que en su día lideró Konrad Adenauer (no quiero imaginar hasta dónde habría llegado si fuera socialdemócrata). Más en lo inmediato, creo que las medidas propuestas serán contraproducentes.

La cuestión urgente es el precio del petróleo y del gas. El barril Brent ahora ronda los USD 90, tras haber llegado a USD 120 en junio; en agosto de 2021 su precio era de USD 70. En cuanto al gas en el mercado holandés, el contrato futuro que vence en octubre próximo tiene actualmente un precio de más de USD 210 por MMBTU (millón de unidades termales británicas); en agosto último casi llega a USD 350, mientras que en agosto de 2021 solo costaba USD 27. A esos incrementos hay que sumarles la depreciación del 15 % del euro frente al dólar, «cortesía» de las políticas inflacionistas del BCE.

¿Por qué la guerra de Ucrania disparó los precios de la energía? Porque para «castigar» a Rusia, Europa decidió dejar de comprarle gas y petróleo. Un boicot a un país de producción marginal pasaría inadvertido. Pero cuando el boicot es contra el segundo productor mundial (17 % de la producción mundial de gas y 14 % de la de petróleo), la caída de la oferta en el mercado es tan inmensa que el precio se dispara.

Rusia

¿Se está «castigando» a Rusia? Es dudoso. En el caso del gas, es claro que el aumento del precio más que compensa la caída del volumen: ahora Rusia ingresa más dólares vendiendo menos metros cúbicos de gas que antes de ser «castigada». Para castigar realmente a Rusia, y resolver la carestía de la energía que castiga a nuestras familias y empresas, habría que lograr que los precios del gas y el petróleo bajaran. Eso solo se logra aumentando la oferta.

Para eso habría que volver a comprar gas y petróleo ruso, y levantar las prohibiciones que hay para explorar el gas que hay en Europa (por ejemplo, en Asturias y Burgos). Al mismo tiempo, alentar fuentes de energía alternativas que estarían disponibles rápidamente: volver a usar las centrales nucleares y de carbón que están cerradas por capricho. Nada de esto impide continuar desarrollando energías renovables.

La Comisión Europea pretende reducir el precio recortando la demanda. Por eso propone reducir el consumo de energía en 2023 un 10 %. Y para que la gente no estalle de ira, se confiscará una parte de los beneficios a las empresas energéticas (ganancias que surgen de las propias regulaciones europeas) para usar una parte de ese dinero en rebajar un poco la factura. En lugar de alentar a las empresas a que reinviertan esos beneficios para aumentar su capacidad de producción, se daña la seguridad jurídica y se hace imposible el análisis de cualquier proyecto de inversión, porque siempre estará la amenaza de otro impuesto.

Euroburócratas

En vez de repensar unas sanciones mal concebidas, se duplica la apuesta, forzando una «transición energética» que no resolverá en tiempo y forma las necesidades de energía de Europa. Las propuestas de la Comisión Europea tienden al empobrecimiento. A una sociedad aún no recuperada del todo de las consecuencias de la pandemia, se le pide que aguante estoicamente el rebrote inflacionario y, además, que pase algo de frío y apague la TV. Todo para compensar los errores de los euroburócratas eco-friendly. Hemos visto cosas inimaginables, como una sociedad aplaudiendo mientras era encerrada en su casa de forma inconstitucional. Sigo creyendo que la paciencia tiene un límite.