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El profesor del IESE Javier Díaz Giménez es uno de los mayores expertos de España en el sistema de pensiones

El hombre que arreglaría en un año el futuro de las pensiones

El actual sistema no es viable, y el ministro de la Seguridad Social, José Luis Escrivá, no está haciendo lo necesario para solucionarlo

Javier Díaz-Giménez es un economista honrado, independiente, radical y disruptivo. Tras licenciarse en la Universidad Autónoma de Madrid en 1983, se doctoró en Minnesota en 1990. En la actualidad es profesor de la escuela de negocios IESE. Calcula que en los últimos 46 años ha dedicado unas 90.000 horas al estudio de la economía. En las pensiones ha invertido unas 10.000 horas en los últimos veinte años. Es su último gran proyecto de investigación, y le ha convertido en uno de los mayores expertos de España en este terreno.

Díaz-Giménez sabe tanto de pensiones que no tiene problema en afirmar que en un año resolvería los problemas que hay en este campo. Formaría un Alto Comisionado para la Reforma de las Pensiones dirigido por él y formado por cuatro miembros: un empresario, un sindicalista, un político del PP y otro del PSOE. Un año de trabajo, una propuesta y vuelve a su casa.

Giménez dice que sería el único cargo público que aceptaría. Probablemente sabe que nadie le llamará, pero posiblemente es el único modo de acometer la necesaria reforma de las pensiones: un técnico al frente que haga lo que tiene que hacer sin mirar el coste de los votos porque no le importa y que vuelve a su puesto tras acabar su tarea.

Giménez está evidentemente en contra del trabajo que está realizando José Luis Escrivá. Dice que el ministro ha hecho lo fácil (subir las pensiones con el IPC) y ya no tiene nada más que ofrecer a cambio de hacer lo más difícil: conseguir que el sistema sea sostenible.

Partiendo de un análisis inicial, este experto señala que el actual sistema de pensiones tiene dos grandes problemas:

  • 1. Las cotizaciones actuales no pueden ni van a poder pagar nunca las pensiones.

  • 2. Solo hay tres modos de mantener el sistema actual: pagando menos pensión, cotizando más o retrasando la edad de jubilación. «Si se paga menos pensión, se enfadarán los jubilados; si se cotiza más, se enfadarán los empresarios; si se sube la cotización pero se baja la nómina, se enfadarán los trabajadores», señala Díaz-Giménez.

Por eso ve tan importante que arranquen ya los planes de empleo (planes de pensiones de las empresas). «España es el único país del mundo en el que el 98 % de las rentas de los jubilados salen del sistema de reparto actual. Tiene que complementarse con una parte capitalizada», señala. Esa aportación de las empresas arreglaría el problema de los que se fueran jubilando en el futuro. «Hay que decir a las empresas que a partir de mañana todos los convenios tienen que incluir un plan de pensiones, y que tienen hasta el año 2025 para adaptarse». Ese dinero se administraría en una caja central que funcionaría con comisiones bajas y que daría a los trabajadores al final de su carrera una rentabilidad del 5 %.

Para Giménez esta sería la solución más a corto plazo. Si nadie le hiciera caso, que es lo más probable, y el sistema siguiera igual, recomienda lo siguiente: cotizar mucho a la Seguridad Social, todo lo que se pueda, porque la pensión va a depender de lo que se cotice, y ahorrar: «Si uno es mileurista, que ahorre aunque sea un euro a la semana. Si gana 100.000 y cotiza 15.000, puede ahorrar 10.000 e invertir otra parte en lo que quiera: un fondo de inversión, un plan de pensiones…».

Si pensamos en el largo plazo, Díaz-Giménez detalla más en qué consistiría el plan:

  • 1. Se cotiza por toda la vida laboral: nada de solo 35 años.

  • 2. Y nos vamos a un sistema mixto intentando copiar al sistema sueco, con algún matiz. En ese sistema se aportarían 16 puntos del coste laboral del empleado al sistema de reparto global de pensiones y 10 puntos al plan de empleo del trabajador, con las cotizaciones destopadas y las pensiones topadas: «Si alguien gana 100.000, paga 16.000; si gana un millón, paga 160.000». A ello se sumarían dos puntos, un 2 % de la nómina, que se destinaría a un plan de pensiones individual. «Ese dinero lo gestionaría la Agencia Estatal de Pensiones, que solo se ocuparía de las pensiones de jubilación, con una comisión del 0,25 %. Se contabiliza todo en una cuenta nocional que acumula la cotización de toda la vida profesional y se divide por un divisor que depende de la esperanza de vida, de la jubilación de tu grupo de edad. Al que no le cuadre la cifra cuando quiera dejar de trabajar, puede trabajar más tiempo, y cotizar más», explica Giménez. De este modo los números le dicen que el sistema sería sostenible.

Sobre la mochila austriaca, un sistema del que se está hablando y se seguirá hablando en los próximos años, señala que también encaja con este esquema, con algunos matices: «Donde se habla ahora de subir las cotizaciones un 0,6 %, habría que poner dos puntos. Por otro lado con la mochila se evitan los costes de despido: cuando te despiden tienes lo que acumulas en la mochila; si lo empleas en el tiempo que estás parado, no te quedará para las pensiones». En cuanto a la propuesta del Banco de España de destinar fondos europeos a la capitalización inicial de la mochila, que es claramente el mayor desafío, le parece muy bien, pero la situación será la misma: si el dinero de la mochila se emplea en el paro, en la jubilación no quedará.

Giménez es partidario de complicar la solución lo menos posible. En este sentido señala que solo «poner medio punto de salario en un plan de ahorro a largo plazo a los veinte millones de españoles que cotizan es muy rompedor. ¿Por qué hay que darlo al Estado para que invierta en deuda pública o en pagar a los funcionarios? Que me lo den a mí y me obliguen a invertirlo y a no usar ese dinero hasta dentro de cuarenta años».

Díaz-Giménez apunta que las pensiones cada vez van a estar más difíciles, que no va a ser fácil tener recursos para estar veinte años sin trabajar y que habrá quien tendrá que asimilar que su pensión es su piso: deberá renunciar a darlo a los herederos para, a lo mejor, incluirlo en una hipoteca inversa que le dé un dinero mensual a cambio de ofrecer al banco la vivienda como garantía.

En cualquier caso afirma que siempre habrá pensiones. El problema es la cuantía. Si se acomete el problema, con la solución que propone Díaz-Giménez o con otra viable, la cuantía será más razonable y el sistema más sostenible.