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José María Rotellar

Deuda, paro e inflación: así está de verdad la economía española

Los mismos que niegan ahora la crisis, la negaron en 2007 y 2008

Aunque los datos de contabilidad nacional trimestral muestren todavía un crecimiento positivo, la revisión por parte del INE de la contabilidad nacional indica claramente una desaceleración, cuya tendencia a la baja se intensifica. Nos encontramos, por tanto, en un espejismo que poco a poco se va desvaneciendo.

La desaceleración de la economía es clara. Simplemente, vuelve a suceder lo que pasó en el IITR-2022, que tras un primer trimestre muy malo, se esperaba que el segundo no remontase como lo hizo, pero cuando llegó el tercero se vio que, pese a la buena campaña turística, el resto de actividades languideció por empeoramiento de expectativas de los agentes económicos.

Así, pese a esta esperanza de una mejoría, la tendencia sigue siendo negativa. Por ejemplo, pese a la revisión al alza de la previsión de crecimiento de la economía española por BBVA, sigue manteniéndola en terreno negativo (-0,1 % trimestral) para el IVTR-2022.

Evolución del PIB español en tasa trimestral

El PMI manufacturero español sigue indicando contracción, al estar en un nivel de 45,7 puntos. Mejora el del sector servicios, pasando a expansión (51,2 puntos), pero sigue previendo recesión el compuesto (49,6 puntos), pese a su mejoría.

El problema es que si entran en recesión los principales socios comerciales de España, le afectará muy negativamente a su economía, por la alta dependencia del sector exterior por exportaciones y turismo.

Pese a la mejoría de los últimos indicadores, los datos del índice PMI de noviembre, tanto para la zona euro como para las dos principales economías de la Unión Europea, confirman que la economía europea avanza inexorablemente hacia un entorno recesivo, aunque vivamos, entre medias, algún diente de sierra que muestre una pasajera mejoría.

En él, se reflejaba que la actividad total de la zona euro sigue en terreno de contracción, al situarse en los 47,8 puntos, que mantiene la posición del índice por debajo de la barrera de los 50 puntos, que marca la diferencia entre la expansión de la economía y la contracción de la misma –más de 50 puntos y menos de 50 puntos, respectivamente–.

El PMI manufacturero se sitúa en 47,1 puntos –cuando su previsión era de 47,3 puntos–.

El PMI del sector servicios se situó en 48,6 puntos, que aunque es menos malo de lo esperado, no mejora respecto al mes anterior. La alta probabilidad de recesión en dicho sector –motor, no lo olvidemos, de las economías desarrolladas como es el caso de la eurozona– deja claro que la posibilidad de recesión no sólo no se ha desvanecido, sino que sigue siendo la circunstancia más probable.

De esta manera, ese dato de noviembre apunta a una contracción de la zona euro desde la última parte del tercer trimestre, donde el sector manufacturero no levantó cabeza, al tiempo que se disipa la recuperación del sector servicios tras el levantamiento de restricciones de la pandemia, ya que el incremento del nivel de precios y el empeoramiento de expectativas, así como el efecto que tendrá la subida de tipos de interés en la eurozona, no sólo han borrado dicha recuperación, sino que deja al sector servicios en terreno contractivo.

Esa caída de la economía de la zona euro viene impulsada por el deterioro de sus dos principales economías –Alemania y Francia–. De esa manera, en Alemania el PMI compuesto bajó en noviembre hasta los 46,30 puntos (dos décimas peor que en octubre y una peor que la previsión), es decir, con el PMI del sector servicios en los 46,1 puntos, el peor dato en más de año y medio. Esta bajada del PMI del sector servicios es muy importante, a la que se le une el dato del PMI manufacturero, situado en 46,20 puntos. La economía alemana no termina de recuperarse. Si ella se deteriora, el conjunto de la UE lo hará, por el efecto tractor que tiene Alemania como primera economía de la zona euro.

Por su parte, el PMI compuesto de Francia se situó en noviembre en 48,7 puntos, 1,5 puntos peor que el mes anterior. Esta bajada también se vio impulsada por el descenso de 2,3 puntos en el PMI del sector servicios, hasta situarse en 49,3 puntos (una décima peor que la previsión), con un retroceso del PMI manufacturero de ocho décimas, hasta los 48,3 puntos.

Si Alemania y Francia retroceden, nuestras exportaciones a dichos países sufrirán una minoración, así como la llegada de turistas de dichos lugares.

Esto afectará negativamente al sector exterior español en su contribución al crecimiento nacional, que es el que mejor se ha comportado en los últimos trimestres.

Por tanto, la probabilidad de una desaceleración de la economía española es elevada por el impacto en nuestra economía de las dos principales economías de la zona euro.

En América, la primera economía del mundo, Estados Unidos, pese a mantenerse en terreno de contracción, el PMI del sector servicios se situó en 46,1 puntos, con retroceso de casi dos puntos sobre el registro anterior. El manufacturero abandona la fase de expansión de octubre y se sitúa en los 47,7 puntos. El PMI compuesto ahonda en la fase de recesión, con 46,3 puntos, 1,9 puntos peor que en octubre, siendo el sector servicios, por tanto, el que presentó una mayor debilidad en noviembre, debido a la inflación y al encarecimiento de las condiciones de financiación para los agentes económicos, fruto de la política monetaria contractiva que ha tenido que aplicar la Fed de manera intensa en los últimos meses y que como el propio presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, dijo en la reunión de banqueros centrales en Jackson Hole, es imprescindible para evitar males mayores a la economía, pero conllevará cierto sufrimiento en los agentes económicos.

Por su parte, China no remonta. Su política de COVID cero está lastrando la economía. Así, su repercusión en la economía internacional puede ser muy negativa, tanto desde el punto de vista de financiación como de encarecimiento de costes si disminuye la oferta. Su PMI servicios cae al 46,7 puntos, en mínimos, el PMI manufacturero se sitúa en 48 puntos, cayendo y el PMI compuesto baja a 47,1 puntos.

El contexto se completa con una inflación que no cesa en Europa, en el entorno del 10 % en noviembre en la zona euro, con una subyacente que muestra una gran resistencia a la baja, con la inflación alemana en el 11,3 %.

España, tiene la inflación armonizada en el 6,7 % y el índice general en el 6,8 %. El menor nivel de España se debe al efecto estadístico, al haber comenzado antes el alza de precios. La subyacente crece hasta el 6,3 %. Así, van a cruzarse el IPC general y la subyacente: la inflación se ha insertado con fuerza en la economía. Todo ello no parece que vaya a hacer que se cambie la senda de subida de tipos del BCE.

Eso hace que la política monetaria vaya a mantenerse restrictiva durante un período de tiempo importante. Aunque puede que nos vayamos acercando al punto de inflexión en la subida de tipos, la Fed y el BCE proseguirán con su política monetaria restrictiva algún tiempo, dado que la inflación no cede, como se ha visto con las subidas de tipos del BCE, la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra. En ese contexto, el euríbor a un año puede llegar al 3,5 % - 4 %. En marzo estaba en - 0,237 % y en junio, antes de la primera subida del BCE, estaba en + 0,852 %.

Evolución del Euríbor a un año

Esto encarecerá la financiación de los hogares, cuyas cuotas mensuales por su hipoteca aumentarán, de media, entre 200 euros y 300 euros al mes. Eso restará recursos al consumo, con lo que caerán las ventas y la producción disminuirá para evitar acumulación de existencias. Debido a lo anterior y al encarecimiento de la financiación empresarial, la inversión habrá de retroceder.

En cuanto al sector público, no ayuda, porque el gasto no deja de incrementarse y pese a la recaudación extraordinaria derivada de la inflación, el déficit no se reduce lo suficiente, con una previsión de déficit estructural del entorno del 5 % y sin lograr que el saldo primario deje de ser deficitario, con una deuda extremadamente elevada. La subida de la inflación, pese a beneficiar a la deuda pública, por perder valor, impactará negativamente en el gasto público al tener que subir tipos para erradicarla, que hará que haya que destinar más recursos para el pago de intereses en lugar de para otras partidas.

Deuda pública sobre el PIB

Esto deja poco margen de maniobra para una política fiscal contracíclica. Cuando retornen las reglas fiscales, habrá que aplicar una política fiscal restrictiva, que se unirá a una política monetaria que puede que todavía también sea contractiva –si persiste la inflación–, aumentando el impacto negativo en la economía. De hecho, la deuda española depende absolutamente del respaldo del BCE, ya que sin él la prima de riesgo se incrementaría notablemente y se encarecería su financiación, dificultando su cobertura.

Eso muestra lo frágil que es la economía española tras el endeudamiento de Sánchez, de manera que si el BCE retira del todo su apoyo, el Tesoro tendrá serias dificultades para financiarse y se encarecerá.

Por su parte, la Seguridad Social no cuenta con suficientes ingresos para hacer frente a sus gastos y ha de recurrir a las transferencias que la AGE le realiza desde los PGE. Hay 9,98 millones de pensiones y 9,04 millones de pensionistas a noviembre de 2022 (frente a 20,5 millones de ocupados), mientras el gasto en pensiones no deja de subir: en noviembre lo ha hecho un 6,6 % interanual. Al mismo tiempo, el incremento de las pensiones por la indexación de la inflación va a suponer un coste adicional de 15.200 millones de euros. Ello eleva el gasto en pensiones desde 171.165 millones en 2022 a los 190.687 millones presupuestados para 2023, 19.500 millones más. El sistema necesita reformarse para poder garantizar su viabilidad. El Gobierno, al no hacerlo, está poniendo en riesgo las pensiones.

Adicionalmente, la no reforma del mismo puede comprometer la recepción de fondos europeos.

Por su parte, el mercado laboral español, pese al cambio de normativa, sigue siendo el que peor se comporta de la UE, con una tasa de paro juvenil que dobla la media de la eurozona.

En conclusión, tenemos una crisis que está larvada, dormida, pero muy presente, siendo muy circunstancial la mejoría de algunos indicadores parciales, estando la economía anestesiada por el ingente gasto público. Las Navidades pueden que se salven por el final del ahorro acumulado durante las restricciones, pero cuando comience la revisión hipotecaria, el consumo habría de caer fuertemente y, con ello, la inversión y la actividad.

En cuanto retornen las reglas fiscales, el ajuste provocará una política fiscal contractiva, que unida a la política monetaria restrictiva, impactará negativamente en el crecimiento y el empleo.

Este ajuste en el gasto habrá de ser mayor si suben más los tipos de interés (pese a que la deuda valga menos por la inflación, el capítulo III crecerá y habrá de restar créditos presupuestarios de otras actuaciones) y si aumenta el paro, por el juego de los estabilizadores automáticos.

La financiación de España se deterioraría mucho si el BCE retira del todo el apoyo a la misma, como se vio en los días de junio en los que anunció el fin de la compra de deuda soberana, hasta que tuvo que anunciar el lanzamiento de la herramienta antifragmentación.

La reforma de la Seguridad Social para garantizar su viabilidad sigue pendiente y la recepción de nuevos fondos europeos depende de ella.

Por otra parte, la propia ejecución de fondos europeos está siendo demasiado lenta y con poca penetración en la inversión productiva privada, al destinarse cerca de un 70 % a organismos públicos. Como el Gobierno confía la recuperación en dichos fondos, puede ser un elemento negativo más si no se ejecutan a buen ritmo y en inversiones productivas.

La situación del deterioro no se ve del todo todavía, y eso llama a que muchos puedan decir que se exagera, que se es agorero o pesimista pero no es la primera vez que sucede: los mismos que niegan ahora la crisis, la negaron en 2007 y 2008.

Entonces, dijeron que España estaba a salvo de lo que llamaron crisis financiera. Otros hablaron de aterrizaje suave. El deterioro intenso no se vio hasta 2009 por la anestesia, como ahora, del gasto público. Posteriormente, hubo más de seis millones de parados. Recientemente, negaron también que la inflación fuese persistente y negaron que fuese a producirse una subida de tipos. Ahora, nos encontramos con ambos elementos. Es más, llegaron a decir que, de haber incremento de cuotas hipotecarias, no irían más allá de 35 euros al mes. La subida se encontrará, en media, entre 200 euros y 300 euros mensuales.

Ahora, hablan de catastrofismo al alertar de los graves desequilibrios y de exageración, pero sólo ven una foto muy parcial y del instante, de manera que van variando sus previsiones a golpe de trimestre, cuando lo que hay que analizar es la tendencia, que presenta un claro panorama sombrío.

Por supuesto, y ojalá que así fuese, puede acabar la guerra, generarse confianza y recuperarse la economía, pero a día de hoy son muchas las perturbaciones económicas que permitan pensar que eso vaya a ser así. El Gobierno quizás pueda salvar 2023 sin que se vea un gran deterioro en el cuadro macroeconómico, pero el empobrecimiento de ciudadanos y empresas será paulatino por la inflación persistente y el encarecimiento de la financiación. Sin reformas urgentes y profundas, la situación puede ser muy complicada tras las elecciones.

  • José María Rotellar es profesor de la Universidad Francisco de Vitoria