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Lu Tolstova

La semana económica

La economía española, ¿más cerca de la euforia o de la debacle?

Las cuentas de final de año no parecen haber ido tan mal como anunciaban algunos, pero tampoco se justifica un optimismo tan marcado como el que luce el Gobierno

Las últimas semanas del año han estado marcadas por la euforia de un Gobierno que afirma que nuestra economía va mejor que la de otros países, que la inflación es la más baja de Europa y que el empleo va muy bien. La realidad contrasta con estas afirmaciones. Nuestro país sigue estando entre los pocos del continente cuyo PIB no ha alcanzado su PIB prepandemia, y probablemente no lo hará hasta 2024; tenemos una inflación que además de ser acumulativa ve cómo la relacionada con los alimentos (la subyacente) no para de subir, y además contamos con un mercado laboral en el que Randstad estima que hay 500.000 fijos discontinuos inactivos, una cifra similar a la que Fedea y BBVA Research apuntan que aumentaría el paro si los fijos discontinuos se contabilizaran como parados: ellos hablan de 441.000.

A ello hay que unir que nuestra economía ni siquiera se recupera tan rápido como otras entre las que había algunas que estaban todavía peor: «España no es un ejemplo de crecimiento ni de recuperación. Países como Portugal o Grecia se han recuperado más rápido, mejor, con menos tasa de paro -y sin maquillarla- y con menores desequilibrios fiscales», señalaba en un reciente artículo el economista Daniel Lacalle.

Según las estimaciones recogidas por Focus Economics, las economías que más han crecido en los años 2022 y 2023 han sido Irlanda, Malta, Chipre, Eslovenia y Luxemburgo. Además lo han hecho con menor paro y endeudamiento. Nuestro país sigue liderando el paro en Europa, con un 12,5 % que dobla la tasa media en la eurozona. El endeudamiento ha sido además el mayor registrado en Europa entre el cuarto trimestre de 2019 y el segundo de 2022: nada menos que 18 puntos de incremento en términos relativos (porcentaje sobre PIB), de acuerdo con Eurostat. Es el doble que la media de la Unión Europea, más que Italia y más del doble que Portugal o Grecia. Seguramente terminaremos 2023 con el mismo PIB real que 2019, pero con 350.000 millones más de deuda.

Las alabanzas en torno a la baja inflación tampoco tienen sentido. Las estimaciones más benévolas hablan de que llevamos una inflación acumulada de un 15 % entre los años 2021 y 2023. Podríamos terminar 2023 con una pérdida de poder adquisitivo del 16 %.

A estas circunstancias se añade el dudoso efecto del tope del gas. Según CaixaBank, la limitación no ha impedido que el recibo mediano de la luz se haya encarecido un 20 % para 19 millones de consumidores y un 14 % para los de tarifa regulada.

Con este entorno tan complejo, la pregunta que se hacen muchos es por qué esta crisis parece no notarse en la calle, con bares y restaurantes abarrotados en las últimas fechas. La respuesta que han dado los diferentes economistas que han pasado por este medio es que se está aprovechando el momento después del duro confinamiento de la pandemia y ante la posibilidad de que persevere la mala situación e incluso empeore. El Banco de España espera que la economía comience a mejorar a partir de la primavera. Esperemos que sea así, aunque el creciente y pesado déficit estructural y deuda que nos reprochan los organismos internacionales y los nacionales como la AIReF o el propio Banco de España habrá que pagarlo y nos pasará factura más adelante. Mientras tanto, como decía recientemente el Banco de España, a pesar de esos bares y restaurantes llenos, el consumo está 5,5 puntos por debajo de los niveles pre-pandemia. El mantenimiento de una inflación alta y la incertidumbre en la economía no parece que vayan a estimular su crecimiento.