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La ministra de Asuntos Económicos, Nadia CalviñoEFE

A Calviño se le acaban las excusas: ni Putin ni la pandemia explican ya la subida de la inflación

Las materias primas y las cadenas de suministro ya no resuelven la incógnita del incremento de los costes de alimentación. La subida de precios también contrasta con las ofertas que la ministra dice encontrar en el supermercado

La guerra de Putin o las consecuencias de la pandemia copaban hasta ahora buena parte de las explicaciones del Gobierno de Pedro Sánchez a la inflación alta que sufría España, pero ya no cabe plantearlas. Los precios de las materias primas o de los fletes que afectan a las cadenas de suministro ya no reflejan incremento alguno debido a la invasión o a la pandemia.

El petróleo, el cobre, el gas natural, el aluminio, el carbón, el trigo y el maíz se encuentran en los mercados internacionales por debajo del nivel previo a la invasión. Los costes de los fletes se sitúan en niveles de 2020, y el índice de oferta y demanda de Morgan Stanley recoge mucha más oferta de bienes y servicios que en el año 2021. Tampoco tiene sentido la famosa frase de Yolanda Díaz diciendo que los supermercados «se están forrando» porque recientemente han presentado márgenes inferiores a los que tenían. Aun así la realidad es que los precios siguen subiendo, como se demostró ayer con el anuncio del IPC adelantado, aunque la ministra Nadia Calviño dijera recientemente que a ella la compra le salía más barata.

Los expertos recuerdan que el problema de la inflación era y continúa siendo monetario. El Banco Central Europeo incrementó en el año 2020 un 20 % la cantidad de dinero en el mercado para abonar los crecientes programas de gasto público y estamos pagando las consecuencias. Suiza no lo hizo, y allí la inflación es del 3,3 %.

Hay quien echa la culpa al Banco Central Europeo, aunque lo que ha hecho es monetizar el aumento de gasto público. En cualquier caso, la realidad es que la inflación está minando nuestro poder adquisitivo. Ha descendido casi un 14 % en los dos últimos años, y si el Banco Central Europeo no hace bien su trabajo con la subida de tipos y la reducción del balance, descenderá todavía más.

A estas cuestiones hay que añadir las sospechas de algunos economistas de que la inflación es mayor de la que nos cuentan. Lorenzo Bernaldo de Quirós estima que sin el control de precios introducido por el Gobierno el IPC real sería del 8,6 %. «Un dato nefasto», apunta.

Economistas como Bernaldo de Quirós y Daniel Lacalle ya han dicho que es raro que la inflación subyacente, que no incluye productos energéticos ni alimentos no elaborados, sea mayor que la general (7,7 % frente a 6,1 %, según los datos aparecidos ayer). Los economistas inciden en que la rebaja del índice general se ha llevado a cabo de modo artificial. Medidas como el tope del gas producen desde hace unos meses una disminución de su precio que habrá que ir pagando en la factura. Estiman que de momento el Instituto Nacional de Estadística (INE) no se atreve a llevar a cabo este maquillaje en la subyacente, aunque el descenso de tres puntos en el peso de los alimentos anunciado en el IPC de enero ya puede ser un primer paso en esta línea.

Los cambios artificiales no son vistos por estos expertos como una medida eficaz para rebajar la inflación. Estiman que el efecto es peor: se produce una inflación represada que no se corresponde con la realidad. Es un camuflaje.

Lacalle y Quirós piensan, de acuerdo con el Nobel Friedman, que la única manera de reducir la inflación es quitar dinero del mercado. El Nobel alertaba de que cuando se inundaba un mercado de dinero se notaba en el nivel de precios a los 12-16 meses, y es lo que ha ocurrido en Europa. Tras la política hiperexpansiva de los años 2020 y 2021 en el continente, llegaron los precios disparados que sufrimos desde hace unos meses.