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Ángel de la Fuente, director de FedeaFedea (Cedida)

Entrevista

Ángel de la Fuente: «Los jóvenes cobrarán pensiones, la cuestión es el grado de generosidad»

El director de Fedea ha sido uno de los más críticas con la reforma de José Luis Escrivá

Subida de bases máximas, cuota de solidaridad, mecanismo de equidad intergeneracional… La nueva reforma del sistema de pensiones de José Luis Escrivá ha abierto un nuevo frente con los empresarios, que tendrán que soportar mayor carga fiscal. Las cuentas no cuadran pero el Gobierno necesitaba mostrar un lavado de cara al sistema para garantizar el desbloqueo de los fondos europeos. Uno de los más críticos con el texto ha sido Ángel de la Fuente, presidente de Fedea, el 'think tank'ddel Ibex.

–La reforma de pensiones no garantiza la sostenibilidad del sistema y pone mayor presión sobre trabajadores y empresarios, que ya han advertido que perjudicará al empleo. ¿Cómo es posible que Bruselas diera el visto bueno?

–En parte por razones políticas. La Comisión quiere revalidar su mandato y para ello le interesa que se perciba que Next Generation EU está siendo un gran éxito, a lo que no ayudaría un «suspenso» a un país grande en un tema tan sensible como este. Y en parte, seguramente, porque se ha conseguido transformar el MEI en un mecanismo cuasi automático para evitar que el gasto se dispare demasiado, lo que es una gran mejora sobre su diseño original. A mí me sabe a poco, entre otras cosas porque el mecanismo habría que activarlo ya mismo, antes de que el nuevo sistema eche a andar, y las correcciones pueden ser lentas, pero entiendo que se agarran a eso.

–La bajada de las pensiones es un coco que ningún gobierno está dispuesto a abordar. ¿Se trata de una condición imperativa para garantizar la viabilidad?

–No exactamente. Lo que es imprescindible es que las pensiones futuras caigan en relación con los salarios, porque cada vez habrá menos trabajadores por pensionista. Pero si conseguimos que la productividad crezca a un ritmo razonable, esto puede hacerse sin que las pensiones caigan en términos absolutos.

–¿Qué solución propondría para eliminar el déficit del sistema?

–A medio y largo plazo, deberíamos ir hacia un sistema de cuentas nocionales como el sueco, con una rentabilidad nocional ligada al crecimiento del PIB o la masa salarial, lo que aseguraría que el sistema es sostenible. Esto es, las cotizaciones que va pagando cada trabajador se irían acumulando en una cuenta ficticia, junto con unos intereses también ficticios ligados a la tasa de crecimiento del PIB. El saldo de esa cuenta en el momento de la jubilación determinaría el importe de la renta vitalicia que sería la pensión. Hablo de cuentas e intereses ficticios porque no se trata de ir a un sistema de capitalización en el que las cotizaciones se vayan metiendo literalmente en una cuenta y se inviertan en los mercados financieros. El sistema seguiría siendo de reparto, esto es, las cotizaciones de hoy pagarían las pensiones actuales, como se hace ahorra. Se trata simplemente de una forma de calcular la pensión que se puede pagar teniendo en cuenta lo que ha cotizado cada uno y las posibilidades que nos da el crecimiento de la economía. Un modelo así tendería a eliminar el déficit del sistema de pensiones.

En cualquier caso, tampoco es necesario eliminar ese déficit por completo. Si decidimos entre todos que queremos pagar unas pensiones más generosas de las que son sostenibles con una lógica puramente contributiva, se puede hacer, por ejemplo, pagando un tipo de interés ficticio un poco por encima del crecimiento del PIB. Pero es importante que esa subvención al sistema de pensiones sea visible para todos y se reparta de la forma más equitativa y menos distorsionante posible. Una forma de hacerlo sería a través de un recargo sobre la cuota del tramo estatal del IRPF.

No es descartable que algunos trabajadores se vayan, o que sus empresas los trasladen a países con una menor presión fiscal

–¿Cree que el ‘destope’ y la cuota de solidaridad podrían provocar una huida de profesionales cualificados a otros países?

–Desde luego, no ayudarán a atraerlos o a retenerlos. Ambas cosas son un impuesto puro en lugar de salario diferido, como son las cotizaciones «normales» –por debajo de los umbrales de renta que generan la prestación máxima–. Y se trata de un impuesto muy malo, fundamentalmente porque se concentra en una parte muy pequeña de la masa salarial. Hay muy poca renta total por encima de esos umbrales, así que para obtener una recaudación muy modesta hay que poner tipos muy altos, que son muy distorsionantes. Sumando esos gravámenes al IRPF, los tipos marginales de los trabajadores más cualificados se nos van a ir a casi el 70%. No es descartable que algunos se vayan, o que sus empresas los trasladen a países con una menor presión fiscal.

–Escrivá ha criticado en varias ocasiones los planes de pensiones individuales. ¿Se trata de una cuestión ideológica? ¿Es necesario ‘premiarlos’ fiscalmente?

–Yo no acabo de entender la diferencia de trato entre los planes individuales y los de empresa. Me parece bien incentivar los de empresa, pero no cargarse los individuales, que hacen básicamente lo mismo y permiten llegar a más gente que no tiene acceso a los planes de empresa. He oído decir que el problema de los planes individuales es que sus beneficios fiscales se concentran en los tramos de renta más altos. ¿Y los de los planes de empresa no? No acabo de ver la diferencia.

Compatibilizar el trabajo remunerado y el cobro de la pensión ayudaría a aprovechar mejor el talento de los mayores

–¿Cree que una reforma que permita mayor flexibilidad en la jubilación solucionaría el problema?

–No necesariamente, o al menos no del todo, pero algo ayudaría y una mayor flexibilidad sería necesaria en cualquier caso. Una parte importante de esa flexibilidad tendría que tomar la forma de permitir compatibilizar el trabajo remunerado y el cobro de la pensión. Eso ayudaría a aprovechar mejor el talento de los mayores en un momento en el que habrá una escasez creciente de trabajadores, y permitiría a buena parte de los jubilados complementar sus ingresos y mantenerse activos si lo desean.

–Tal como está el sistema, ¿cree que los jóvenes de hoy cobrarán pensiones?

–Sin duda ninguna. El sistema público de pensiones es un gran invento al que ningún gobierno sensato y ningún electorado renunciarán. La cuestión es el grado de generosidad que queremos y podemos pagar, sabiendo que cuanto más generoso lo hagamos por encima de lo sostenible con una lógica contributiva, menos nos quedará para otras cosas que también son importantes.

La sanidad y la dependencia sufrirán si nos empeñamos en mantener un sistema de pensiones más generoso de lo razonable

–Al igual que envejecerá la población y subirá el gasto en pensiones, también lo hará el sanitario. ¿Está el sistema abocado a destinar toda su recaudación a una parte de la población no productiva?

–La sanidad y la dependencia son dos de las cosas que sufrirán si nos empeñamos en mantener un sistema de pensiones más generoso de lo razonable, que es a lo que apunta la reforma actual. Se trata de programas que benefician sobre todo al mismo segmento de la población que las pensiones, pero, efectivamente, deberíamos preocuparnos también por otras necesidades y otros segmentos de población. El sistema no está condenado fatalmente a favorecer tanto a los mayores, pero desde luego ahora está muy sesgado en esa dirección y eso es un problema que irá a peor en las próximas décadas si seguimos por este camino.

–De acuerdo con la reforma, ¿cómo ve la España en 2050?

–Yo diría que muchas de las reformas recientes, y no sólo la de las pensiones, no van en la línea que sería deseable y eso empeora nuestras perspectivas de futuro. No soy demasiado optimista, pero estamos a tiempo de cambiar de rumbo.