Más cotizantes pero menos PIB
Sólo unas decenas de miles de jóvenes ambicionan una sana prosperidad
A diferencia de nuestros socios de la Unión Europea (UE), España sigue sin recuperar el nivel de PIB previo a la pandemia. Con el criterio de actualización de rentas del propio Instituto Nacional de Estadística (INE), el PIB de 2019 expresado en precios de 2022 fue de 1.386.255,97 millones de euros (M€); más de 59.000 millones de euros superior al último registro de esta cifra para nuestra Nación. El resultado sorprende si se tiene en cuenta que ahora hay más trabajadores cotizantes a la Seguridad Social que antes de la pandemia. Efectivamente, así es. El último dato oficial publicado corresponde a septiembre de 2022 y arroja 749.946 cotizantes más que los existentes el mismo mes de 2019. Más personas trabajando que, sin embargo, no logran recuperar el valor del PIB pre pandémico.
Una parte fundamental de la explicación de esta anomalía nos viene de la mano de la caída del número de horas trabajadas. Más trabajadores pero, en cómputo total, trabajando menos horas que antes. Para ser exactos, la Encuesta de Población Activa (EPA) elaboraba por el INE nos dice que la duración promedio de la jornada semanal es de casi dos horas menos que en 2019. Esta reducción en el número de horas trabajadas va en la misma línea que la reducción en la cuantía de la base de cotización promedio a la Seguridad Social. Esta base, con precios de 2022, es de unos 80 euros menos que hace cuatro años. Naturalmente, este dato también ayuda a explicar la magnitud del déficit de la Seguridad Social que tramposamente se cuantificó en 12.325 M€; tramposamente porque esta Administración recibe una transferencia del resto de la Administración de 40.667 M€.
Para economistas como Javier Santacruz, en España se han hecho una gran hueco los otrora famosos minijobs. Hay centenares de miles de jóvenes y no tan jóvenes con contratos a tiempo parcial o, incluso, con varios contratos a tiempo parcial. Esto les sitúa fuera de la cobertura del Salario Mínimo Interprofesional, pero en pleno corazón de una sociedad en la que se puede acceder a muchas cosas con pocos ingresos.
Este mundo no es una arcadia. Para que la paz social se mantenga con una estructura laboral debilitada no hemos transitado por el sólido camino de aumentar la productividad por hora de trabajo. De haberlo hecho, así hubiéramos sido capaces de recuperar el valor del PIB previo a la pandemia de la COVID-19 y, al mismo tiempo, reducir la jornada laboral. No ha sido así.
Hemos construido la paz social gracias a convencer a buena parte de la juventud de la virtuosidad que tiene cualquier ausencia de proyecto de futuro. Efectivamente, tener un proyecto de futuro –desde un sencillo coche, un pequeño piso o una gran familia– obligan a tener una vida laboral más ancha y unos ingresos mayores. No sólo las inmobiliarias y los bancos son los beneficiarios de comprar una vivienda. También lo son todos los que de ella acaban haciendo un hogar.
Sin embargo, parece que se ha elevado la economía del blablacar y de la vivienda compartida con extraños a categoría de felicidad con la única exigencia de tener datos de internet ilimitados. Con estas aspiraciones sólo unas decenas de miles de jóvenes ambicionan una sana prosperidad. Muchos más son los que permanecen atrapados en una burguesía de bajo coste en la que es posible compatibilizar un minitrabajo en remoto, con un máster de baja empleabilidad y el guateque semanal en la casa compartida de tal o cual.
Es esta sociedad del minijobs la que ve extrañada cómo sus semejantes de edad provecta salen a las calles a pelear por sus pensiones; un concepto que le parece tan extraño como un complemento salarial por antigüedad.
A base de convencer al mundo de lo ridículo de labrarse un futuro con la única verdad del carpe diem y de la lucha contra el cambio climático al tiempo que se exige que las compras on line lleguen a casa en menos de 24 horas con cero emisiones, a base de estas trampas decimos, hemos logrado la meta de ser legión los que trabajan sin ser capaces de recuperar las cotas de producción que alcanzaron legiones menos numerosas.
- José Manuel Cansino es Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, profesor de San Telmo Business School y académico de la Universidad Autónoma de Chile / @jmcansino