Fundado en 1910

La familia Grifols, con el expresidente Víctor Grifols en el centro, espera que la empresa supere sus nuevos retos.Lu Tolstova

La semana económica

Grifols: el emblema del independentismo catalán se desangra por la deuda

La empresa, especializada en plasma sanguíneo, remonta al menos en Bolsa tras la desaparición de la familia de los principales cargos directivos

Grifols ha presentado recientemente unos buenos resultados del primer trimestre. Sus ingresos han aumentado un 23,2 % entre enero y marzo, hasta los 1.562 millones de euros: cuarenta millones más de lo anunciado por los analistas. Las buenas cifras le han llevado a incrementar el beneficio operativo (ebitda) esperado para el año hasta los 1.400 millones. Pero la deuda le está desangrando. Los 9.350 millones que acumula son siete veces el ebitda, un ratio elevado: cuando está por encima de 4-5 veces, se considera que una compañía puede tener problemas para devolver el dinero a sus acreedores.

A pesar de ello, en Grifols confían en aumentar más sus beneficios en los próximos meses, y con ello rebajar el ratio de deuda a cuatro veces. La compañía ha señalado además su voluntad de anunciar alguna operación corporativa que le ayude a reducir este apalancamiento.

Reducir la deuda es, sin duda, un buen reto para esta empresa catalana, a la que está costando digerir la compra de su rival alemana Biotest en septiembre de 2021. Entonces su deuda financiera se disparó hasta los 6.480 millones de euros, y hoy son 2.800 millones más.

Los desafíos económicos llevaron a la compañía a nombrar en octubre de 2022 el primer presidente no perteneciente a la familia Grifols: Steven Mayer. Era consejero independiente de la firma desde el año 2011 y había sido directivo de Cerberus, uno de los mayores fondos de inversión del mundo, pero duró poco. A los cinco meses abandonó el cargo por motivos de salud y otros personales.

Le relevó el pasado febrero Thomas Glanzmann, el vicepresidente no ejecutivo, que era consejero desde el año 2006, y que a principios de este mes asumió los cargos de presidente y consejero delegado. La familia Grifols ya no ocupa ninguno de los principales cargos directivos, aunque sigue siendo la principal accionista, con el 31,11 % del capital social. Lo controla a través de cuatro sociedades, tres de ellas con sede en los tan criticados Países Bajos. También son accionistas de Grifols varios fondos de inversión: Capital Research and Management Company, con el 5,6 % de las acciones; Blackrock (3,088 %) y Europacific Growth Fund (3,033 %).

Los fondos son los que aprietan, en buena medida, para que la compañía reduzca su deuda y sus costes, que prevén rebajar en 450 millones anuales incluyendo el despido de 2.300 empleados, la mayoría de ellos en Estados Unidos (también unos 100 en España). Grifols tiene alrededor de 27.000 empleados en todo el mundo.

Fundada en 1909 por el hematólogo Josep Antoni Grifols en Barcelona como un pequeño laboratorio familiar de análisis clínicos, la compañía se ha convertido en un líder mundial en el desarrollo de medicamentos derivados del plasma. El año pasado facturó 6.064 millones, el 63 % de ellos en Estados Unidos y Canadá. El gran salto lo dio de la mano del hijo de Josep Antoni, Víctor Grifols Lucas, que dio paso a la internacionalización y murió en 2015. Su hijo, Víctor Grifols Roura, ha dirigido el laboratorio durante las tres últimas décadas, lo lanzó a la Bolsa y propulsó la empresa como una de las gigantes mundiales en la producción de medicamentos hemoderivados (derivados de la sangre).

Aunque se retiró de la primera línea, este empresario, conocido independentista, permanece en el consejo de administración como representante de la familia y presidente de honor. Es el principal contacto del actual presidente ejecutivo, el sueco Thomas Glanzmann, a quien conoció en los años 90 cuando trabajaba en Baxter, competidora de Grifols. Entre ambos, y con la ayuda de los empleados, tratarán de hacer remontar el vuelo a la compañía, también en la Bolsa. El entorno de 11 euros en el que se mueve su acción está lejos del que llegó a registrar (33 euros en 2020) y del que los analistas estiman que puede alcanzar según ven sus perspectivas. Algunos sitúan su precio objetivo alrededor de los 24 euros. Muchos analistas estiman que la acción está infravalorada porque creen que la compañía remontará el vuelo.