Las revisiones coyunturales no cambian la mala tendencia de la economía española
El presidente Sánchez puede seguir regando de dinero al electorado, para ver si atrae votos y voluntades, pero eso no va a hacer crecer a la economía de manera sólida y autosuficiente
La Comisión Europea ha publicado sus previsiones económicas de primavera. Con ello, el Gobierno se ha mostrado muy satisfecho por la mejora en las previsiones de crecimiento para España. Sin embargo, no es para mostrarse satisfecho, por varias razones:
• Es cierto que la Comisión Europea ha elevado al 1,9 % el crecimiento español previsto para 2023.
• Ahora bien, además de que no deja de ser un ajuste coyuntural, más matemático que de tendencia, ese crecimiento sigue siendo insuficiente.
• Y no es de tendencia porque ésta sí que se refleja en los potenciales riesgos que pueden rebajar el crecimiento, tal y como menciona la Comisión Europea, como son el impacto en las hipotecas de los hogares de la subida de tipos de interés y la posible espiral precios-salarios que podría darse a través de incrementos salariales.
• Así, sigue dos décimas por debajo del previsto por el Gobierno en su cuadro macroeconómico y en la actualización del programa de estabilidad.
• Ese impulso se basa -además de en el gasto público de los fondos de recuperación- en el sector del turismo, que, no lo olvidemos, depende de la renta exterior. Si un buen número de los países que suministran turistas a España ven caer su crecimiento –como Alemania, que se queda en un 0,2 %, sin mejora respecto de la previsión anterior–, podría resentirse la llegada de turistas y, con ello, el crecimiento estimado para España.
• Además, el crecimiento de 2024 lo deja en el 2 %, cuatro décimas por debajo de lo previsto por el Gobierno español, que muestra un cierto estancamiento en la economía.
• Esto es especialmente preocupante al tratarse de la única economía de la UE que no ha recobrado el nivel de PIB real previo a la pandemia, como ya escribí en El Debate hace unas semanas.
• Por otra parte, eleva en cuatro décimas la inflación media prevista para 2024, llevándola hasta el 2,7 %, que indica la fuerte resistencia de los precios a la baja en España, después de haber sido uno de los países donde antes y más rápido subieron y que ha visto ahora cómo siguen incrementándose en tasa mensual e incluso cómo la tasa general del IPC en términos interanuales ha vuelto a acelerarse.
• Por último, considera que España no cumplirá con el objetivo de estabilidad de un déficit inferior al 3 % del PIB, al situarlo en el 3,3 %, de manera que España se verá obligada, de cumplirse esta previsión, a reducir el saldo presupuestario a razón de medio punto cada año.
• Es más, la disminución del déficit se ralentiza debido a la desaceleración del crecimiento de los ingresos. Es decir, esto constituye un riesgo, porque al haber generado mucho gasto estructural, que permanece, cuando los ingresos más coyunturales caigan, el deterioro presupuestario puede aumentar o, al menos, no reducirse, dando lugar, entonces, si eso sucede, a un ajuste más traumático en el gasto.
• Por otra parte, la deuda sobre el PIB pierde ritmo de reducción, descendiendo muy poco entre 2023 y 2024, y la tasa de paro se mantiene por encima del 12 % en todo el período, que sigue siendo el doble que la de la UE y que la de la eurozona.
Todo ello, muestra la dificultad de la economía española en el mercado laboral, por más que el Gobierno insista en lo contrario.
Por todo ello, estas previsiones, aunque sean mejores que las anteriores, no pueden constituir un elemento de satisfacción, porque España se mantiene todavía sin alcanzar el nivel económico anterior a la pandemia; porque hay muchos riesgos que pueden frenar todavía más el crecimiento; porque el aumento de la economía se hace sobre una base irreal, sostenida por un ingente gasto público que habrá que reducir; porque el déficit será mayor al previsto por el Gobierno; y el crecimiento será inferior al previsto por el Ejecutivo.
El presidente Sánchez puede seguir regando de dinero al electorado, para ver si atrae votos y voluntades, pero eso no va a hacer crecer a la economía de manera sólida y autosuficiente, sino que la mantendrá anestesiada y sometida a la fragilidad del ajuste presupuestario que tendrá que darse a partir de 2024, en cuanto regrese el cumplimiento de las reglas fiscales.