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La ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño

La ministra de Asuntos Económicos, Nadia CalviñoFoto: EFE / Edición: Paula Andrade

Calviño: la gran decepción

La ministra de Asuntos Económicos ha vendido que ha hecho una gran gestión, pero los números no le avalan

La vicepresidenta y ministra de Asuntos Económicos fue muy bien recibida cuando llegó al Gobierno. Hasta diputados de partidos de derechas como Rubén Manso alabaron su prestigio cuando se presentó en la Cámara, pero sus conocimientos se han subordinado a la obediencia política, convirtiéndose en un nuevo Solbes que blanquea la mala gestión económica. Este hecho le ha convertido en la gran decepción de la parte económica del Gobierno junto con el ministro de la Seguridad Social, José Luis Escrivá.

Seguramente los españoles esperaban poco de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, que es médico de formación y dejó 813 millones de deuda nueva en los Presupuestos de Andalucía de 2018, o de Yolanda Díaz, que ha sido ministra de Trabajo sin que le avalaran grandes conocimientos en la creación de empleo, pero de Nadia Calviño se esperaba más.

Pese a la insistencia en decir que ahora la economía española «va como una moto», todo el mundo sabe que nuestro país habrá sido uno de los últimos de la Unión Europea en recuperar su PIB prepandemia, aunque todos los países han sufrido el Covid y la invasión de Ucrania.

Calviño no ha sido capaz de idear una política económica para lograrlo antes, y además ha permitido que las cuentas de nuestro país se deterioren cada vez más. La deuda no ha parado de crecer y ha ido batiendo récord histórico mes tras mes hasta situarse en la que se alcanzó en junio y conocimos el jueves: 1,568 billones de euros, el 113 % del PIB. Esta deuda tendremos que pagarla todos los españoles, pero a la ministra no parece haberle importado en exceso su crecimiento.

Desde que Calviño fue nombrada ministra de Asuntos Económicos en junio de 2018, la deuda ha subido en más de 350.000 millones de euros: de los 1,202 billones que se registraban entonces se ha pasado a los 1,568 billones de junio de este año. Si se compara con las notas iniciales del Banco de España, la cifra aumenta a los 400.000 millones, pues se incluye la reclasificación retroactiva de la deuda de la Sareb. Los 25.755 euros de deuda per cápita de 2018 se han transformado en 31.261 euros en 2022.

La renta per cápita, que indica la riqueza de un país, era menor a cierre de 2022 que en 2018 (24.890 vs 24.580 euros), y la diferencia con la media de la UE se ha ensanchado en estos cuatro años: los 2.730 euros de distancia a los que estábamos en 2018 se han convertido en 4.200 euros. Por supuesto, estamos muy lejos de los solo 530 euros de distancia a los que nos ubicábamos en 2003.

Cada vez más países europeos que han pasado la misma pandemia e invasión de Ucrania avanzan y nos rebasan sin que Calviño haya sido capaz de idear una política económica para evitarlo. Los fondos europeos de los que hace meses que no se habla podrían haber sido una herramienta para impulsar nuestro crecimiento, pero su baja ejecución hace cada vez haya menos gente que crea en ellos.

Mientras tanto, siguen apareciendo noticias de nuestra economía que deberían preocuparnos, pero pasan más bien inadvertidas. Una de ellas ha sido la reciente caída interanual de las ventas de la industria por tercer mes consecutivo.

Pese a todo ello, Calviño y Sánchez llevan muchos meses diciendo que la economía española va muy bien. Nuestro PIB rebota después de haber sido el que más caía debido a la pandemia, gracias en buena medida a las exportaciones y a nuestro inmejorable sector turístico. Ahora parece que las exportaciones se frenan (llevan tres meses cayendo) y se acaba la temporada turística. Habrá que ver cómo se las apaña el nuevo Gobierno para facilitar el crecimiento de la economía, teniendo en cuenta estas cuestiones y otras, como que la inflación seguirá siendo alta, continuamos como campeones de desempleo en Europa, la subida de los tipos de interés aún afectará durante unos meses al coste de las hipotecas, ha comenzado ya una desaceleración económica y la UE volverá a exigir progresivamente, a partir de 2024, el cumplimiento de las reglas de gasto, que entre otras cosas limitan al 60 % la deuda sobre el PIB, cincuenta puntos menos de los que tenemos ahora.

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