¿De verdad se movieron los bancos catalanes?
No sólo los ahorradores, también empresas que regresaron a Cataluña tras una aparente disolución del respaldo independentista vuelven a plantearse dónde moverse y dónde poner a salvo sus ahorros
Dos años después de participar en el V centenario del descubrimiento de América, Méjico era un país con una economía emergente. Acababa de firmar su incorporación al Acuerdo Norteamericano de Libre Comercio (NAFTA) que redujo los aranceles con Estados Unidos y Canadá. El crédito fluía con facilidad a empresas y al propio estado centroamericano. En el mes de agosto de 1994, un peso mejicano se cambiaba por 30 centavos de dólar americano. Un año más tarde valía sólo 16 centavos. El violento levantamiento en la región de Chiapas por el autodenominado «Ejército zapatista» acabó con la reputación de país donde invertir especialmente tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio, principal candidato presidencial. La prima de riesgo se disparó y los inversores de todo el mundo, incluidos los propios mejicanos, evitaron comprar activos de esa nación hermana que lo sigue siendo por mucho que se esfuerce en contra el presidente López Obrador y su esposa. El episodio lo recuerda el Catedrático de Economía de la Universidad de Harvard, Gregory Mankiw.
El 24 de julio de 2012, la prima de riesgo española alcanzó su máximo histórico con un valor de 638,42 puntos básicos sobre el bono alemán a diez años. Entre enero y septiembre de ese año, el actual vicepresidente del Banco Central Europeo y entonces ministro de Economía, Luis de Guindos, reconoció que salieron de España 250.000 millones de euros; aproximadamente el 25 % de nuestro PIB. Este importante dato lo ha recordado Rodrigo Rato en su reciente libro «Hasta aquí hemos llegado» (Ed Península) coautorizado con Alicia González. Un libro imprescindible para comprender la solicitud y posterior gestión del rescate al sistema financiero nacional de 2012.
En los días previos al golpe de estado fallido perpetrado por el secesionismo catalán el 1 de Octubre de 2017, millones de euros salieron de las cuentas de los tres bancos con marca catalana; La Caixa, Sabadell y Mediolanum. Ninguno de esos bancos se había mantenido ajeno a actividades de mecenazgo con administraciones públicas y entidades privadas entonces impulsoras del golpe. Indudablemente también habían patrocinado importantes iniciativas de marca España pero los ahorradores siempre aplican una ecuación sencilla a la hora de vincular marcas y riesgos. Las entidades catalanas intentaron frenar la huida de depósitos poniendo a disposición de sus clientes las denominadas «cuentas espejo» que no eran más que réplicas de las cuentas bancarias, con los mismos titulares y condiciones, pero con la diferencia de que se abren en una oficina distinta a la que se encuentra la original. Los bancos abrieron cuentas espejo fuera de las cuatro provincias catalanas, pero ni aun así pudieron evitar la fuga de depósitos hasta que decidieron cambiar su domicilio social fuera de Cataluña. Aún no conocemos la cuantía de los ahorros que salieron de las cuentas de estos tres bancos, pero se imagina mil millonarias.
En 2019, una vez publicada la sentencia condenatoria a los principales responsables del «procés» secesionista, la plaza de Urquinaona en Barcelona se convirtió en un campo de batalla entre los ahora en proceso de blanqueamiento Comités de defensa de la República (CDR) y la policía. Afortunadamente no hubo muertos como en la Chiapas mejicana de 1994 pero las imágenes eran de una violencia extrema. La violencia del separatismo en Cataluña hasta ese momento y aún después ha seguido un modelo de violencia blanda basada en el señalamiento, principalmente etnolingüista, del castellano parlante. Probablemente uno de los mejor documentados dosieres que ilustran esto es el IDAP (índice de documentación audiovisual del procés).
En puertas de una abyecta amnistía y sobrevolando un referéndum de autodeterminación, no sólo los ahorradores sino también empresas que regresaron a Cataluña tras una aparente disolución del respaldo independentista vuelven a plantearse dónde moverse y dónde poner a salvo sus ahorros. Los datos para tales preocupaciones no son menores. Por ejemplo, aunque la sede social del Banco Mediolaum esté ahora en Valencia, toda su web corporativa está orientada a la ubicación en Barcelona. Basta consultar la opción de «¿Dónde estamos?» para que, por defecto, el propio banco señale la «Avinguda Diagonal, 668-670» de Barcelona. Ni que decir tiene que los documentos a firmar por los clientes en sus operaciones con el banco y su domicilio de correspondencia mantienen ese domicilio; es el caso tanto de la guía de bienvenida como de las claves de seguridad con las que operar en banca electrónica. En el caso de Caixabank, su importante servicio de estudios sigue teniendo su domicilio en la Avenida Diagonal, 629 de Barcelona y allí mismo se registra el depósito legal de sus publicaciones como, por ejemplo, el influyente «Informe mensual». Finalmente, la correspondencia que mantiene con sus clientes el Banco Sabadell sigue siendo la del Polígono Industrial Can Sant Joan-Sena, 12 de Sant Cugat del Vallês. Esta es la realidad.
Clientes, analistas y ahorradores en general, estamos sobre aviso.
*José Manuel Cansino es Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, profesor de San Telmo Business School y académico de la Universidad Autónoma de Chile / @jmcansino