El cohete Miura y las fresas
No habrá que esperar mucho para que los freseros de Huelva desarrollen unos cultivos aún más eficientes con la información que reciben de satélites puestos en órbita a pocos kilómetros de sus invernaderos
Desde que la pandemia mostró las muy diversas caras del poliedro de la dependencia europea, la UE levantó la bandera de la pugna por su autonomía en innumerables campos. Uno de ellos es el aeroespacial que supone no sólo tener la capacidad de desarrollar satélites con tecnología propia sino, además, lanzaderas que los pongan en órbita.
Hasta ahora sólo nueve países tenían capacidad completa de construir y operar lanzaderas. Estos países eran Estados Unidos, Rusia, China, Japón, Francia, Italia, India, Corea del Sur y Nueva Zelanda. Desde la semana pasada España ha entrado en este selecto club con un prototipo de lanzador con nombre de toro bravío –Miura 1– que en dos años más pondrá satélites en nivel orbital con la lanzadera Miura 5.
La entrada en este selecto club viene de la mano de la empresa PLD Space, alejada de los grandes centros financieros y con tres sedes casi más propias de la España interior; Teruel, Huelva y Elche. Efectivamente, alejada de los grandes centros financieros pero muy cerca de uno de los centros tecnológicos españoles con mayor tradición, pero muy poco conocidos; el INTA, acrónimo del Instituto Nacional de Tecnología Aeroespacial desde cuya base despegó el Miura 1 para luego amerizar en la costa onubense.
El sector aeroespacial europeo (satélites y lanzaderas) genera actualmente unos 12.000 millones de euros anuales de facturación a nivel de la UE. Lo vertiginoso de su próximo desarrollo se adivina con sólo ver la cifra de los satélites que se espera orbiten la Tierra en los próximos años; más de 44.000 según la información proporcionada por Jonathan C. McDowell y que la propia Comisión Europea toma como creíble.
La mayor parte de los satélites en órbita son de uso civil, aunque la inversión más importante procede de las operaciones de defensa. En realidad, es una verdad a medias pues tanto la tecnología como los usos de la información generada son duales, esto es, útil tanto para actividades comerciales y de investigación como de defensa. Baste para ello señalar el papel que las empresas americanas Planet Lab y Maxar juegan en el uso de los satélites que orbitan en la constelación Starlink desplegada por Space X. La información está siendo de gran ayuda para la defensa de Ucrania. Space X tendrá unos 12.000 satélites orbitando el Planeta en breve; apenas un poco por detrás de la mayor de todas las desarrolladas hasta ahora (la Guangwang desplegada por la empresa china GW) pero por delante de la desplegada por Amazon (casi 7.800 satélites).
El éxito de la española PLD Space, aun siendo un incuestionable hito, debe ser puesto en perspectiva. Cuando el lanzador orbital Miura 5 esté plenamente desarrollado en 2025, podrá transportar satélites en un mismo lanzamiento con un peso conjunto de entorno a media tonelada. Cada lanzamiento de satélites Starlink (con un peso unitario promedio de 260 kgs) pone en órbita una batería de 60 satélites con su lanzadera Falcon 9. Se estima una media de tres lanzamientos por semana a nivel mundial. De momento, PLD Space espera alcanzar unos catorce lanzamientos al año con un coste de menos de 5 millones de euros por lanzamiento. Hasta ahora ha logrado una financiación de 65 millones de euros y necesita otros 60 hasta completar el desarrollo del Miura 5.
La empresa aeroespacial española tiene una importante ventaja; la base de lanzamiento del INTA ubicada en el Arenosillo (Huelva) cuenta con casi doscientos días al año en los que las condiciones climáticas son favorables a los lanzamientos. Algo de lo que no disponen muchos de los competidores.
Hasta el momento los programas espaciales más ambiciosos han sido los desarrollados por EE. UU., Rusia y China. Otros países activos en este sector son Irán, Singapur e Israel. Ni que decir tiene la importancia que disponer de satélites supone en los conflictos bélicos que en este momento están activos –especialmente en los lanzamientos y abatimientos de drones–. Sin embargo, los usos civiles están teniendo un desarrollo igualmente exponencial, no sólo en el sector del transporte y la logística sino también, por ejemplo, en la agricultura. Pensemos en la utilidad que en este momento prestan ya los usos agrícolas de estos satélites para la aplicación de técnicas de precisión del agua en los regadíos. No habrá que esperar mucho para que los freseros de Huelva desarrollen unos cultivos aún más eficientes con la información que reciben de satélites puestos en órbita a pocos kilómetros de sus invernaderos.
- José Manuel Cansino es Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, profesor de San Telmo Business School y académico de la Universidad Autónoma de Chile / @jmcansino