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Los viticultores franceses sabotean un cargamento de tomates españolesEFE

Los productos españoles, víctimas del boicot francés: ​«Son socios de la UE, pero pretenden tener un estatus diferente»

A pesar de que las grandes cadenas y el Gobierno de Macron intervienen los precios, los agricultores galos sabotean los camiones con mercancía de origen español

Los agricultores franceses han vuelto a las andadas. Este jueves, medio millar de viticultores se plantaron en el antiguo paso fronterizo de Le Perthus, al norte de La Jonquera, para saquear los camiones que transportaban productos españoles al país vecino. Bajo la excusa de proteger el vino francés, los sindicalistas destruyeron todo lo que encontraron a su paso ante la impasible mirada de los gendarmes. A pesar de atentar contra la libre circulación de mercancías, se trata de un modus operandi bastante habitual que suele contar con la indiferencia –cuando no la aquiescencia– de las autoridades francesas.

No se trataba de una concentración espontánea. El Sindicato de Viticultores de Aude había emplazado a los agricultores en el parque de Exposiciones de Narbona para dirigirse a la localidad fronteriza, en un trayecto de 95 kilómetros. En sus remolques llevaban enormes ruedas de tractor y otros materiales para formar los piquetes en una carretera usada diariamente por centenares de camioneros cada día. Allí, cerraron el camino a la altura del peaje y fueron identificando uno a uno a los camiones que transportaban productos españoles derramando el contenido.

En el 1994, con tránsito libre de mercancías, fueron las fresas de Huelva. Miles de camiones que transportaban este producto fueron destruidos ante la indiferencia de París y de Bruselas. En 2014, ya bajo el marco comunitario, el Gobierno francés se sacó de la manga una ecotasa de 200 euros para los camioneros españoles que cruzasen Francia. Otros incidentes se repetirían en 2016 y 2017: verduras, naranjas de Valencia… Y ahora el vino otra vez. O eso dicen los organizadores del boicot, ya que la primera 'víctima' de estos viticultores fueron unos tomates que acabaron desparramados por el asfalto.

«No es comprensible. En el caso del vino estamos a niveles similares a otras campañas y no ha ocurrido nada extraordinario con nuestras exportaciones», señala Andrés Góngora, responsable de Sectores Agrícolas de Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG). «El concepto de proteccionismo del mercado francés no está bien entendido: son socios de la UE, pero pretenden tener un estatus diferente», añade.

No le falta razón. En los últimos años el Gobierno francés ha mostrado un importante intervencionismo en el sector de la alimentación. Al tiempo que persigue el uso de emblemas nacionales en envases de productos procedentes de otras latitudes, obvia las denominaciones de origen de productos extranjeros –como el jamón ibérico pata negra–.

Ahora, con una inflación disparada por la invasión rusa de Ucrania, el Ejecutivo de Emmanuel Macron ha decidido intervenir el precio de más 5.000 productos para evitar la reduflación y las subidas. Y lo ha hecho con el beneplácito de las grandes cadenas, que se están viendo beneficiadas con una pegatina patriótica en aquellos alimentos afectados por la congelación –de precios, se entiende– mientras el ministro de Economía Bruno Le Maire acusa a los fabricantes de «poder haber hecho más» para contener la escalada. Estos, por su parte, trasladan la caída de ingresos a los productores.

Este asunto, precisamente, perjudica a agricultores franceses y españoles por igual. Miguel Padilla, secretario general de COAG, recuerda que la «crisis de rentabilidad» que sufren los productores franceses también se está padeciendo en nuestro país. «Se trata de una estrategia meramente comercial: se buscar apartar a los productores españoles del mercado comunitario cuando los verdaderos responsables son las cadenas de distribución, principalmente francesas, que abusan de su posición de dominio en el mercado para imponer precios por debajo de los costes en el campo», revela.

En teoría, los productores son libres de vender su género al precio que quieran en libre mercado, pero la práctica demuestra que es el comprador el que realmente decide sobre el precio ante la ausencia de un marco regulatorio. En los últimos años se ha producido un proceso de concentración de supermercados que ha terminado con cuatro o cinco grandes cadenas con un potencial de compra muy importante.

Las grandes cadenas siempre van de la mano en sus ofertas a los productores

Al final son estos gigantes de la alimentación los que imponen el precio ante el riesgo para el productor de perder la materia prima. ¿Se puede hablar de una situación de monopolio? «No, pero se parece mucho», afirma Góngora, que reconoce que, «aunque no hemos podido demostrar que se pacten precios, siempre van de la mano en sus ofertas».

Por eso, este responsable de COAG no se explica que las críticas de los agricultores franceses: «Es un problema de su industria, no tiene sentido quejarte en la frontera de un origen concreto». «¿Qué pasa con la producción de otras zonas de Europa? Vaciando un camión o atacándonos en la frontera se desvía la atención, lo que viene muy bien al Gobierno francés», reflexiona.

«Queja formal»

Desde COAG reclaman al Ministerio de Agricultura que realice una queja formal ante el Ejecutivo francés «por su desidia ante los recurrentes ataques» a los productos españoles. «Si nuestra denuncia no viene acompañada de una respuesta contundente del Gobierno, vamos a llegar a poco. Por eso pedimos al Agricultura y Exteriores que se posicione», afirma Góngora.

De momento, tanto Moncloa como ambas carteras guardan silencio. Solo fuentes del departamento de Luis Planas, el único que ha mostrado cierta sensibilidad con el sector primario, han condenado unos ataques «que atentan contra la libre circulación de mercancías en el seno de la Unión Europea y que perjudican los intereses de los afectados».

No obstante, casi todos los gobiernos españoles han sido bastante tibios a la hora de denunciar las tropelías de los agricultores franceses ya que el país vecino es, con mucha diferencia, nuestro principal socio comercial. Solo en 2022, España exportó bienes por valor de 39.118 millones de euros, con un superávit comercial de más de 13.000 millones de euros. Ya veremos si Sánchez también baja la cabeza.