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Fernando RayónMucha tela

Repsol, Ortuzar y Josu Jon Imaz

No hay más que leer los terminales mediáticos del PNV para darse cuenta de por dónde van los tiros

Lu Tolstova

«Esto está hecho». Las palabras de Andoni Ortuzar sonaron al otro lado del teléfono como si acabara de tomar El Álamo. Al otro lado del hilo Joseba Aurrekoetxea, otro burukide (miembro del comité ejecutivo del PNV) cerraba el puño en señal de triunfo. Y es que, mientras el PSOE y Junts iban y venían con la firma de su pacto de legislatura, el Partido Nacionalista Vasco «a la chita callando, como hay que hacer las cosas» preparaba su traca final. La negociación no había sido fácil. A diferencia de Puigdemont, centrado en la amnistía, los nacionalistas vascos estaban «en lo que hay que estar: en las cuentas y en los dineros, que lo otro ya vendrá después…». Y como siempre, la estrategia les ha dado buenos resultados, al menos para ellos. Pero antes de entrar al tema, quedaba la puesta en escena, que no podía ser de cualquier manera.

Los jeltzales (los representantes del PNV) no querían a un Bolaños pactando con Junqueras una quita del 20 % de la deuda: 15.000 millones de euros; ni tampoco a Santos Cerdán –al que por cierto le tienen cogida la matrícula en Navarra– en una habitación del Sofitel de Bruselas para verse con Carles Puigdemont. La firma debía ser con el propio Pedro Sánchez y en Moncloa o en el Congreso de los Diputados. Y sonriendo el doble que a los de EH Bildu. Por aquello de las comparaciones. Y así fue. Pero vamos con la pasta.

No hay más que leer los terminales mediáticos del PNV para darse cuenta de por dónde van los tiros. Es verdad que el titular era el «compromiso de negociar de buena fe y sacar adelante un acuerdo», tanto en Euskadi como en las Cortes estatales, «siendo posteriormente ratificado por el pueblo vasco». Un nuevo salto en el autogobierno en un proceso que culminaría en dos años; pero los sumarios del acuerdo van por donde van. Y no era una cosa menos importante que la otra.

Las diez páginas en cuestión incluyen más de treinta transferencias: prevalencia de los convenios vascos sobre los estatales (recuerden que el PNV votó por ello en contra de la reforma laboral de Yolanda Díaz); la capacidad de fijar el aumento salarial de los funcionarios; que todos los proyectos de ley que afecten a las competencias vascas incluirán una cláusula foral por la que no se puedan imponer leyes como la de vivienda…

Pero las joyas del acuerdo se centran en dos puntos: que el Gobierno Vasco podrá fijar las tasas de reposición en las Ofertas Públicas de Empleo y sueldos de los funcionarios y empleados públicos «también en Navarra». Y que «Navarra recibirá en el plazo de seis meses las competencias de I+D+i y la de becas». ¿Creen que el Gobierno navarro ha dicho algo al respecto? Nada. Quizá Santos Cerdán estaba muy liado negociando con Puigdemont.

Queda por ver si Escrivá sigue diciendo que tocar el régimen de la Seguridad Social es anticonstitucional

Pero hablaba de dos joyas de la corona. La segunda es quizá la más importante. Es el traspaso de la gestión del régimen económico de la Seguridad Social. Salta así por los aires el gran pacto de solidaridad entre todos los españoles. Si ya sabíamos que no todos éramos iguales, ahora lo podremos constatar gracias a la propia Seguridad Social. Queda por ver si el ministro José Luis Escrivá sigue diciendo que tocar el régimen de la Seguridad Social es anticonstitucional.

Dos joyas, sí, pero también una guinda. Y ésta hace referencia a la capacidad fiscal de las haciendas forales para gestionar el mínimo que se fije para las grandes multinacionales. Alguien podría pensar que estas cosas se escriben para no cumplirlas, pero los nacionalistas, que tienen elecciones autonómicas el próximo año, también saben que por muy preferentes que les diga Pedro Sánchez que son, necesitan vender para esa campaña resultados, y no solo del autogobierno como también para sus empresas. Y aquí aparece Repsol.

Andaba Josu Jon Imaz, consejero delegado de Repsol muy flamenco, anunciando que se llevaría sus negocios fuera de España si el Gobierno mantenía su impuestazo a las energéticas y la banca; luego que si dejaba en suspenso sus inversiones en España. Sorprendían estas declaraciones en un ejecutivo con tantas horas de vuelo en la política.

Pero las amenazas se confirmaron al paralizar 1.500 millones de inversión en Bilbao, Tarragona y Cartagena. La noticia sentó especialmente mal al Gobierno Vasco y a su presidente Iñigo Urkullu, antiguo amigo de Imaz, pues quedaba en suspenso la construcción de una planta industrial de combustible sintético en Petronor. Aquello ya no era un farol.

Repsol es el peor valor del Ibex 35 desde que comenzó el último trimestre del año

Los mercados sin embargo analizan hoy otros frentes pues el anuncio de nuevos resultados en la petrolera podría confirmar sus malas expectativas. Repsol es el peor valor del Ibex 35 desde que comenzó el último trimestre del año. La cotización ha perdido un 13,1 % desde el 30 de septiembre y un 6,37 % desde que el 26 de octubre presentó las cuentas del tercer trimestre.

Las cosas no van bien, y aunque el Gobierno ha autorizado a Repsol el desmantelamiento del último yacimiento de petróleo en Ayoluengo (Burgos); y Amancio Ortega va a invertir 800 millones en renovables en una cartera de Repsol (el 49 %), Imaz necesita algo más. Y aquí aparece el acuerdo Sánchez-Ortuzar en todo su esplendor.

No es el nacionalismo un histórico amigo de la libertad de mercado pese a los grandes empresarios que siempre salieron del País Vasco. Ya se sabe que el liberalismo era pecado. Pero tampoco es menos cierto que aquellas vacaciones fiscales vascas supusieron una condena de mucha pasta al Reino de España por parte de la Unión Europea que no se puede repetir: con acuerdo o sin acuerdo.

Pero ni siquiera los cinco votos de la investidura garantizan las ayudas que impidan la competencia de las empresas. Los próximos meses serán claves para Repsol y su consejero delegado; pero también veremos si el impuestazo rige en el País Vasco o no. Se admiten apuestas.