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José Manuel Cansino

Fertilizantes: otro desafío para el campo español

Son los responsables de la emisión de 14,5 millones de CO2, prácticamente la mitad de las emisiones de todo el sector agrícola

España es la nación que más fertilizante fosfórico vierte en sus suelos situándose en cuarta posición en relación a la cantidad de fertilizante nitrogenado, sólo detrás de Francia, Alemania y Polonia.

La gran fuente de emisión de gases en la agricultura son los fertilizantes. Son responsables de la emisión de 14,5 millones de toneladas de CO2 equivalentes, es decir, prácticamente la mitad de las emisiones de todo el sector agrícola.

El gran desafío en el proceso de descarbonización aplicado al sector agrario es, por tanto, reemplazar los fertilizantes fabricados con elevada huella de carbono por los denominados fertilizantes sostenibles sintéticos. Para su fabricación se utiliza amoniaco verde que se obtiene sustituyendo idealmente el hidrógeno procedente –principalmente– del gas natural por hidrógeno verde.

Como es sabido, el amoníaco es el cimiento de la industria de fertilizantes nitrogenados. Más del 80 % de la producción de amoniaco es utilizada en la fabricación fertilizantes, tanto para aplicación directa o convertido en una variedad de fertilizantes nitrogenados sólidos y líquidos. No obstante, sustituir el amoniaco obtenido a partir de hidrógeno gris (un proceso muy contaminante) por el hidrógeno verde para fabricar fertilizantes bajos en emisiones supone un muy fuerte reto para la industria. Lograrlo o no repercutirá directamente en los agricultores y en el precio de la cesta de la compra de todos.

Actualmente la diferencia de coste entre uno y otro tipo de hidrógeno es muy significativa. El hidrógeno gris obtenido a partir del reformado de combustibles fósiles tiene un coste de producción de 1,64 euros por kilogramo (€/kg) de hidrógeno mientras que el hidrógeno verde obtenido mediante electrólisis de agua de 5,4 €/kg asumiendo una equivalencia energética de 39 kilovatios hora por cada kilogramo de hidrógeno producido. La Agencia internacional de la Energía maneja proyecciones según las cuales en sólo siete años el coste de producción del hidrógeno verde se reducirá en un 67 %. Unas previsiones verdaderamente llamativas si analizamos la velocidad de mejora de cualquier tecnología.

Pero hay otras dos cuestiones nada menores que deben ponerse sobre la mesa cuando se aborda la transición desde los fertilizantes convencionales por los fertilizantes bajos en emisiones. Estas dos cuestiones son la pugna por los recursos hídricos y por la superficie.

Un kilogramo de hidrógeno verde consume 9 litros de agua pura lo que supone unos 15 litros de agua bruta (sin purificar). ¿Hasta dónde se puede recorrer este sendero con unas autoridades políticas que están determinadas a cancelar cualquier infraestructura de interconexión entre los recursos hídricos de la España húmeda y la España seca? ¿Sólo es posible a través de la construcción de desaladoras?

Pero la pugna por la ocupación del espacio no es menor. Para que el hidrógeno necesario para la fabricación de fertilizantes se catalogue como renovable o verde, debe ser obtenido con energía limpia. Tomemos como ejemplo la proveniente de una planta fotovoltaica. La mayoría de los promotores fotovoltaicos para instalar una planta de hasta 10 megavatios en el terreno objeto su proyecto, están interesados en localizar superficies de más de 20 hectáreas.

En definitiva, un desafío muy importante en mitad de una pugna geoeconómica por los recursos agroalimentarios como la que desarrollan potencias como Rusia y China en África o en Hispanoamérica.

  • José Manuel Cansino es catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, profesor de San Telmo Business School y académico de la Universidad Autónoma de Chile / @jmcansino