El salario mínimo, la propuesta de la CEOE y el descoloque de la izquierda
Los empresarios han devuelto este asunto crucial para la economía al diálogo social del que nunca debió salir
La deseable reconstrucción de los puentes entre el Gobierno y el sector privado nunca será posible si Yolanda Díaz no se atiene a lo pactado por patronal y sindicatos en el marco del diálogo social. Todos lo saben, pero nadie contaba con que la CEOE sería la primera en mover ficha para subir el Salario Mínimo Interprofesional en 2024, después de no acudir ni siquiera a la última reunión con Trabajo cuando se decidió el último aumento.
La patronal ofrece incrementarlo en un 3 % hasta 1.112 euros anuales en 14 pagas y pone una condición a todas luces, justa: el Gobierno debe actualizar los precios de la contratación pública un 47 %, lo mismo que ha subido el SMI en este último lustro. La propuesta de Garamendi se sitúa por debajo de los 1.200 euros pretendidos por CCOO y UGT, y a años luz de los 1.545 euros que filtró Yolanda Díaz y que más que una propuesta parecía una provocación. Pero hay una cosa segura; esta vez nadie podrá dejar a los empresarios fuera de las negociaciones si acaso existía la tentación de hacerlo.
La pregunta reside, no obstante, en si el horno de la economía está para este bollo. Pensemos que la subida del salario mínimo no supone algo muy distinto a una subida de impuestos encubierta, que beneficia a un pequeño porcentaje de trabajadores pero perjudica al resto. Los cinco aumentos aprobados hasta ahora también han representado una losa añadida para miles de autónomos con empleados a cargo.
Pocas pymes y micropymes cuentan con el músculo financiero necesario para hacer frente a los costes salariales derivados de una decisión que responde a criterios más políticos que económicos. Del mismo modo, la medida tiene efectos negativos en el paro juvenil, uno de los mayores problemas que acarreamos como país, ya que 4 de cada 10 desempleados de menos de 25 años en Europa son españoles.
Numerosos estudios económicos han demostrado que las subidas del SMI acaban expulsando del mercado laboral a los más vulnerables, que son precisamente a quienes se quiere proteger. Por poner un ejemplo cercano en el tiempo, la instauración de un salario mínimo de 15 dólares por hora en la hostelería de Nueva York llevó aparejada la mayor caída en el empleo del sector desde el 11-S.
Las subidas del SMI acaban expulsando del mercado laboral a los más vulnerables
Pero no abundemos más en ello, que ya vamos asumiendo que la ministra de Trabajo centrará su nuevo mandato en tres ejes, según lo avanzado: la subida del Salario Mínimo Interprofesional, el encarecimiento del despido y la reducción de la jornada laboral. Por mucho que la última EPA demuestre que la creación de empleo perdió impulso en el tercer trimestre del año lastrada por la ralentización de la actividad. Por mucho que el incremento de las horas trabajadas fuera menor que el del número de ocupados.
La economía española sufre un problema estructural de productividad y si queremos seguir creciendo, tendríamos que hacer lo imposible para que ésta se incremente de manera sostenible. Eso se logra con reformas y flexibilidad, no con abruptas subidas del salario mínimo que empobrecen a las empresas e incentivan la economía sumergida.
La mejor estrategia sería acordar una senda gradual para el SMI que permita mantener el poder adquisitivo de los trabajadores y a continuación, evaluar su impacto en el mercado laboral. Y ya puestos a pedir, también estaría bien diferenciarlo por edades o incluir un complemento autonómico porque los 1.080 euros actuales de Madrid o Barcelona en nada se parecen a los 1.080 euros de Badajoz o Albacete.
Mas llegados a este punto, siendo prácticos, nos conformamos con que cada subida se acuerde entre todos los interlocutores sociales y no sólo entre el Gobierno y los sindicatos como sucedió el pasado enero. Lo mínimo que cabe esperar. Por eso es importante que haya sido la CEOE la primera en mostrarse dispuesta a que el salario mínimo se aumente un 3 % hasta 1.112 euros, devolviendo este asunto crucial para la economía al diálogo social del que nunca debió salir. Más allá de que la juzguen insuficiente, su propuesta ha descolocado a la izquierda. Muy probablemente eso signifique que esta vez sí han acertado en el número 50 de la calle Diego de León.