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Diego Barceló

Milei va a por todas (y bien que hace)

En su discurso del 1 de marzo ratificó la defensa a ultranza de unos valores fundamentales: la vida, la propiedad privada y la libertad

Cada 1º de marzo comienza el período ordinario de sesiones del Congreso argentino. Más allá de iniciar el curso político, es la ocasión en la que el presidente habla a ambas cámaras y fija su agenda. Esta vez, el aliciente extra es que era el primer discurso de Javier Milei inaugurando estas sesiones. Como si eso no bastara, circularon todo tipo de rumores sobre medidas que se anunciarían, expectativa que creció al decidirse cambiar el horario del acto: en lugar de hacerse al mediodía, como era costumbre, se haría a las 21:00, para que todos pudieran verlo en directo. El seguimiento fue similar al de un partido de la Selección Argentina en un Mundial; eso quiere decir algo enorme.

El discurso no defraudó, aunque los rumores se comprobaron falsos. Milei ratificó la defensa a ultranza de unos valores fundamentales: la vida, la propiedad privada y la libertad. Citó al premio Nobel Milton Friedman y, para despejar cualquier improbable duda, dijo que Argentina necesita más capitalismo y más libertad.

Milei repasó la herencia recibida («Luego de más de 100 años de modelo empobrecedor, los últimos 20 años han sido un desastre económico, con una orgía de gasto público, emisión descontrolada y la peor herencia que un gobierno haya recibido») y acusó al kirchnerismo de haber convertido el aparato estatal en una maquinaria ineficiente adrede pero funcional a sus negocios particulares («El Estado es una asociación criminal diseñada para que detrás de cada trámite haya una coima para el político de turno»; «La creación de universidades públicas se ha convertido en un negocio más de la política y en algunos de esos establecimientos proliferan currículas abiertamente de izquierda»; «La casta privilegiada vive como si fueran monarcas, hay una vulgaridad del despilfarro, un esquema consciente y planificado»).

El capítulo de propuestas tiene dos partes. Una es un paquete de proyectos «anticasta», que incluye el cierre de la agencia de noticias oficial (que actuó como una herramienta de propaganda kirchnerista), pena de prisión para los funcionarios que consientan la emisión monetaria para financiar gasto público, el fin de la financiación pública a los partidos políticos, un golpe al poder sindical (limitación de sus mandatos a una única reelección y prioridad de los convenios colectivos de empresa), límites al número de asesores de los legisladores, prohibir ser candidatos a cargos electivos a personas condenadas por corrupción en segunda instancia y la supresión de las jubilaciones vitalicias para el Presidente y Vicepresidente de la Nación.

Lo medular es la propuesta a los gobernadores (equivalen a presidentes autonómicos) de un «Pacto de Mayo», que se firmaría el 25 de ese mes (214º aniversario de la constitución del primer gobierno criollo), para alinear la acción de los gobiernos nacional y provinciales en torno a 10 ejes: 1) inviolabilidad de la propiedad privada; 2) equilibrio fiscal; 3) reducción del gasto público al 25% del PIB (ahora ronda el 40%); 4) reducción de la presión impositiva; 5) nuevo sistema de financiación provincial; 6) explotación de los recursos naturales; 7) reforma laboral liberalizadora; 8) reforma de pensiones con la posibilidad de aportar a un sistema privado; 9) reforma política; 10) apertura del comercio exterior.

El Pacto tiene una condición: la aprobación previa en el Congreso de la «Ley de Bases», que el gobierno de Milei presentó y luego retiró, cuando las exigencias de unos y otros grupos habían desnaturalizado el proyecto. La «Ley de Bases» incluye 664 artículos con todo tipo de liberalizaciones. Si se aprobara la Ley, su impacto sería tal que la importancia del «Pacto de Mayo» sería más simbólica que real. Los gobernadores tienen un incentivo para aceptar la condición: a cambio, obtendrían un auxilio financiero, que les aliviaría la asfixia que sufren ahora.

Hace apenas cuatro años, Milei era un polémico economista que gritaba en TV; hace dos años empezaba su andadura como diputado; desde diciembre, es Presidente de la Nación. Su ascenso meteórico y su triunfo sobre el todopoderoso peronismo, hacen que resulte comprensible que Milei repitiera que «en la batalla no importa el número de soldados, sino las fuerzas que vienen del cielo».

«Pido a los argentinos paciencia y confianza. Vamos por el camino correcto. ¡Viva la libertad, carajo!», dijo al cierre. Si logra todo lo que se propone habrá que admitir que cuenta con ayuda del más allá.

  • Diego Barceló Larran, director de Barceló & asociados (@diebarcelo)