Veinte años del día en el que se truncó la economía española
Aznar recogió una economía en unas pésimas condiciones, con cuatro devaluaciones de la peseta en apenas tres años, un déficit público del 7 % del PIB y una deuda pública del 70 % del PIB
El pasado lunes se cumplieron veinte años de la masacre de los atentados de Atocha, que, pese a la sentencia, seguimos sin comprender bien. El actual Gobierno, al igual que el que accedió al poder en 2004, responsabilizó indecentemente al gobierno del presidente José María Aznar de dichos atentados, simplemente por apoyar la lucha por la libertad en Iraq, acusándolo, además, de mentir.
Con independencia de que sigue habiendo dudas razonables que impiden, pese a la versión oficial, excluir a ETA de la participación de alguna manera en aquella masacre, la autoría etarra fue la lógica que pensamos todos los españoles en aquel momento. De hecho, Ibarreche dijo algo así como «no son vascos, son alimañas», al comentar los atentados, y El País tituló su edición especial del once de marzo de 2004 como Matanza de ETA en Madrid. Ahí está la hemeroteca. El Gobierno de Aznar pudo cometer errores, pero no mentir, porque nunca un ministerio del Interior ha dado más datos en tiempo real sobre las investigaciones que entonces.
Quizás eso fue un error producido por el miedo a que se dijese que algo se pretendía ocultar de cara a las elecciones. Un error dentro de lo que pareció una gran trampa en la que cayó el Gobierno de Aznar, aprovechada por sus adversarios para sitiar su sede, incumplir la jornada de reflexión y darle la vuelta a un resultado electoral que nadie esperaba.
Pues bien, además del horror del atentado, que es lo irremediable, pues se perdieron casi doscientas vidas, con miles de heridos y de familias destrozadas, tres días después, un día como hoy, catorce de marzo, de hace veinte años, el resultado electoral suponía un punto de inflexión en la economía española.
Dicho punto de inflexión hacía pasar a la economía española de una tendencia creciente, de ganancia de importancia y de convergencia con las principales economías del mundo, a otra muy distinta, donde el espíritu de superación quedó relegado y la economía perdió su afán de superación y mejora.
Hay que recordar que Aznar recogió una economía en unas pésimas condiciones, con cuatro devaluaciones de la peseta en apenas tres años, un déficit público del 7 % del PIB, una deuda pública del 70 % del PIB, una tasa de paro de alrededor del 25 %, con sólo doce millones de personas trabajando, los mismos que en 1976, incumpliendo los cinco requisitos de convergencia para formar parte del euro.
Los años de Aznar transformaron la economía española: se recortó el gasto sobrante, con la participación indispensable del profesor Barea; se cumplieron todos los requisitos y se logró ser socio fundador del euro; y se realizaron un conjunto de reformas estructurales que aumentó el crecimiento potencial de la economía española, con un crecimiento sostenido del entorno del 5 % durante muchos años de dicho período, creciendo por encima del 2 % en los primeros años del S. XXI cuando las principales economías europeas entraban en recesión.
El PIB per cápita de los españoles aumento hasta llegar muy cerca de la media de la UE
Se agilizó e hizo eficiente el elefantiásico sector público empresarial español y se privatizó, dando origen al despegue internacional al máximo nivel de muchas de las grandes compañías españolas, como Telefónica. Se crearon cinco millones de puestos de trabajo y aumentó el PIB per cápita de los españoles, hasta llegar muy cerca de la media de la UE de entonces.
Todo ello, fue posible desde la convicción en la aplicación de una política reformista, de austeridad presupuestaria e impuestos bajos, que apostaba por el crecimiento y el esfuerzo en lugar de por el subsidio. Una política económica que no le ponía límites al crecimiento español, a sus posibilidades, a su desarrollo.
Todo esto se truncó aquel catorce de marzo de 2004 con la inesperada victoria de Zapatero, que aplicó una política económica diametralmente opuesta, que arruinó España hasta dejarla al borde de la quiebra, con más de tres puntos de PIB de déficit sin contabilizar, con retraso en el pago a proveedores, con la deuda doblada y más de seis millones de parados que originó su política, siendo lo peor la destrucción del reformismo económico que había impulsado a España hasta las cotas más altas de su desarrollo. Rajoy recibió un país en ruina y lo estabilizó e hizo recuperar el crecimiento, pero no logró recuperarse un verdadero proyecto de reformas económicas, con algún destello aislado muy positivo, como la reforma laboral de 2012.
Sánchez apuesta por la economía del subsidio, que elimina toda capacidad para prosperar
Con Sánchez, todo ha volado definitivamente por los aires. Él solo apuesta por la economía del subsidio, que elimina toda capacidad de las personas para prosperar; interviene la economía, para controlar las empresas y el mercado; no crea las bases para que se cree empleo privado, sino que solo crea empleo público y genera artificios estadísticos para abultar el empleo privado. El déficit ha sido recurrente en él –se felicita ahora por un déficit del 3,9 % para 2023, cuando ha recaudado miles de millones de euros adicionales por la inflación y lo ha dedicado a elevar más el gasto de forma elefantiásica– y la deuda la ha incrementado exponencialmente.
Hoy hace veinte años que la economía española –y no solo la economía– dejó de girar en el sentido correcto, con un breve aunque limitado espejismo de recuperación entre 2012 y 2018. Hoy hace veinte años que se truncó el reformismo económico que nos convirtieron en el asombro del mundo, que aumentaron la riqueza y prosperidad de España. Veinte años perdidos para la economía española, pero que todavía, cuando la tenebrosa era de Sánchez haya pasado, puede recuperar. Confiemos en ello mientras recordamos tristemente que hoy, hace veinte años, se acabó con el espíritu reformista económico español.
- José María Rotellar es profesor y director del Observatorio Económico de la Universidad Francisco de Vitoria