Los impuestos aceleran la inflación
Estos ritmos altos de inflación se producen sobre niveles de precios muy elevados alcanzados en los meses anteriores, con lo que sigue mermando el poder adquisitivo de los agentes económicos
La inflación no termina de ceder. Así, el IPC general crece un 0,4% intermensual, y la subyacente crece, en el mismo período, un 0,5%, acelerando ambas su crecimiento mensual. En términos interanuales, se desacelera el índice general, al crecer el IPC un 3,4% interanual, pero por mero efecto base, pues mensualmente sigue creciendo el mencionado 0,4%, una décima más que el mes anterior, y la subyacente, se acelera, al crecer un 3%, lo mismo en interanual que el mes anterior, pero una décima más (0,5%) mensual que el mes anterior.
Lo grave es que estos ritmos altos de inflación se producen sobre niveles de precios muy elevados alcanzados en los meses anteriores, con lo que sigue mermando el poder adquisitivo de los agentes económicos. Si con la desaceleración del crecimiento interanual de los últimos meses sucedía eso, pues seguía creciendo, aunque a menor ritmo, ahora que no sólo es que no crezca, sino que, además, se acelera ese incremento de la inflación intermensual, la situación empeora, tal y como ya pudimos comprobar ya en los datos de marzo, abril y mayo.
Eso provoca que desde que gobierna Sánchez la inflación haya subido un 19,71%, mientras que la subyacente, durante su mandato, lo haya hecho un 17,50%. Esto merma renta disponible a los agentes económicos, que se empobrecen, especialmente las familias, afrontando, con los ahorros generados durante la pandemia ya gastados, un horizonte muy difícil, en el que la mitad de los españoles tiene dificultades para llegar a fin de mes, mientras el Gobierno los sigue endeudando y asfixiando con impuestos.
Siempre fue falso que en España se controlase mejor la inflación: fuimos donde más creció antes y donde vuelve a crecer, de nuevo, más que en la UE (3,6% el armonizado de España frente al 2,5% de la eurozona, con un crecimiento intermensual nacional que dobla el de la zona euro), sólo mitigada en medio por un efecto artificial.
Así, una vez eliminadas la mayor parte de subvenciones que camuflaban la evolución de los precios, se ve cómo estructuralmente España sigue teniendo un problema de inflación. Es más, una vez que eliminó esas ayudas y la rebaja de impuestos, la inflación ha subido: el índice a impuestos constantes de junio (último disponible se sitúa 6 décimas por debajo del IPC general una vez que se subieron los impuestos: ahí se ve el efecto negativo inflacionista de los impuestos. Si analizamos la evolución del IPC y del IPC a impuestos constantes, vemos que este último crece menos en tasa interanual a partir de enero de 2024, cuando volvieron a incrementarse los impuestos antes rebajados para combatir el alza de precios. Por tanto, hay un claro componente del aumento de impuestos en el alza de precios.
Además, la preocupante evolución del crecimiento económico, basado en el gasto público (que ha expulsado a la inversión, que se encuentra por debajo de los niveles anteriores a la pandemia), también tensa los precios al alza. El Gobierno, con esa política de gasto desmedido e impuestos elevados, además, dificulta, presionando artificialmente los precios al alza, que se transmita adecuadamente la política monetaria del BCE y hace que vaya a tener que mantenerla durante más tiempo y con mayor intensidad.
Para que la política monetaria tenga un más rápido efecto, requiere, por la parte de la política fiscal, un control férreo del cumplimiento de las reglas fiscales, para poner fin al incremento exponencial de gasto, déficit y deuda, que no puede seguir siendo financiado por el BCE sin fin. Son las bases necesarias, junto con reformas estructurales profundas, para que la economía europea, en general, y española, en particular, salgan de su letargo, anestesiadas por el gasto público, y puedan crear riqueza por sí mismas, sin permanecer estancadas durante años, que, de mantenerse ahí, llevaría al empobrecimiento.