El impuesto de solidaridad de Pedro Sánchez lleva a las grandes fortunas a las sociedades de capital riesgo
No descansan ni en vacaciones. Esta semana la Vicepresidenta Segunda del Gobierno y ministra de Trabajo propuso subir los impuestos a los fondos de inversión y de pensiones con el único argumento de que, como ganan mucho dinero, deben pagar más, como si no supiera que las empresas también tributan a Hacienda por sus beneficios. La propuesta, que tampoco parece una de las ocurrencias de Yolanda Díaz, la hacía en plena negociación del salario mínimo con empresarios y sindicatos. Veremos si lo consiguen.
Pero aprovechando que el Pisuerga pasaba por Valladolid, la ministra volvió a la carga con los impuestos. Y no solo anunció que mantendrá el de las energéticas, grandes compañías, banca y distribuidoras de alimentación, sino que anunció una reforma integral de los impuestos. Como si fuera ministra de Hacienda, y responsable de toda la política económica del Gobierno.
A veces pienso que es mejor que los políticos se insulten en las sesiones de control parlamentarias que escuchar sus argumentarios
El peregrino argumento de la ministra, como decía más arriba, es que tienen enormes beneficios y que eso no se puede tolerar. Y añadía a ese razonamiento una serie de datos a cada cual más falso: «que los hijos y las hijas de las clases medias tienen dificultades enormes para ir a la universidad (…); que hay que encarar la sociedad digital, la emergencia climática y las políticas feministas (…); que el IVA de la sanidad privada y de la educación privada es del 0% (…); ¿Por qué los productos de lujo tienen que tener un IVA reducido?» A veces pienso que es mejor que los políticos se insulten en las sesiones de control parlamentarias que escuchar sus argumentarios porque, cuando los conoces, ya no sabes si hablan de otro país o de uno que solo existe en su cabeza.
También utilizó Yolanda la justificación de la solidaridad. Un razonamiento que, a las pocas horas, le salió rana porque, el mismo día que Expansión publicaba la entrevista con la vice dos, la vice uno, es decir María Jesús Montero -ella sí que es ministra de Hacienda- se reunía a las comunidades autónomas para un nuevo Consejo de Política Fiscal y Financiera. La convocatoria de este año resultó un imposible gracias a los pactos del Gobierno con ERC que obligan, para investir a Salvador Illa, a una financiación singular para Cataluña. «Es hora de salir de un sistema que nos perjudica -dijo la consellera Nuria Más- (…) y crear de manera urgente e inaplazable un sistema específico para Cataluña». ¡Toma solidaridad!
Pero como las empresas españolas, al menos las que no están intervenidas por el Gobierno, van por otro camino. Esta misma semana anunció Mercadona la rebaja de mil productos de sus tiendas. La empresa de Juan Roig lo hace para competir con productos de otros supermercados, especialmente con Carrefour y Lidl. Pero ese coste -150 millones de euros- se lo ahorran los consumidores. Unos suben impuestos y otros los bajan. Y es curioso que siempre lo hagan esas empresas malas malísimas que ganan tanto dinero, Yolanda dixit.
Pero esto de subir impuestos un día sí y otro también ya ha tenido una repercusión inmediata. La inversión extranjera ha disminuido más de un 55% en comparación con 2018, año en que llegó Pedro Sánchez a la Moncloa. Y aunque hay varias razones para explicar este descalabro, la moderación del crecimiento económico, las malas proyecciones para 2024, y la subida de los costes financieros lo explican. Especialmente significativa ha sido esa caída en el último año donde. Si en el conjunto de España la llegada de dinero foráneo disminuyó un 23%, en comunidades como el País Vasco, esa caída llegó hasta el 34%. Todo un síntoma añadido a la inestabilidad política que allí se adivina.
Las grandes fortunas españolas ya han señalado el camino. En el último año y medio se ha disparado la creación de sociedades de capital riesgo hasta máximos históricos
Y un dato más. Si no viene dinero de fuera y siguen subiendo los impuestos a las empresas y particulares, ¿qué futuro nos espera? Las grandes fortunas españolas ya han señalado el camino. En el último año y medio se ha disparado la creación de sociedades de capital riesgo hasta máximos históricos. La banca privada, que atravesó malos momentos desde la crisis inmobiliaria, ha puesto de moda estas sociedades como último recurso a la presión fiscal. El impuesto de solidaridad de Pedro Sánchez y la crisis de las Sicav fueron el remate a estos grandes patrimonios.
La cosa empezó en 2022 con la creación de 84 sociedades de capital riesgo. En 2023, último ejercicio del que tenemos datos, se dieron de alta en España 117 que elevaron el montante total a las 423 con que acabó el año: un 51% más solo en el último año. Pero la cosa sigue en 2024 pues hasta el mes de junio, ya se habían creado otras 45 más, según la CNMV. Como muy bien sabe el regulador, la creación de estas nuevas sociedades coincide punto por punto con la entrada en vigor del impuesto de solidaridad a las grandes fortunas diseñado por María Jesús Montero, que luego utiliza el concepto «creación de nuevas empresas» para adornar y maquillar los datos que ofrece el ministerio.
Estos fondos se sitúan al margen de otros mercados como la renta fija y variable, y, si los tipos siguieran subiendo, podrían ofrecer rentabilidades mayores a esas grandes fortunas
Pero la cosa no se va a frenar. Además de por los impuestos, porque este tipo de sociedades permiten a los bancos ingresar comisiones más altas que las de los fondos tradicionales. Y, finalmente, porque estos fondos se sitúan al margen de otros mercados como la renta fija y variable, y, si los tipos siguieran subiendo, podrían ofrecer rentabilidades mayores a esas grandes fortunas.
Mientras tanto, el resto de los mortales seguiremos pagando una subida de impuestos que cada día le parece poco al Gobierno. Ni siquiera cuando anuncian que la recaudación de Hacienda va a ser el doble que el gasto previsto para 2025. Así, el camino que inició Ferrovial en Países Bajos y en el Nasdaq empieza a ser algo más que una tentación, sobre todo porque las empresas cada vez son menos españolas.