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Fernando Rayón

El otoño se viste de crisis mientras en España la celebramos con el disparate del cupo catalán

José Luis Rodríguez Zapatero veía brotes verdes cuando la crisis ya estaba encima y Pedro Sánchez dice que la economía «va como un tiro» horas antes del gran batacazo de las bolsas mundiales

Paula Andrade

Si es que no aprenden. José Luis Rodríguez Zapatero veía brotes verdes cuando la crisis ya estaba encima y Pedro Sánchez dice que la economía «va como un tiro» horas antes del gran batacazo de las bolsas mundiales. Es lo que tiene hacer discursos triunfalistas. Pero ya apliqué con datos la corrección al presidente del Gobierno y no pretendo volver a hacer sangre, que esa ya se la hace él mismo en ausencia de sus ministros. El caso es que esta semana nos ha dado unas cuantas lecciones. Y es que el otoño –como todos los otoños– se viste de realismo, y es bueno pensar en la que se nos viene encima: de lo doméstico a los mercados mundiales.

En lo doméstico, en España, la fiesta ya está servida. Ángel de la Fuente, director de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), quizá el mayor experto en financiación autonómica española, ha publicado un informe que deja al margen las interpretaciones políticas o ideológicas. Dice el profesor que si Cataluña reduce su aportación al Estado solo son posibles dos opciones: o se suben los impuestos, o se reduce el gasto de las comunidades autónomas. Y aunque España ya es uno de los países de Europa con mayor presión fiscal, las dos opciones mantienen todas las posibilidades.

No sabemos casi nada de lo que firmaron Gobierno y ERC, sobre todo porque cada uno da una versión distinta de los papeles

Fedea, que pertenece al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, tampoco se detiene en metáforas ni dice que la cosa va como un tiro. Cuando analiza lo que supondría la salida de Cataluña de la caja común gracias al pacto de investidura de Salvador Illa como president, dice que las cantidades son difíciles de calcular pues a día de hoy aún desconocemos los detalles del acuerdo. No sabemos casi nada de lo que firmaron el Gobierno y ERC, sobre todo porque cada uno da una versión diferente de los papeles. Es decir, que nos podemos entretener averiguando cuántos mozos de escuadra estaban en el ajo de la huida de Carles Puigdemont; pero todo este vergonzoso teatrillo no es capaz de tapar este nuevo despropósito económico que pagaremos todos los españoles.

Tanto Ángel de la Fuente, como Mikel Buesa, otro de los expertos a los que me tocó moderar en una mesa sobre el cupo vasco, solo ven –con los datos que tenemos– una opción: «La magia no funciona aquí muy bien. Si unos tienen más, otros tendrán menos, no hay otra. Es decir, que si la opción fuera la primera y se volvieran a subir impuestos, esta subida no afectaría a los catalanes al estar exentos del tramo estatal». Todo muy solidario.

El único dato conocido de la negociación son los 22.000 millones más para Cataluña y menos para el resto de comunidades

Por otro lado, si se optara por la segunda opción, la de reducir el gasto de las comunidades autónomas, las cosas se pondrían aún peor. El único dato conocido de la negociación Gobierno-ERC son los 22.000 millones que los independentistas han puesto encima de la mesa. Es decir, 22.000 millones más para Cataluña y menos para el resto de las comunidades. ¿Y por qué esa cantidad? Pues porque ese es el supuesto déficit que han calculado los de ERC. Otro dato falso, pues el propio gobierno de Pere Aragonés lo cifraba hace unas semanas entre 12 y 18 mil millones de euros.

Fedea concluye que el pacto permitirá a Cataluña contar con 13.200 millones adicionales; pero si el Gobierno extiende este modelo al resto de las comunidades necesitaría 62.000 millones más para la solidaridad deje de ser un palabro arqueológico sin correspondencia alguna en la realidad. Aunque esa solidaridad ya está rota desde el momento en que a Cataluña se le permitirán recaudar y gestionar todos los impuestos mientras la Seguridad Social de los pensionistas catalanes –que es puro déficit– la pagaremos todos los españoles. Como recordaba Buesa, el truco está en privatizar beneficios mientras se socializan las pérdidas. ¡Así cualquiera! Veremos en qué acaba todo este disparate presupuestario y de financiación. Por eso, si oyen hablar de confederación o estado federal no se asusten: Pedro Sánchez ya tiene esa solución en los labios, pero ese hallazgo semántico tampoco garantizará la solidaridad territorial.

Y si dejamos de mirar a España y ponemos el foco fuera, los nubarrones tampoco se disipan. El temor a una recesión en Estados Unidos sigue en el horizonte a pesar de que esta semana, el buen dato de empleo diera un respiro a Wall Street. Llevaba el gigante americano cuatro meses frenando la creación de empleo y aumentando la tasa de paro. La recesión era un hecho. Si a eso le añadimos la incertidumbre sobre las próximas elecciones, los mercados ya incluyen algo más que correcciones veraniegas a su futuro. El contagio llegó rápido a la bolsa española, y no deja de sorprender que las perdidas se hayan cebado incluso con valores del Ibex tan consolidados como los bancos y las tecnológicas con una excepción: Indra.

Los grandes beneficios del sector empiezan a corregirse y las empresas ya saben que tendrán que apretarse el cinturón

La tecnológica de cabecera del Gobierno sigue dando pasos para posicionarse en el sector aeroespacial. Esta semana –aprovechando las turbulencias– anunció la compra de Deimos, la filial tecnológica de Elecnor especializada en el desarrollo de misiones espaciales e integración de satélites. Una manera de completar su sección aeroespacial, pero también un desembolso que fuentes del mercado han cifrado entre 20 y 25 millones de euros. Pero estas buenas perspectivas no se alinean con las de los bancos. Sabadell y Bankinter han visto cómo el bajonazo semanal servía para que los fondos bajistas Millenium y Marshall Wace hicieran negocio apostando por los recortes. Algo que ha empezado a suceder a las tecnológicas en Estados Unidos. Los grandes beneficios del sector empiezan a corregirse y las empresas ya saben que tendrán que apretarse el cinturón. Igualito que el Gobierno español.