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José María Rotellar

Otra revisión de magnitud excepcional del PIB por parte del INE, y ya van tres desde 2022

Resulta muy sorprendente que, desde que se produjo el relevo en la presidencia del INE, en 2022, las revisiones han aumentado en profundidad, siempre en el mismo sentido, de mejora, y con variaciones sobre el dato inicial inusuales

En la contabilidad nacional la revisión es un hecho normal que sucede durante un período de alrededor de entre tres y cuatro años, que comienza con el avance del PIB en contabilidad nacional trimestral, continúa con los principales resultados, le sigue la publicación de los principales agregados de la contabilidad nacional, y así sucesivamente hasta que el dato se asienta y se pueden construir de manera perfecta el marco input-output del ejercicio en cuestión, al cabo, como digo, de alrededor de cuatro años.

Por tanto, nada que objetar a que se produzcan revisiones al respecto, que es normal.

Ahora bien, esas revisiones buscan mejorar el dato conforme se cuenta con un mayor número de indicadores para poder ajustarlo, pero la revisión es una mejora del dato, hacia arriba o hacia abajo, en términos de exactitud, pero sobre la base de un dato inicial calculado también de manera muy escrupulosa y técnica y que, por tanto, estará siempre bastante cerca del dato definitivo.

Es decir, es normal que, por ejemplo, en el dato del PIB que arroja la contabilidad nacional pueda producirse una modificación al alza o a la baja de unas décimas, difícilmente más allá del medio punto, muy complicado que llegue al punto, pero, desde luego, de esa magnitud máxima.

Una revisión mayor supondría o que el dato inicial estaba pésimamente calculado o que la revisión puede adolecer de criterios técnicos. En ambos casos, el problema sería grave: en el primero, de pericia técnica; en el segundo, de independencia.

El INE ha revisado la contabilidad nacional y ha modificado el crecimiento económico de 2020, 2021, 2022 y 2023. Primero lo hizo en septiembre de 2023 con 2020, 2021 y 2022; un año más tarde, vuelve a revisar todos, especialmente 2021. Hace un año, lo revisó mejorándolo una décima, nueve décimas y tres décimas para 2020, 2021 y 2022, respectivamente, respecto del dato anterior.

Variación del PIB.

Quizás la modificación de 2021 sea la menos explicable por su magnitud, al llegar a nueve décimas, casi un punto, pero digamos que puede tratarse de una revisión extraordinaria, más o menos explicable teniendo en cuenta la peor información con la que se contó durante 2020 y 2021 derivado de la situación en la que estuvo la economía con el coronavirus.

En la revisión extraordinaria de septiembre de 2024, han vuelto a mejorar el PIB de 2020 en tres décimas; el de 2021, en tres décimas; el de 2022, en cuatro décimas; y el de 2023, en dos décimas.

Principales agregados.

Es decir, desde la revisión de septiembre de hace un año, el año 2020 lo han mejorado en tres décimas; el de 2021, en tres décimas más; el de 2022; en cuatro décimas; y el de 2023, respecto al primer dato de la agregación de 2023 en enero de 2024, en dos décimas.

Eso nos lleva a que desde que se publicó el primer dato, el año 2020 ha mejorado una décima; 2021 ha mejorado 1,7 puntos; 2022 ha mejorado siete décimas; y 2023 ha mejorado dos décimas.

Los datos de 2020-2023.

Como podemos observar en la evolución de las sucesivas revisiones:

Evolución de estimaciones.

La revisión del dato de 2021 es algo que no se suele producir en dicha magnitud –sí suele haber revisiones, en el normal proceso de asentamiento del dato, pero no de manera tan acusada–, pues son 3 décimas respecto a la revisión anterior; 1,2 puntos respecto de la antepenúltima y 1,7 puntos desde el primer avance. La de 2022, con una mejora de siete décimas respecto del dato inicial, también resulta sorprendente.

Por otra parte, esa revisión, como digo, es normal que pueda producirse, pero en magnitudes pequeñas. Por ejemplo, con la misma publicación –contabilidad nacional anual: principales agregados– en 2020 no se produjo variación alguna: en marzo de 2021 la contabilidad nacional trimestral dio, por agregación, un crecimiento del PIB de 2020 del –10,8 % y los principales agregados de la contabilidad nacional de 2020, publicado en septiembre de 2021, confirmó esa cifra–.

En volumen año 2020.

En septiembre de 2022, por ejemplo, sí que se produjo una variación sobre el dato adelantado por la contabilidad nacional trimestral, en este caso, al alza. Del 5,1 % de crecimiento inicial se pasó al 5,5 %. Es una revisión ya de cierta magnitud, pero nada que objetar al respecto, entra dentro de lo normal.

Volumen año 2021.

Aparentemente, toda la operación está hecha en el marco de la revisión extraordinaria llevada a cabo, en el marco de Eurostat, pero resulta muy sorprendente, mucho, que desde que se produjo el relevo en la presidencia del INE, en 2022, las revisiones han aumentado en profundidad, siempre en el mismo sentido, de mejora, y con variaciones sobre el dato inicial inusuales. Me gustaría pensar que es casualidad y no causalidad, y que el Gobierno no trata de convertir al INE en un CIS estadístico, porque sería muy grave; ni en un satélite del Gobierno, como ha hecho con Escrivá en el Banco de España, donde el Ministro de Economía ha dejado claro que el Banco de España está para asesorar al Gobierno.

El INE es un organismo muy serio y no puede dejar que haya ni una sombra de duda sobre los datos que ofrece. Nos jugamos el prestigio estadístico de casi dos siglos –desde el primer antecedente del INE, la Comisión de Estadística del Reino, creada bajo el reinado de Isabel II, el tres de noviembre del 1856– y el rigor de las cifras, y el Gobierno debe comprender que la independencia estadística es sagrada y que no se debe producir ni intromisión ni pérdida de comparación –como por ejemplo ha sucedido en el paro registrado al no conseguir todavía el Ministerio de Trabajo publicar cuántos fijos discontinuos están en período de inactividad y no engrosan las listas del paro registrado–.

También es positivo que entienda que no se puede deslizar ningún detalle de ninguna publicación hasta el momento en el que se publique oficialmente. El INE debe mantener su sagrada y esencial independencia y el Gobierno no puede tener la tentación de tratar de convertirlo, repito, en «su» CIS estadístico.

Estoy seguro de que el INE, sus directivos y profesionales velarán por el mantenimiento de esa independencia, pero no está de más advertir de los riesgos que cambios abruptos y no bien justificados y explicados en los indicadores podrían tener, de producirse, para el prestigio, la credibilidad y la confianza en los organismos estadísticos.

De la misma manera, es muy importante también que se trate de afinar lo máximo posible desde el primer avance, para que las oscilaciones no sean especialmente importantes, pues si se logra se robustecerá la fiabilidad de todas las estimaciones.

Hay que confiar en que la independencia estadística de estos casi dos siglos se mantenga y que cualquier cambio que se produzca en cualquier caso se explique detalladamente, con toda base técnica y que permita la comparación homogénea de las series. Seguro que así será, porque lo contrario sería gravísimo.