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Diego Barceló

Los datos desmienten dos dogmas socialistas: ni las grandes empresas son malas ni el proteccionismo es bueno

Al subir desproporcionadamente el salario mínimo, se empujaron al alza las remuneraciones más bajas, achatando la pirámide salarial

Pocos días atrás se publicó una nueva Encuesta de Estructura Salarial, operación estadística cuatrienal, con datos de 2022. Es la fuente de datos más exhaustiva sobre salarios que publica el Instituto Nacional de Estadística.

Lo que más repercusión tuvo en los medios de comunicación fue la caída del «salario más frecuente», desde 18.500 euros anuales brutos en 2018 hasta 14.600 euros en 2022. Deducir de esa reducción un recorte generalizado de los salarios es un error: si hubiera habido una reducción generalizada de los salarios de un 21 % en cuatro años, al mismo tiempo que el IPC subía un 13,5 % (lo que habría provocado una caída del poder adquisitivo cercana al 35 %), estaríamos en una España muy diferente.

La caída del «salario más frecuente» es un efecto estadístico derivado de la exagerada subida del salario mínimo

La caída del «salario más frecuente» es un efecto estadístico derivado de la exagerada subida del salario mínimo. Una subida exagerada, del 41,3 % entre 2018 y 2022, decidida al margen de lo dispuesto en el Estatuto de los Trabajadores, que establece que para fijar el salario mínimo deben tenerse en cuenta el IPC (como se acaba de decir, subió 13,5 % entre 2018 y 2022), la productividad (cayó 1,3 % en igual período) y la situación del empleo (la mayor tasa de paro de Europa).

Al subir desproporcionadamente el salario mínimo, se empujaron al alza las remuneraciones más bajas, achatando la pirámide salarial. Eso forzó que poco más de un 4 % de los asalariados cobre 14.600 euros anuales brutos, que pasó a ser el «salario más frecuente». Sin embargo, es una proporción prácticamente igual a la de aquellos que cobran 16.500 euros al año y, también muy similar a la de los que perciben 18.500 euros anuales.

El salario promedio pasó de 24.000 a 26.950 euros entre 2018 y 2022; un incremento de un 18 % mucho más representativo de cómo se movieron realmente los salarios. El salario «mediano» es de 22.400. Es decir que la mitad de asalariados cobra más que esa cifra y la otra mitad cobra menos que aquella.

En 2018, un 39,6 % de los asalariados cobraba el equivalente de hasta dos salarios mínimos. En 2022, esa proporción llegó al 56,5 %

Quiero detenerme en el achatamiento de la pirámide salarial. En 2018, un 39,6 % de los asalariados cobraba el equivalente de hasta dos salarios mínimos. En 2022, tras las decisiones arbitrarias de la camarada Yolanda y la complicidad de Pedro Sánchez, esa proporción llegó al 56,5 %. Alguien con mentalidad socialista verá en eso un acto de «justicia social». Pero es una dinámica que nos acerca a una igualdad salarial de tipo soviético.

El achatamiento de la pirámide salarial es un lamentable efecto del intervencionismo, que, al acortar las diferencias salariales en los escalones más bajos, resta incentivos para esforzarse y castiga a jefes de sección o aquellos con puestos de cierta responsabilidad en la parte baja del organigrama: la «justicia social» hace que su mayor responsabilidad no sea recompensada. Luego nos sorprendemos de que la productividad esté estancada y que sea difícil encontrar personal: es el propio intervencionismo ideologizado del Ministerio de Trabajo el que complica las cosas, sobre una situación de por sí complicada.

Hay una segunda cosa que me interesa destacar. Es sabido que, cuanto mayor es el tamaño de una empresa, más altos son, de media, sus remuneraciones. En 2022, los asalariados de empresas con al menos 200 empleados cobraron un 54 % más que aquellos que trabajaban en empresas con menos de 50 empleados (€ 33.300 y € 21.650, respectivamente, siempre en términos anuales y brutos). Ayudar a las empresas a crecer va en beneficio directo de los asalariados.

A su vez, ese mayor tamaño está vinculado con otro rasgo: la mayor magnitud del mercado al cual dirija cada empresa su producción. En 2022, las empresas que vendían sus productos en el mercado mundial pagaron, en promedio, salarios un 52 % mayores que el de aquellas que se dirigían al mercado local o regional (36.600 y 24.100 euros, respectivamente). El libre comercio también beneficia a los asalariados.

Los datos desmienten dos arraigados dogmas socialistas: que las grandes empresas son malas y que el proteccionismo es bueno.

  • Diego Barceló Larran es director de Barceló & asociados. @diebarcelo