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José Manuel Cansino

El alcance económico de la respuesta iraní

La permacrisis describe un estado continuo de crisis que redefine cómo se perciben la estabilidad y el progreso en la sociedad actual

La mayor parte del mundo va dejando atrás la fuerte subida de precios que nos ha azotado desde finales de 2021 y muy especialmente desde 2022. Los principales bancos centrales han iniciado la rebaja de sus tipos de interés de referencia. Acaso las únicas excepciones son las del Banco Central de Brasil –que sigue peleando contra una fuerte inflación–, en alguna medida el Banco Central de la India y la del Banco de Japón, que mantuvo los tipos en valores negativos hasta marzo de este año. Las expectativas son de bajadas adicionales de tipos de interés tanto por el BCE como por la Reserva Federal tanto por el BCE como por la Reserva Federal de aquí a finales de año.

Los principales precursores de la inflación permanecen estables o disminuyen. Así ocurre con el precio de las materias primas industriales, agrícolas, energéticas o el coste de los fletes marítimos. Naturalmente todo puede cambiar en un mundo al que cabe seguir aplicando el término de «policrisis» o «permacrisis» como diagnóstico pertinaz de su situación.

La permacrisis describe un estado continuo de crisis que redefine cómo se perciben la estabilidad y el progreso en la sociedad actual, reflejando una era de inestabilidad crónica en diversas esferas de la vida. La permacrisis nos genera inseguridad y ansiedad social: La constante sensación de crisis genera estrés en la población y socava la confianza en el futuro.

La permacrisis es duradera, multidimensional y acumulativa. Es duradera; no es una crisis puntual, sino una serie de crisis o una crisis prolongada que no tiene una resolución rápida. Es multidimensional pues involucra varios ámbitos (económico, político, social, es posible que también ambiental), lo que dificulta abordar y solucionar los problemas de manera efectiva. Finalmente y como ocurre con la inflación, los efectos de la «permacrisis» son acumulativos.

Hoy mismo convivimos con la guerra en Ucrania sin visos de acabar, con un Sudán en casi plena guerra civil y un conflicto en Israel que también se desangra, que ya cerró el tránsito marítimo por el Mar Rojo y que corre un severo riesgo de irradiarse en el Oriente Medio por la participación indirecta de Irán en Yemen, el Líbano y la propia Israel.

Hay no pocos indicios que apuntan a que Irán modulará su implicación en el conflicto que Israel mantiene con los grupos terroristas de Hamás, Hezbolá y los rebeldes hutíes. La decisión última está más en manos de los guardianes de la revolución que del propio presidente de la República de Irán, Masud Pezeshkian. Irán es un país de gobernanza compleja en el que conviven la Asamblea de la República presidida por el citado Pezeshkian, la oficina dl líder espiritual de la revolución y los guardianes de la misma. Estos últimos controlan el programa nuclear, la industria militar y el programa de vectores de lanzamiento o misiles. El experto analista Gustavo Morales lo explica perfectamente.

La principal razón para confiar en una respuesta limitada de Irán al asesinado del líder de Hezbolá en el Líbano a manos de Israel es el fuerte descontento interno de una población iraní con muchas necesidades por cubrir que vio con gran indiferencia las elecciones de julio en las que resultó elegido presidente Pezeshkian. Pero si Irán definitivamente escala el conflicto hacia una guerra abierta, hay que tener en cuenta que por el Estrecho de Ormuz –bajo control iraní– circula el 35 % del petróleo de mundo.

España es aún una economía fuertemente dependiente del petróleo; a pesar del proceso de descarbonización las 46.335 kilotoneladas de productos petrolíferos demandados en 2023 sólo fueron un 0,5 % inferiores a las del año anterior. Es posible que Occidente haya alcanzado el pico de demanda de petróleo pero, sin duda, está aún muy lejos de lograr su independencia de esta fuente de energía primaria.

Los episodios de inflación que estamos dejando atrás han tenido un componente muy importante en los precios de la energía –basta preguntarles a las industrias electrointensivas o al sector de la logística–, la importante bajada del precio del petróleo consecuencia, en buena medida de la mayor producción de Arabia Saudí, podría cambiar radicalmente de tendencia si Irán decide escalar el conflicto con Israel.

  • José Manuel Cansino es catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, profesor de San Telmo Business School y académico de la Universidad Autónoma de Chile / @jmcansino