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Antonio Bonet, en la redacción de El DebatePaula Argüelles

Antonio Bonet | Club de Exportadores e Inversores Españoles

«En España hay tensión política y eso a los inversores y a las empresas les genera incertidumbre»

El Club de Exportadores e Inversores Españoles es, según lo define su presidente, Antonio Bonet, un apoyo para las empresas nacido, gestionado e impulsado por las propias empresas. «Queremos que sean ellas las que actúen», cuenta a El Debate. Son las propias compañías españolas (más de un centenar están representadas por la organización) las que definen los temas de interés, movilizan a los expertos necesarios y sobre lo que, sin su respaldo, serían abismos prácticamente insalvables.

Más aún en un entorno donde el proteccionismo cotiza al alza. A la amenaza de China sobre las exportaciones españolas tras los aranceles impuestos al vehículo eléctrico (que ha tenido como primeras víctimas al coñac francés y, de refilón, el brandy español) se suma la creciente tensión diplomática con México y las incertidumbres sobre Estados Unidos tras las elecciones, habida cuenta que Donald Trump aboga por establecer una tarifa universal del 10 % a todas las exportaciones: «Nos preocupa y mucho», advierte Bonet.

–¿En qué situación se encuentra el sector exportador español?

–Hay tres grandes subsectores: bienes, servicios turísticos y servicios no turísticos. Los últimos van francamente bien. Hablamos de ingeniería, consultoría, servicios financieros. El año pasado casi exportamos 100.000 millones en servicios de alto valor añadido tras un crecimiento enorme, que se ha duplicado en los últimos diez años. En cuanto a los servicios turísticos, ya sabemos cómo va. El sector se ha recuperado muy bien tras el covid, y genera muchas divisas y empleos. Pero el valor añadido no es igual. En cualquier caso la exportación de servicios no turísticos es mayor que la de servicios turísticos y estamos ganando cuota de mercado a nivel mundial.

–¿Y en cuanto a bienes?

–En los últimos 12 últimos meses ha caído un 5 % en valor. Estamos perdiendo cuota de mercado internacional. Hay problemas estructurales a los que hay que meter mano. El 74% de nuestras exportaciones va a la Unión Europea. Asia supone el 40% de la importación mundial, pero para nosotros solo es el 8 %. Europa tiene la ventaja de que son mercados seguros y no suele haber impagos ni riesgo político. Pero crece mucho menos. Y Alemania, que es uno de nuestros principales clientes, acaba de entrar en recesión. Otro problema es el escaso número de empresas exportadoras. Los mayores exportadores concentran, durante los últimos 25 años, dos tercios de la exportación. Apenas hay 52.000 exportadores medianos, en un país de 2 millones y pico de empresas. Hay programas, del ICEX por ejemplo, que intentan resolverlo. Pero es posible que haya que reforzarlos porque no están dando resultados. Sobre todo, lo que hay es un problema estructural. El tamaño de nuestras empresas es muy pequeño. Es como la mitad que la empresa alemana y más pequeña que la francesa, más pequeña que la inglesa. Y para exportar hace falta tamaño. Requiere inversiones. Hay que ir a ferias, hay que viajar, hay que estudiar los mercados, hay que cambiar el etiquetado o el envase, y adaptarlo al mercado.

–La construcción se quejaba recientemente de que en 20 años tienen que afrontar más de 20 regulaciones nuevas. ¿La sobrerregulación hace que las empresas españolas estén peor situadas para competir?

–En España tenemos un problema de exceso de regulación y de no compatibilidad entre regulaciones de diferentes comunidades autónomas, y con la legislación nacional, y entre legislaciones locales. Eso supone una maraña de obstáculos y de costes que dificultan mucho la labor empresarial. Antes un pequeño empresario dedicaba la mayor parte de su tiempo a gestionar, a buscar clientes, a producir. Hoy tiene que dedicar una parte muy importante de su tiempo a cumplir con las diferentes normativas. Eso son costes. Son desincentivos. Y además hay una serie de umbrales. Por ejemplo, a partir de 6 millones de facturación, las empresas tienen que presentar sus declaraciones de IVA con carácter mensual. En Hacienda se considera que son grandes contribuyentes. Con lo cual, están sujetos a mayores medidas de inspección. Etcétera. Si tú estás facturando 5,6 millones, ¿te compensa aumentar a 6,2 millones? Es un dolor de cabeza, y eso que esa medida no tiene coste.

Antes el empresario dedicaba su tiempo a producir, ahora, a cumplir con el exceso de regulación

–Hablando de coyuntura, ¿Cómo puede afectar la tensión en Oriente Medio?

–Esa es una pregunta que tiene difícil respuesta. Depende de lo que pase con Líbano. Nuestras exportaciones eran ridículas, pero son más importantes con Israel, y han caído como consecuencia de la guerra. Ya ha habido algún problema, por ejemplo, con todo el tema de los atentados terroristas en el Mar Rojo. Muchas de las mercancías que pasaban por el Canal de Suez se han desviado y ahora el transporte lo hacen por el sur de África. Eso encarece el transporte, con lo cual se encarece el precio final de los productos de lo que importamos. Y encarece también el coste de lo que exportamos. Son 14 días más de viaje.

–Otro conflicto, aunque de una dimensión muy distinta, es la escalada de tensión con México. Ese sí es uno de los principales destinos de las exportaciones españolas, ¿puede haber algún impacto?

–Ya hay empresas españolas, aunque no lo dicen, que están reduciendo su presencia en México, en sectores regulados. La situación en esos sectores no es buena.

–Otro importante destino de nuestras exportaciones es Argentina, donde ha habido un giro político importante desde diciembre con la llegada de Javier Milei. ¿Han notado algún cambio?

–Es todavía muy pronto. Argentina es un país que tiene una inflación del 200 y pico por 100 y en donde el tipo de cambio fluctúa de forma brutal, en donde hay restricciones importantes a las empresas locales para que tengan divisas. Es un país muy difícil para hacer cosas. Todos los cambios que está haciendo Milei, por lo que se publica, parece que están dando resultados, pero es muy pronto aún para poderlo analizar.

Antonio BonetPaula Argüelles

–Ha habido preocupación por la caída de la inversión extranjera directa en España en los últimos años. Como exportadores, ¿a qué creen que podría deberse?

–Es más complicado analizar la inversión que la exportación, porque habla de flujos. Es decir, este año invierto menos, pero es que a lo mejor el año anterior había invertido tanto que lo que iba a invertir al año siguiente o, pues lo pospongo y lo hago al año siguiente. A nivel internacional los flujos han caído. Estamos más o menos dentro de las tendencias mundiales. España sigue siendo un país atractivo desde el punto de vista de la inversión extranjera en España. Las cifras lo demuestran. ¿Hay preocupación entre inversores extranjeros? Sí, porque estamos en un país en donde hay políticas que son, digamos, poco business friendly. Por ejemplo, todas las subidas impositivas, subidas de cotizaciones de la seguridad social, cambios regulatorios, impuestos especiales a la banca. Y a las compañías energéticas. Y jornada laboral que parece que se va a reducir. El aumento del salario mínimo profesional. La tensión política. Hay tensión política en España y eso a las empresas, a los inversores, pues les genera incertidumbre, obviamente.

Va a haber represalias de China, y nos van a afectar. Pero, ¿Qué hacemos?¿dejar que se hunda nuestra industria?

–Se nos olvidaba un foco de tensión: China, con esos aranceles que ha impuesto la Unión Europea en respuesta a los coches eléctricos. Ya habido una primera respuesta y afecta al coñac francés y, de paso, al brandy español.

–Sí, y también hay una amenaza sobre la carne de cerdo, que España exporta mucho. Si analizamos las relaciones bilaterales, la verdad es que están tan desequilibradas a favor de China que algo habría que hacer. Teniendo en cuenta que nosotros como club de exportadores somos partidarios de que haya unas reglas internacionales, que haya un fairplay internacional, que la Organización Mundial del Comercio funcione, que no está funcionando del todo bien. China el año pasado nos vendió 44 mil millones y nosotros, 7500. Es un desequilibrio brutal. Y esa es la tendencia. El año pasado las importaciones de China en España fueron el 10,4 % del total de la importación el año anterior, el 10,8, el anterior, el 10,2. Por un momento, durante un periodo de tiempo relativamente corto, fue nuestro principal proveedor, por encima de Alemania. Por otro lado, la política comercial no es competencia del Gobierno español, es competencia de Bruselas. Y en Bruselas los procesos son lentos. En Europa la industria automovilística es muy importante. Si (en China) ha habido subvenciones importantes estatales, es competencia desleal, y como tal hay que adoptar medidas compensatorias. Va a haber represalias, y nos pueden afectar. Pero, ¿Qué hacemos? ¿Dejar que se hunda la industria automovilística europea? En España tenemos un sector automovilístico muy importante. Es una de las principales partidas de la exportación española, junto con los componentes de automoción.

–En pocas semanas vamos a tener elecciones en Estados Unidos, y uno de los candidatos, Donald Trump, aboga por un arancel mundial del 10 %. ¿Les preocupa?

–Obviamente. No podemos olvidar la experiencia que hubo con la administración Trump. Cuando fue presidente desató guerras comerciales con China. Afectó, por ejemplo, a la aceituna negra española injustificadamente. La política proteccionista de Estados Unidos, perjudica a España y Europa. Estados Unidos tiene paralizada la renovación de la Organización Mundial del Comercio. Afecta a los tribunales de arbitraje, que son los que analizan si un país puede poner medidas antidumping o no, o si un país está haciendo algo que es ilegal, pues eso no funciona prácticamente porque no hay. Hay muchas empresas que no estarán muy contentas si gana Trump.