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José María Rotellar

Sánchez copia la política económica del primer franquismo

Si tuviésemos peseta, el presidente ya la habría devaluado con toda seguridad

Sánchez copia, cada vez más, la política económica del primer franquismo, aquella influida por la ideología falangista, tan cercana en muchos postulados económicos al comunismo y que a punto estuvo de llevar a España a la ruina, que fue evitada por el giro que se dio en España a la política económica, gracias a los tecnócratas.

Sánchez busca la adhesión personal, como la buscaba Franco, y parece que, aprovecha, como Franco, y aprovechando el comité federal, el PSOE convocó entonces una manifestación de apoyo al líder, al igual que Franco movilizaba las manifestaciones de apoyo a su régimen. La economía pasa a un segundo plano o se hace propaganda de una bonanza inexistente, como podía suceder en los años cuarenta, pero con el agravante ahora de que en la actualidad se tienen todos los recursos para crecer sanamente y se están espantando con el gasto público, mientras que entonces había que reconstruir todo, pues se salía de una terrible guerra.

Al igual que Franco, Sánchez dibuja enemigos falsos para justificar su posición y tratar de acallar las críticas que recibe. Si Franco hablaba de la «conspiración judeo-masónica», Sánchez la moderniza y la establece como «derecha y ultraderecha», una y otra vez, al igual que Franco con la anterior. Si Franco hablaba de la tradicional amistad hispano-árabe, Sánchez trató de hacer un recorrido por toda Europa para que apoyen a Palestina, fracasando. Si Franco no tenía relaciones diplomáticas con Israel, Sánchez ha creado un clima de tensión con dicho país que las han dejado muy maltrechas, con un gran quebranto para nuestra economía, pues fuertes inversiones que podrían llegar de dicho país habrán de perderse.

Si en el último momento del Franquismo, la crisis del petróleo y el empeoramiento de la economía se disimularon con la dificultad existente entonces para ajustar plantillas y se fio todo a gasto público e impresión de dinero para camuflar el deterioro económico, Sánchez, ahora, ha batido todos los récords de gasto público y ha vuelto más rígido el mercado laboral. Si tuviésemos peseta, habría devaluado con toda seguridad. Es más, en lo económico, Sánchez va un paso más allá y su receta es más peronista o falangista del primer franquismo.

Si Franco fue especialmente intervencionista en el mercado de trabajo, con una elevada rigidez laboral, Sánchez, con Díaz de la mano, quiere elevar el coste de la indemnización por despido, interferir en la jornada laboral y seguir aumentando el salario mínimo, elementos que distorsionan el mercado de trabajo.

Si Franco intervino Telefónica, con Sánchez se ha vuelto a la inversión pública en dicha compañía

Si Franco intervino Telefónica, con Sánchez se ha vuelto a la inversión pública en dicha compañía, en clara involución económica.

Si con Franco había banca pública, ahora el Estado mantiene participación en Caixabank y miembros de su gobierno piden que se cree un banco de completa propiedad pública, donde imponer unas hipotecas al resto de la banca que solo perjudicarán más al mercado hipotecario.

Si con el primer franquismo hubo autarquía, en el Gobierno de Sánchez se habla de intervenir hasta los precios de los alimentos. A este paso, a alguno se le ocurrirá resucitar las cartillas de racionamiento.

Si ya sólo puede recurrir a la adhesión caudillista y a una política económica equivocada, que el segundo franquismo abandonó y que permitió que España creciese, poco recorrido tiene su defensa. De «Franco, Franco, Franco» hemos pasado a «Sánchez, Sánchez, Sánchez». La Historia lo juzgará con severidad, mientras sus decisiones perjudican a España, en general, y especialmente a la economía española, que, maltrecha estructuralmente, con necesidad de inversiones que no llegan por la inseguridad jurídica de estos cinco años, puede sufrir un empeoramiento por una mayor pérdida de confianza ante esta actuación irresponsable del presidente del Gobierno.