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Unai Mezcua Gordillo

El elefante en la habitación de la economía americana puede decantar las elecciones

Ambos candidatos pasan de puntillas por el disparado déficit del país, mientras las buenas cifras macroeconómicas no se corresponden con la percepción a pie de calle

Kamala Harris y Donald Trump durante la recta final de la campañaEfe

«La economía estadounidense está en buena forma». El presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell destacaba en una comparecencia reciente que el país «está creciendo a un ritmo sólido, la inflación está bajando y el mercado laboral está en un ritmo fuerte». Nombrado por Donald Trump y confirmado posteriormente por Joe Biden, Powell, en su papel de máxima autoridad monetaria del país, es considerado un árbitro imparcial para medir la temperatura de la economía americana, a pesar de que ha sido señalado en los últimos meses por el republicano –no le volvería a elegir para el cargo, afirmó–, que aspira a tener un mayor control sobre las decisiones de la FED.

Esta fotografía positiva de la coyuntura económica del país que heredarán, el próximo mes de enero Trump o la sucesora de Biden al frente de los demócratas, Kamala Harris, se vio reforzada este mismo jueves, cuando se confirmó que la economía americana creció a un ritmo del 2,8 % en el tercer trimestre. Muy por encima, por ejemplo, del paupérrimo 0,2 % de Alemania, la otrora locomotora alemana.

«El mercado laboral se mantiene fuerte (como lo refleja una tasa de desempleo cercana a sus niveles mínimos históricos y el crecimiento de los salarios reales), la inflación continúa disminuyendo, el consumo, impulsado por la buena situación financiera de las familias, sigue siendo el motor de la economía, y las tasas de interés han comenzado a disminuir», desgrana Javier Amador, economista de BBVA Research.

Sin embargo, uno de los grandes debates durante la campaña es si tales cifras se están traduciendo en una percepción positiva de la situación económica por parte de la ciudadanía. «La percepción de la gente es que la situación no es buena», explica Cosme Ojeda, profesor de América Hoy y Opinión Pública en la Universidad San Pablo CEU. «Según una encuesta del Wall Street Journal el 60 % de los americanos piensa que la economía va mal o regular, y cuatro de cada diez piensan poco más que están en recesión».

A diferencia de España, con tasas muy similares pero fundamentadas en el gasto público o los servicios, «el crecimiento de EEUU es muy bueno porque se basa en una mejora notable de la productividad», detalla Ojeda. Sin embargo, la merma de poder adquisitivo por la inflación y la fuerte subida de los precios de la vivienda han hecho mella en las perspectivas de los ciudadanos.

El sistema americano no es propenso a las ayudas, por lo que no ha habido amortiguadores a la inflación como en EuropaChristopher CandlerProfesor de la Universidad Carlemany

«Ahora parece que la inflación está controlada y hay pleno empleo, pero los americanos perciben que han perdido poder adquisitivo porque los sueldos no han subido igual que la inflación», añade Christopher Candler, profesor de la Universidad Carlemany. «Y el sistema americano no es propenso a las ayudas, por lo que no hay amortiguadores como los que ha podido haber en Europa», añade.

«Las dudas respecto a la percepción de los ciudadanos respecto a la buena situación macroeconómica del país han surgido por distintas razones. Las encuestas señalan que los votantes están prácticamente divididos en cincuenta a cincuenta», asegura Javier Amador, de BBVA Research, quien asegura que indicadores como el medidor del Conference Board o el de la Universidad de Michigan sí muestran una clara tendencia alcista.

«El continuo dinamismo del consumo, consistente con el aumento de la confianza del consumidor antes descrito, apuntan a que la mayoría de los votantes sí perciben la favorable situación de la economía», considera Amador, pesar de la percepción negativa que hayan podido generar algunos factores como la evolución de los precios de la vivienda.

En los últimos diez años el precio de las casas en el país se ha duplicado. «El sueño americano de tener una propiedad se ha vuelto muy complicado y eso genera mucha frustración», añade Candler. A ello se ha sumado el impacto de las subidas de los tipos de interés, que la FED se ha resistido a bajar, lo que ha motivado algunas de las críticas de un Donald Trump que ya en el pasado se mostró partidario de que el Gobierno participe más en las decisiones del órgano monetario. «Es el mejor trabajo del gobierno: vas una vez al mes a la oficina y lanzas una moneda», llegó a afirmar Trump recientemente.

La máquina de hacer dinero

«Estados Unidos va bien, pero a costa del déficit público y de darle a la máquina de hacer billetes», apunta por su parte Eduardo Irastorza, profesor de entorno global en OBS Business School. El endeudamiento norteamericano ya supera los 34 billones de dólares, el 124 % de su PIB, mientras que según el Fondo Monetario Internacional su déficit cerrará este año en el 7,6 % y no bajará del 6 % al menos hasta 2030, añade la Oficina Presupuestaria del Congreso.

«Está creciendo a un ritmo de alrededor de dos puntos porcentuales del PIB cada año», alertó en una comparecencia reciente el responsable de fiscalidad del FMI, Vitor Gaspar, durante la última actualización de las Perspectivas Económicas. «Esto no puede continuar así indefinidamente», añadió.

Trump y Harris han optado por pasar de puntillas sobre cómo atajar ambos indicadores. Según un informe de Bloomberg Economics, la deuda estadounidense podría aumentar hasta el 116 % del PIB con el plan de recortes tributarios de Trump, quien aboga por extender íntegramente el paquete de alivio fiscal que aprobó durante su presidencia, en 2017, y que expira en 2025. En cambio, Harris apuesta por eliminar reducciones fiscales a las empresas y a las rentas más altas, lo que situaría el incremento previsto de la deuda con su presidencia en el 109 %; y aboga además por subidas fiscales.

«Si bien ningún candidato tiene un plan de consolidación fiscal, las propuestas de Trump serían más negativas porque el déficit aumentaría menos con Harris, quien si bien propone incrementos al gasto –subsidios para adquisición de primera vivienda o a para quienes emprenden por primera vez– al menos los acompaña de medidas para financiarlos aunque sea parcialmente (mayores tasas impositivas para algunos segmentos), cuenta Javier Amador, de BBVA Research. «Trump, por su parte, propone menores impuestos al segmento de mayores ingresos y a las corporaciones, pero sin proponer ninguna medida para financiarlos».

Además, dice Amador, «las propuestas fiscales de Harris tendrían mayores efectos multiplicadores sobre la demanda agregada al recaer en personas con una mayor propensión marginal a consumir que la de los beneficiarios de las medidas propuestas por Trump. Estas medidas, aunadas a otras como la posible disminución de la fuerza laboral por las amenazas de deportaciones masivas y la imposición de aranceles, se traduciría en una economía con menor crecimiento, mayor inflación, mayores tasas de interés y un previsible aumento en las primas de riesgo».

Propinas y aranceles

Ambos candidatos respaldan ahora la eliminación de impuestos a las propinas, una medida propuesta inicialmente por Donald Trump y que ha tenido un amplio respaldo en estados decisivos como Nevada, con un importante porcentaje de población dedicado al sector servicios, lo que hizo que Harris la incorporara a su batería de promesas electorales. «A nivel macroeconómico las bajadas de impuestos de Trump son bastante agresivas y no se compensarán con lo que se quiere ingresar por aranceles», anticipa Candler, de la Universidad Carlemany.

Los aranceles, que buscan combatir la extendida sensación de que la clase media y la industria americana están siendo los perdedores de la globalización, son precisamente la principal diferencia en materia económica entre ambos candidatos. Mientras Harris afirma que son una suerte de impuesto al consumo que penalizará a los ciudadanos americanos, Trump aboga por un arancel global del 10 % y de hasta el 100 % para los coches importados de México o a aquellos países que dejen de usar el dólar para sus intercambios comerciales internacionales. El objetivo principal es China pero también podría acabar impactando a las empresas españolas, que ya se vieron afectadas por el proteccionismo.

«China es la bestia negra. Los que votan a Trump están hartos de ser el perro pastor del resto de países», explica Irastorza. «El mecanismo es sencillo y fácil de entender. Las promesas de Trump tienen un impacto muy rápido, sobre todo en las empresas, a la hora de contratar personal y aumentar salarios, y abaratar los costes energéticos», opina Candler. «En cambio, la política de Harris es a bastante más largo plazo».

En cualquier caso, las promesas de uno y otro deberán pasar por las Cámaras americanas, que podrían vetar las más agresivas. «Dado el sistema de pesos y contrapesos estadounidense, a la hora de aprobar legislación es clave el resultado de ambas cámaras», advertía en un análisis reciente Federico Steinberg, del Real Instituto Elcano. «Un gobierno dividido (con la Casa Blanca de un color y una o dos de las cámaras de otro) requiere de una compleja gestión, pero no es necesariamente un sinónimo de parálisis», añadía.