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José María Rotellar

Trump: ante las luces y sombras de su política, una oportunidad

En lugar de quejarse y lloriquear, la UE debería analizar su situación y tratar de reaccionar adecuadamente, para intentar convertir en oportunidades lo que esas medidas económicas de Trump suponen como amenaza

Donald Trump ha ganado las elecciones y rápidamente se ha extendido por todos los medios la idea de que esto será un desastre para el mundo libre, para la economía y, especialmente, para la Unión Europea.

Los medios de izquierdas y toda la izquierda en general, no dejan de rabiar y de patalear ante la victoria de Trump, diciendo no comprender cómo los estadounidenses han podido votar por él, anunciando el fin de la democracia y pronosticando todos los males económicos para el mundo entero.

Lo sorprendente es que algunas personas e instituciones del centro-derecha, algunas de ellas, muy relevantes, tremendamente relevantes, han saludado la noticia de la victoria de Trump con airadas reacciones, comprando, en parte, mucha mercancía falsa sobre Trump promovida por la izquierda.

Es verdad que Trump no es un santo, es verdad que sus modales no son los que serían deseables para el mandatario más importante del mundo, y es verdad que su política económica tiene sombras proteccionistas, pero también es cierto que nada de esos defectos iban a eliminarse del puesto de mando en Estados Unidos si no hubiese ganado Trump, sino que serían aún mayores y con elementos nocivos adicionales.

Así, Trump amenaza con imponer medidas duras de proteccionismo sobre muchos productos importados, una gran mayoría procedentes de la UE, que es una mala señal para la economía europea. Del mismo modo, también amenaza con dejar de financiar de manera tan elevada el gasto militar de la OTAN. Son, ambas, medidas que afectan económicamente a la UE y que pueden suponer un importante quebranto.

La UE debe trabajar duro para eliminar sus debilidades y acumular fortalezas

Ahora bien, en lugar de quejarse y lloriquear, la UE debería analizar su situación y tratar de reaccionar adecuadamente, para intentar convertir en oportunidades lo que esas medidas económicas de Trump suponen como amenaza. Para ello, la UE debe trabajar duro para eliminar sus debilidades y acumular fortalezas, como si de un análisis DAFO se tratase, en pura estrategia de cambio.

Si Trump impone aranceles, la UE debe eliminar toda la carga regulatoria que asfixia a las empresas europeas. Debe acabar con el fundamentalismo medioambiental que obliga a las empresas a sufrir unos importantes costes para cumplir con ellas. Debe aplicar una política fiscal de bajos impuestos. Todo ello, si lo realiza, disminuirá los costes de las empresas, les permitirá producir más, con precios más atractivos que logren seguir siendo más baratos pese a los aranceles estadounidenses, con lo que incluso tendrán más penetración en el mercado. Adicionalmente, la UE, con ello, podrá negociar con Trump, que, ante todo, es un empresario que negocia: si la UE no reacciona con más aranceles, a buen seguro que podrá negociar una rebaja de los que inicialmente Trump quiera imponer. Por ejemplo, Francia llegó a conseguirlo en el anterior mandato de Trump sobre una parte importante de los productos que iban a ser gravados con aranceles.

Asimismo, el hecho de que Estados Unidos deje de financiar como hasta ahora a la OTAN, en lugar de un problema puede ser una solución para la UE, porque ha descuidado su inversión en defensa, acomodándose a ser defendida por su aliado norteamericano. Esa decisión de Trump debería espolear a los países europeos para invertir más en defensa y eliminar, al mismo tiempo, otros gastos improductivos. Adicionalmente, la inversión en defensa siempre es el origen de futura aplicación a la vida civil de todas las innovaciones conseguidas en el campo militar, de manera que esa inversión contendrá un efecto multiplicador sobre el crecimiento, en lugar del estéril gasto público derrochado en medidas absurdas, en cumplimiento de la llamada cultura woke, que lleva a la sociedad a su destrucción, previo paso por el empobrecimiento. Además, con ese combate contra la cultura woke, Trump también le da la oportunidad a la UE de rectificar en su política energética y abandonar, así, el fundamentalismo medioambiental y ecologista, para que vuelvan a apostar decididamente por las nucleares y por el gas, con todas las técnicas disponibles, incluido el fracking.

Trump ha prometido un importante y necesario recorte del gasto

En cuanto al resto de su política económica, Trump ha dicho que va a realizar un importante recorte de gasto, cosa necesaria, pues en los últimos cuatro años ha habido una expansión tremenda por el lado del gasto, y también ha afirmado que va a bajar los impuestos, desregulando en muchas materias para que la economía pueda ser más productiva. Con esas medidas busca mejorar el poder adquisitivo de los estadounidenses y aliviar la carga que soportan familias y empresas, al mismo tiempo que limitar el efecto expulsión. Es cierto que el saldo presupuestario puede seguir siendo deficitario, cosa que nunca ha preocupado en exceso a Estados Unidos por su capacidad para atraer inversiones, pero estará más controlado que con los Demócratas y el gasto que lo origine irá más dirigido a la inversión que al gasto clientelar alimentado durante el mandato de Biden-Harris.

Por tanto, y aunque sería deseable que el partido republicano hubiese contado con otro candidato con mejores maneras, más ortodoxo, la victoria de Trump es positiva porque lo que se dirimía no era ya una cuestión o no de proteccionismo, sino de principios: el 'wokismo' imperante impulsado por toda la izquierda, frente a la decisión del individuo libre y soberano, es decir, a grandes rasgos, la sociedad se jugaba que siguiese triunfando el mal, o que se abriese paso el bien, respectivamente.

¿Otro líder del Partido Republicano habría sido preferible para ello? Sí, pero el mal que estaba destruyendo a la sociedad, que estaba despojándola de su esencia, de sus valores occidentales de inspiración cristiana, ha sido frenado, con lo que hay que felicitarse por ello. Así, para empezar, con Harris no habría habido menos proteccionismo, sino el mismo o más, como hasta ahora con los demócratas. Habría habido, además, más gasto y más impuestos, y, por supuesto, más fundamentalismo de religión medioambiental y 'wokista'.

Por tanto, como digo, habría sido mejor otro candidato republicano, desde luego. Todos añoramos a Reagan, pero ya no lo tenemos. Incluso otros expresidentes estadounidenses también fueron mejores y alguno en España añorará esos buenos viejos tiempos, pero tenemos lo que tenemos y hay que trabajar con ello, al tiempo que no hay que dejar engañarse por toda la propaganda de la izquierda, cuando aquí muchos la han sufrido de manera despiadada y falsa. Por eso, hay que analizar la victoria de Trump no como un óptimo, sino como un segundo óptimo, que es el que podemos alcanzar.

Por eso, y con el mayor respeto y admiración que me merece el que considero el mejor presidente del Gobierno que ha habido en España, José María Aznar, creo que él y FAES se equivocan en su crítica a Trump, porque, en primer lugar, es el mal menor y, en segundo lugar, el centro-derecha español debe lograr las mejores condiciones para España que la política de Trump pueda tener, cosa que no va a conseguir el Gobierno de Sánchez, por su radical oposición al presidente electo de Estados Unidos. Por eso, hay que analizar la victoria de Trump no como un óptimo, sino como un segundo óptimo, que es el que podemos alcanzar, y sería deseable que el presidente Aznar pudiese rectificar hacia esa posición, que, de paso, cerraría el paso a Vox en su intento de ser el aliado del Partido Republicano, cuando el natural aliado es y ha de seguir siendo el centro-derecha liberal-conservador, es decir, el PP.

Si la UE deja de echar las culpas a otros, analiza las barbaridades de política económica que ha aplicado y rectifica, la victoria de Trump puede ser hasta buena para su economía. Si no, seguirá languideciendo porque habrá decidido suicidarse.

  • José María Rotellar es profesor de Economía y director del Observatorio Económico de la Universidad Francisco de Vitoria