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José Manuel Cansino

Occidente y el libre mercado: a la pregonada claudicación le vuelve a salir un obstáculo

No cabe duda de que caminamos a un mundo post occidental, a un cambio de era movido por cuatro fuerzas principales

Hace 20 años, Michael Mandelbaum en su muy influyente libro Las ideas que conquistaron el Mundo, sostuvo que tres grandes ideas —la paz, la democracia y el libre mercado— habían llegado a dominar la política y economía global en la era posterior a la Guerra Fría. Este influyente intelectual, profesor de la Universidad Johns Hopkins y asesor del Gobierno estadounidense, argumentaba que las citadas ideas se habían convertido en los pilares que guiaban las relaciones internacionales y los sistemas de gobierno, promoviendo una visión optimista de un mundo más estable y próspero, aunque no libre de afrontar desafíos. Según Mandelbaum, estas ideas reflejaban la esperanza de una comunidad global unida en torno a la paz, los derechos individuales y la interdependencia económica.

En la actualidad, según la edición de 2023 del Índice de calidad democrática elaborado por la Unidad de Inteligencia de la revista The Economist, sólo alrededor del 8 % de la población mundial vive en democracias plenas, lo que representa aproximadamente 650 millones de personas. Este análisis clasifica a las naciones en diferentes tipos de regímenes según el nivel de democracia que presentan, y solo un grupo pequeño (24 países de 163) alcanza la mejor calificación como «democracias plenas» en aspectos como elecciones libres y derechos civiles. En contraste, el 55 % de la población global vive bajo regímenes considerados autoritarios, mientras el 37 % restante habita en democracias con ciertos problemas o «democracias defectuosas».

El futuro será lo que queramos que sea, pero de lo que no cabe duda es de que caminamos a un mundo post occidental

Desde luego, el futuro será lo que queramos que sea o aquello por lo que estemos dispuestos a pelear pero de lo que no cabe duda es de que caminamos a un mundo post occidental; a un cambio de era movido por cuatro fuerzas principales; 1) el desplazamiento del poder mundial a Asia (por el Mar de la China meridional transita en torno al 40 % del comercio mundial), 2) el crecimiento de la clase media en Asia, 3) el final de un mundo bipolar y el tránsito a otro «policéntrico» y 4) la revolución tecnológica.

En relación con la última de estas cuatro palancas, los microchips son el recurso estratégico más crucial del mundo moderno, impulsando tanto la economía global como el poder militar. La competencia por la supremacía en la tecnología de semiconductores ha desencadenado una «guerra» tecnológica entre potencias como Estados Unidos y China, donde el control de la producción y el desarrollo de chips será decisivo para definir el liderazgo mundial en las próximas décadas. Esta carrera por los chips impacta todas las áreas, desde la economía hasta la seguridad nacional, y es esencial para la innovación tecnológica continua.

Actualmente se calcula que el 80 % del mercado mundial de chips lo controla la gigantesca multinacional Nvidia. El valor de esta compañía es ahora mayor que la capitalización bursátil total de cinco de los países del G7. Cuando se recuerda que los ciudadanos no estadounidenses poseen el 18 % del mercado bursátil de EE.UU., nos damos cuenta de que los cambios en el precio de las acciones de una multinacional como Nvidia tienen un impacto global significativo.

Nvidia encabeza la lista de las Big Tech que son las principales empresas tecnológicas a nivel mundial que dominan sectores clave de la economía digital, especialmente en internet, redes sociales, publicidad en línea y comercio electrónico. Las más conocidas son Google, Amazon, Facebook (Meta), Apple y Microsoft (conocidas por el acrónimo «GAFAM» en inglés).

La victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales norteamericanas coloca a estas grandes tecnológicas en una situación paradójica pues si por una parte está decidido a dificultar el acceso de China a la más avanzada tecnología de microchips, uno de sus compañeros de campaña, el empresario Elon Musk, ha puesto en evidencia el sesgo en favor de la candidata Kamala Harris de los contenidos promovidos en las redes sociales bajo el control de las Big Tech.

De hecho, Trump está evaluando la posibilidad de firmar una orden ejecutiva que impida cualquier cooperación entre agencias federales y otras organizaciones para «censurar» a ciudadanos estadounidenses por sus opiniones en redes sociales, además de prohibir el uso de recursos federales destinados a combatir la desinformación.

Los EE.UU. siguen aventajando en casi un 30 % a la economía china. Los tres países que componen la alianza comercial norteamericana sacan dos puntos y medio de ventaja a los Brics –recientemente reunidos en Rusia–. Aunque las especulaciones son muchas, realmente pocas señales claras existen de si la victoria de Trump conllevará un fuerte rearme proteccionista en el que la peor parte se la llevará su proveedor sistémico –China–, pero de lo que no cabe duda es de que ni el mundo imaginado por Mandelbaum nos llevó del libre comercio a la extensión de los sistemas democráticos, ni el uso masivo de las redes sociales escaparon de la imposición de un discurso dominante bendecido por el wokismo. Sea como fuere, el resultado electoral en EE.UU. ha sido el decidido por sus votantes y a la pregonada claudicación de Occidente le ha vuelto a salir un obstáculo. Ya veremos si eficaz o no.

  • José Manuel Cansino es catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, profesor de San Telmo Business School y académico de la Universidad Autónoma de Chile / @jmcansino