Sánchez ha acabado con la prosperidad de la economía española
Es un sexenio negro para la economía, pues estructuralmente, más allá del corto plazo, la herencia económica que dejará Sánchez en su forma de medio y largo plazo, será peor que la que dejó Zapatero
Sánchez mantiene a la economía anestesiada por el gasto público, que le permite mostrar unos datos aparentemente buenos, pero que no lo son en cuanto se profundiza al respecto. Y cuando se analiza en profundidad se observa que con el mandato de Sánchez, España ha perdido grandes cotas de prosperidad, puesto que ha vuelto a retroceder en PIB per cápita como nunca antes había hecho.
Así, la economía española no deja de perder productividad y competitividad, y el cambio de modelo económico no está girando hacia una economía más productiva, especializada en productos y servicios de alto valor añadido, sino que marcha en sentido contrario, hacia una economía de bajo valor añadido, con crecientes subsidios y pérdida de capacitación profesional.
Eso hace que la economía no se sostenga por sí misma, que viva anestesiada, y que se estén produciendo flujos migratorios en el campo laboral en ambos sentidos, tanto de entrada como de salida.
Así, los trabajadores que recibimos de fuera lo son, cada vez más, para trabajos muy poco cualificados, que no realizan los españoles y cuya demanda de trabajo está creciendo, que tiene que buscar su oferta fuera. Esa demanda de trabajo poco cualificado crece porque la economía se está desarrollando en esas ramas de actividad de poco valor añadido, haciendo que la economía española pierda posiciones respecto del exterior.
Por otra parte, según el informe del BBVA, El valor económico del capital humano en España y sus regiones, un tercio de los emigrantes de España son jóvenes. Es obvio que puede haber emigrantes temporales, para aprender un idioma o para tener una experiencia profesional pasajera, pero es preocupante que una parte de los jóvenes se vayan, especialmente porque muchos de los que se marchan son personas de elevada cualificación, que no encuentran en nuestro país un desarrollo profesional acorde a su capacitación, debido a que nos estamos quedando rezagados en productividad, en competitividad y en prosperidad, pues nuestra posición en PIB per cápita respecto de la media de la eurozona ha descendido.
Eso provoca que el crecimiento español, además de ser cortoplacista, se impulsa, en gran parte por crecimiento de población, pero con pérdida de prosperidad, como muestra la evolución de PIB per cápita en paridad del poder de compra, donde España ha dejado de converger y ha retrocedido respecto de la media de la UE, quedando de nuevo por debajo del 90 % de dicha media, volviendo a ser potencial receptor de fondos de cohesión a los que optan los países más pobres de la UE.
De hecho, la convergencia lograda desde 1996, que hizo que España superase el 100 % de la media comunitaria en 2003, aunque tuviese el impulso del efecto de la ampliación sobre la media, que rebajaba dicha media, mantenía una tendencia creciente sostenida hasta 2007, cuando se acabó la inercia de las políticas de los años anteriores.
Desde entonces, se ha resentido dicho porcentaje del PIB per cápita en paridad del poder de compra, pero no había bajado del 90 % nunca, con recuperación desde 2015 a 2018, momento en el que comienza a bajar, llegando al 82,5 % en 2020, que denota que España gestionó peor la crisis del coronavirus que la media europea, y que ahora sigue por debajo del 90 %, en el 88,7 %, pese a las revisiones del PIB extraordinarias habidas en España, que al menos han impulsado el porcentaje hacia arriba en nueve décimas, al comparar datos antes y después de la revisión relativos a 2022.
Todo ello, dibuja un panorama desolador, donde no hay crecimiento productivo sano, sino que el gasto público expulsa a la inversión productiva, con un crecimiento por acumulación de población, pero con pérdida de prosperidad, tal y como refleja la evolución del PIB per cápita, y sin ninguna reforma llevada a cabo. Es un sexenio negro para la economía, pues estructuralmente, más allá del corto plazo, la herencia económica que dejará Sánchez en su forma de medio y largo plazo, será peor que la que dejó Zapatero.