Fundado en 1910
Fátima E. Fernández

Herencias y vivienda: viene la mayor transferencia de rentas de la historia, pero no beneficiará a todos

Quienes reciban propiedades en grandes ciudades como Madrid o Barcelona estarán en una posición privilegiada, mientras que otros procedentes de zonas más deprimidas y familias menos pudientes no recibirán nada

No hay Navidades sin las batallitas de los abuelos sobre sus buenos tiempos —y sí, hablo en masculino porque no creo que la época franquista hubiera sido especialmente benévola con las mujeres, sobre todo con aquellas que fueron interceptadas por el Patronato de la Mujer—. Por el contrario, las conversaciones de las generaciones Z (nacidos a partir del 97) y millennial (81 – 96) —a la cual pertenezco— solo pueden girar en torno a tres crisis históricas: crisis financiera de 2008, coronavirus y la crisis de la inflación. Más conciencia feminista, aunque con una ola reaccionaria altamente preocupante y un futuro sin esperanza por la recuperación económica.

Y es que se avecina la mayor transferencia de rentas de la historia, pero esta no beneficiará a todos por igual. La transición demográfica es real: la pirámide poblacional se ha invertido y está poniendo en jaque nuestro presente. El resultado de este fenómeno es una población más envejecida que entraña problemas más allá de la inestabilidad que supone para la sostenibilidad del Sistema Nacional de Salud (SNS).

La riqueza y la pobreza se heredan

El impacto será social, económico y ambiental y las herencias serán determinantes para la sociedad del futuro, porque el techo y el suelo del ascensor España son pegajosos y no entienden de justicia ni igualdad de oportunidades. Habrá quienes hereden mucho y otros que no hereden nada, lo que provocará una desigualdad económica y social que influirá en todo lo que queda de siglo.

En un país donde la vivienda representa cerca del 80 % de la riqueza familiar, quienes hereden propiedades en grandes ciudades como Madrid o Barcelona estarán en una posición privilegiada, mientras que otros procedentes de zonas más deprimidas y familias menos pudientes no recibirán nada. Esta desigualdad ampliará la brecha económica entre los herederos y quienes dependen exclusivamente de sus ingresos laborales.

La herencia de vivienda provocará una desigualdad económica y social que influirá en todo lo que queda de siglo

En términos sociales, la concentración de riqueza heredada podría consolidar barreras estructurales. Quienes reciban un patrimonio significativo podrán acceder más fácilmente a oportunidades como la compra de vivienda, la inversión o el emprendimiento. Por el contrario, quienes no hereden estarán condenados a perpetuar un modelo donde el esfuerzo laboral resulta insuficiente para alcanzar estabilidad económica, especialmente en un país con uno de los niveles de paro juvenil más altos de Europa.

Ambiciones propias

En este punto, cabe preguntarse si España es (o no) un país de emprendedores o niños de papa. Los habrá que, aun con el suficiente dinero en el banco, prefieran no asumir riesgos e invertir en vivienda; se convertirán, por tanto, en los nuevos grandes propietarios que ven este mercado la mejor oportunidad para la especulación y el beneficio por el beneficio. De hecho, cabe destacar que, en el espectro de los mil millonarios, las grandes fortunas han ganado más por las herencias que por iniciativa empresarial: 53 herederos recibieron un total de 150,8 miles de millones de dólares, superando el total de 140,7 millones de dólares de los 84 nuevos multimillonarios por mérito propio, tal y como recoge UBS. Estas cifras se alejan de cualquier situación meritocrática.

La mayoría de los multimillonarios tiene como objetivo permitir que las futuras generaciones de su familia se beneficien de su patrimonio. No obstante, los estudios económicos dicen que el 70 % de los casos, las herencias que amasan los padres, las pierden los hijos, la segunda generación, y en el 90 % la dilapidan la tercera generación.

En resumen, antes de 2030, se producirá una transferencia de rentas de la generación de los baby boomer y más mayores a la generación X y a los millennials con implicaciones en clave de equidad. Miles de familias recibirán un volumen de riqueza sin precedentes; un traspaso intergeneracional que no solo marcará el destino de quienes hereden, sino que redefinirá las dinámicas de desigualdad en el país si no se diseñan políticas fiscales justas y estrategias de gestión adecuadas.

En un siglo XXI marcado por la incertidumbre, las herencias no serán únicamente una cuestión privada entre familias, sino un fenómeno con implicaciones nacionales que definirá el rumbo económico, social y político del país. España está ante un punto de inflexión: aprovechar esta transferencia histórica o arriesgarse a dejar atrás a una generación.

Migración, ¿solución temporal?

No obstante, el envejecimiento es una realidad que no solo atañe a España. Japón es el país más anciano del mundo y sigue batiendo récords: una de cada diez personas tiene 80 años o más y la proporción de personas de 65 años o más (29,1 %) es la más alta del mundo. La ausencia de nuevos nacimientos provoca un fuerte estancamiento económico y los incentivos gubernamentales no están dando los resultados esperados. No obstante, los números son solo la punta del iceberg de una profunda crisis nacional. Mientras el que fuera Imperio registra estas cifras, la población de Senegal no supera los 19 años de edad media.

Estos datos no hacen más que reforzar la idea de que la migración puede ser una de las soluciones a la deriva demográfica actual. Porque los flujos migratorios pueden contrarrestar el declive poblacional y aumentar la proporción de personas en edad de trabajar fortaleciendo, en última instancia, la base fiscal que será la que permita financiar las pensiones y los tan necesarios servicios públicos.

  • Fátima E. Fernández es economista y consultora especializada en asuntos públicos e incidencia regulatoria