Aquí mando yo: Sánchez envía un mensaje a los empresarios en vísperas de Davos
Había interés estratégico, sí, pero para la estrategia del propio Pedro Sánchez, que se asegura los principales resortes de poder en una empresa que no solo tiene un papel líder en áreas como la seguridad y la defensa, sino también en el ámbito audiovisual
Más claro, agua. Tanto las formas como el fondo de la salida de José María Álvarez Pallete de Telefónica, comunicada el viernes en la mismísima Moncloa, como adelantó este periódico, no son sino una muestra más del intervencionismo empresarial del gobierno de Pedro Sánchez. El propio Marc Murtra, llamado a ocupar la cima directiva de la hoy segunda operadora española, lo sabe bien. Primero, en 2021, llegó Indra, un año después el Gobierno maniobró para desalojar a los consejeros independientes y, por último, el año pasado, asumió funciones ejecutivas que hasta entonces estaban reservadas al consejero delegado, José Vicente de los Mozos.
Hay quien dice que la elección de un presidente de Telefónica desde Moncloa no deja de ser una vuelta a la normalidad. Salvo al propio Pallete, delfín de César Alierta, el resto de directivos de la centenaria compañía han sido aupados desde el Gobierno de turno. Pero la España de hoy no es ni la de 1924 ni la de 1975, ni siquiera la de 2000, y el celo intervencionista de este Gobierno no es un plato de buen gusto para los inversores extranjeros, cuyo menor interés por España es uno de los pocos indicadores que el Gobierno no logra maquillar a su favor.
A Moncloa le fue de perlas el desembarco de los saudíes de STC para justificar su toma de control del 10 % de Telefónica. Un movimiento, por cierto, que ha costado más de 2.000 millones a las arcas públicas. Y que se justificó hace menos de un año «para permitir una mayor estabilidad accionarial, contribuyendo a la salvaguarda de las capacidades estratégicas de una compañía estratégica para los intereses nacionales».
Era una verdad a medias, o lo que es lo mismo, una mentira. Como ahora queda patente al elegir a un hombre próximo al partido —y previamente a Carlos Ocaña, coautor de un libro basado en la tesis del propio Pedro Sánchez, para ocupar un puesto en el consejo—, lo que en realidad se buscaba era asegurar el control absoluto de Telefónica. Había interés estratégico, sí, pero para la estrategia del propio Pedro Sánchez, que se asegura los principales resortes de poder en una empresa que no solo tiene un papel líder en áreas como la seguridad y la defensa, sino también en el ámbito audiovisual, un sector cuyo control interesa particularmente en Moncloa.
El mensaje es también muy claro para los empresarios. Y llega en vísperas del Foro de Davos, el gran encuentro económico del año, al que tiene previsto acudir triunfalmente Sánchez la próxima semana. Un año después de aquella reunión con la cúpula del Ibex, repleta de caras fúnebres y en una salita deslavazada, el presidente llegará a Suiza con su nuevo trofeo bajo el brazo, y una máxima para todo el que quiera escucharla: aunque no haya Presupuestos y la actividad legislativa esté en mínimos, aunque Junts tense la cuerda y Yolanda Díaz afile los cuchillos por la falta de avances en la reducción de jornada, aquí mando yo.