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El empresario sudafricano sigue embarcado en su particular sueño americanoAFP

Perfil

Elon Musk, persona del año en la Tierra como en el cielo

La persona más influyente de 2021 cambió la esmeralda del lago Tanganica por el silicio de California para forjar una vida lunática que puede acabar en Marte

«Hace solo unos pocos años, Musk era objeto de continuas burlas y tratado como un estafador loco al borde de la quiebra. Ahora, este tímido sudafricano con síndrome de Asperger, que escapó de una infancia brutal y superó una tragedia personal, somete a los gobiernos y a la industria a la fuerza de su ambición». La revista Time ha decidido poner en valor mundial a Elon Musk convirtiéndole en portada de su revista y nombrándole hombre del año 2021.

Los sudafricanos blancos encajan bastante bien en Estados Unidos. Dominan el idioma y solo tienen que adaptar el acento local. El joven Elon Musk (Pretoria, 1971) salió de Sudáfrica a los 17 años, después de más de tres lustros dramáticos donde se movió en esa delgada línea que marca el éxito del absoluto fracaso. Se inclinó inconscientemente hacia el lado bueno, tomó la decisión más importante de su vida cuando ésta no había, casi, ni empezado. El resto es la historia de un ciudadano que emprendió el sueño americano y del que todavía no ha despertado. Incluso ha sido capaz de embarcar al resto de la humanidad en los brazos de Morfeo.

De la casta de su padre se formó el galgo de Musk. Quizá, no quiera reconocerlo porque Errol Musk fue algo así como una pesadilla en la vida del pequeño Elon, de su madre y de sus dos hermanos, pero también fue un ingeniero y un brillante empresario. Con 34 años se retiró para viajar en su Cessna, cuidar a sus caballos pura sangre y montar en su yate. Además, se permitió vivir en el exclusivo barrio de Waterlook en Pretoria donde Elon Musk pasó la infancia cuando sus padres se divorciaron a sus 9 años.

El mismo padre que aseguró a la revista Rolling Stone que una vez disparó y mató a tres ladrones que entraron en su casa para después reconocer que tuvo un hijo con su exhijastra 42 años más joven que él, fue el que grabó a fuego la ambición en Elon. Algunos dicen que lo atormentaba psicológicamente porque no entendía sus largos silencios fruto del Asperger ni que leyera la enciclopedia. Su nivel de abstracción llegó a tal punto que decidieron llevarlo al médico para comprobar si era sordo. Sus oídos funcionaban bien, su cabeza, mejor mientras asimilaba La fundación, La guía del autoestopista galáctico o El señor de los Anillos y ponía los cimientos de la conquista del espacio.

Una mina de esmeraldas

Errol les abrió a sus hijos las puertas del éxito un buen día en el lago Tanganica. Ese espacio natural que riega la República Democrática del Congo, Burundi, Tanzania y Zambia conserva una mina de esmeraldas en la que Errol tenía participaciones. La riqueza del padre podía suponer unos 20 millones de dólares. Al borde de aquel precipicio donde veían a los mineros buscar con sus cribas el berilio verde símbolo del apóstol Juan, despertaron en Elon la infinita capacidad de evangelizar con sus ideas.

A los 17 años, Musk ya había pasado por el hospital a causa de una grave paliza que sufrió en el colegio. Los matones le buscaron hasta que pegó el estirón y llegó al 1,80 acompañado del conocimiento de las artes marciales. Si su abuelo materno había viajado de Canadá a Sudáfrica en los 50, en pleno apartheid, Musk hizo el viaje opuesto con 2.000 dólares a la espera de que llegaran su madre y sus hermanos. Lo único que dejó atrás fue un padre del que nunca ha querido saber nada y una mili obligatoria.

De los mapas a Paypal

En la Universidad de Queen's en Ontario no encontró lo que buscaba y se trasladó a Estados Unidos. En la Universidad de Pensilvania se graduó con una doble especialización en física y economía. Aceptó ir a Universidad de Stanford, pero cuando pisó California cambió sus sueños de esmeralda por los del silicio. Esos garajes de San Francisco que han dado tanto lustre a la historia de la informática también sirvieron a Musk para poner en marcha Zip2, el primer servicio de mapas de internet que vendió a Compaq por 22 millones de dólares. Después vio claro el pago por internet con X.com que se transformaría en parte de PayPal y por la que Musk se embolsaría 180 millones de dólares. Su plan de julio de 2000 nunca fue bien ejecutado y siempre se ha quejado públicamente de que podría haber destrozado a la industria bancaria.

Porque Musk siempre ha sido amigo de quejarse públicamente de todo desde que un amigo le recomendó abrirse una cuenta en Twitter para tener un altavoz que se ha convertido en un púlpito desde el que hace temblar a cualquier sector del que habla. Con su fortuna ha financiado a gobiernos demócratas y republicanos y no le importa desbarrar contra las autoridades estadounidenses por mantener cerradas sus plantas de Tesla en plena crisis del coronavirus.

Si ahora Europa ha ordenado que no se fabriquen coches de combustible más allá de 2035 es porque Musk movió las alas con Tesla

Time le nombra persona del año porque quiere abrir a la humanidad un nuevo modo de vida en Marte, por su contrato con la NASA, por sus viajes al espacio… pero hay algo más cercano en lo que Musk ha influido notablemente. Fue el día en el que Musk se encontró con el ingeniero Jeffrey Brian Straubel, que intentaba convertir Porsches viejos en coches eléctricos. Financió su idea para fabricar baterías de iones con celdas más densas y ligeras y puso en marcha una empresa llamada Tesla con la que este Don Quijote ha cabalgado y luchado contra molinos de viento. Porque Tesla sufrió la recesión de 2008 hasta el punto de que tuvo que pagar nóminas con los ahorros de Kimbel Musk, hermano de Elon, hasta que SpaceX, otra de las locuras del empresario en uno de sus viajes a Rusia, logró lanzar un cohete al espacio al cuarto intento y conseguir el multimillonario contrato con la NASA que salvaría todo el entramado empresarial.

Si ahora Europa ha ordenado que no se fabriquen coches de combustible más allá de 2035 es porque Musk movió las alas a base de vender esos coches sofisticados que ahora vemos a cuentagotas por las calles de algunas ciudades. Los demás siempre irán a la zaga de Musk y no se corta el decirlo. «Yo no quiero hacer otro Prius de pinta atontada», comentó en referencia a uno de los vehículos utilitarios más vendidos en Estados Unidos. Todos los coches eléctricos seguirán la senda que marque Tesla y pondrán en marcha las baterías que sean capaces de reinventar desde su Gigafactory de Nevada. En ese desértico lugar del reino republicano viven encogidos a la espera de que se desate el «idiot bit» en cualquier visita de Musk. El genio arrogante y soberbio puede acabar una agria discusión con un ingeniero con un «¡eres un jodido idiota, no vuelvas por aquí!» porque él también fue ingeniero antes que personaje del año y sus resultados le preceden.

Elon Musk, en 1995 arreglando un coche

Elon Musk no ha forjado un imperio en la tierra y en el cielo sin dedicarle más tiempo del que podría tener. Noches en su factoría sumido en hojas de Excel y una adicción al trabajo justificada por uno de sus pocos viajes de ocio a Brasil. Musk se contagió de una malaria que le mantuvo mucho tiempo en el hospital.

Si Musk puso una vez sus ojos en las criptomonedas es porque vio el reflejo del futuro en esas monedas volátiles. Con un simple tuit, que escribiría en su trono de porcelana, ha sido capaz de desestabilizar el Bitcoin y tiene planes para meterse en el mundo NFT.

Su olfato hipersensible le ha ayudado en los negocios, pero no le ha dado resultado para oler los problemas sentimentales que se avecinaban en su vida. Romances al estilo 90210 por Beverly Hills con Cameron Díaz, tres matrimonios y seis hijos, el primero fallecido a los 10 meses de muerte súbita y que le hizo sufrir otra terrible experiencia en su vida.

Una vida siempre puede ser más friki, si no, que se lo pregunten a X Æ A-12 su último hijo fruto del matrimonio con la cantante canadiense Grimes y al que ella tuvo que dedicar un tuit para explicar, aunque los motivos solo estén al alcance de unos pocos elegidos.

Musk es el hombre de año porque lo dice Time y porque se lo ha ganado. Su tormento personal le ha devuelto a la sociedad un tipo capaz de todo. En su cuenta de Twitter no ha hecho referencias al premio, aunque sí se burló de Bezos con un emoji de una medalla de plata cuando un medio publicó que Mr. Amazon era la segunda fortuna mundial por detrás de Mr. Tesla-Paypal-SpaceX. Publica cuando quiere y de lo que quiere para sus 66 millones de seguidores tuits absurdos que podría firmar cualquier chaval rarito de esos que se pasan las horas frente a la pantalla escribiendo código en su habitación. De esos de los que un día huyó Musk sin saber que en su pecado llevaba la penitencia.