SALUD
Celiaquía, Crohn, o Barret: ¿qué son y cómo se tratan?
Estos y otros problemas digestivos cuentan cada día con nuevos centros y equipamientos para hacerles frente y mejorar la vida de los pacientes
EN COLABORACIÓN CON QUIRONSALUD
Es más que probable que a lo largo de tu vida hayas sufrido un fuerte dolor de estómago, acompañado de diarreas, fiebres y un sinfín de síntomas que han acabado siendo problemas digestivos. La mayoría de las veces tendemos a pensar que están causados por digestiones pesadas o por comer ciertos alimentos que no nos convenian, pero la realidad va mucho más allá.
Lo primero que debemos saber es que el aparato digestivo está formado por el esófago, el estómago, los intestinos grueso y delgado, el hígado, el páncreas y la vesícula biliar. Dentro de las patologías que se desarrollan en estos órganos, el síndrome de colon irritable es la más frecuente y la que mayor número de personas acuden a consulta a tratarse. José Luis Calleja, Codirector de la Unidad de Endoscopia de Olympia, así nos lo confirma, asegurando que pese a no ser una patología grave puede mermar en la calidad de vida del paciente.
Entre las enfermedades orgánicas más comunes del sistema digestivo están las infecciones gastrointestinales que suelen estar provocadas por virus y bacterias, con especial mención a la infección gástrica por Helicobacter Pylori, que se trata de un patógeno que afecta de forma muy prevalente a la población que produce gastritis crónica y que puede tener un potencial papel carcinogénico.
Más del 60% de la población porta la bacteria Helicobacter Pylori, en su interior, aunque la mayoría de las personas nunca llegan a saberloCodirector de la Unidad de Endoscopia de Olympia.
Muy común también es el desarrollo de un sobrecrecimiento bacteriano de intestino delgado que produce meteorismo, posible malabsorción de nutrientes, diarrea y un subtipo de sobrecrecimiento (el metanogénico) puede empeorar un estreñimiento previo, aseguran Santiago Blanco e Ismael El-Hajra, miembros del equipo de la Unidad de Endoscopia y del Aparato Digestivo de Olympia.
Intolerancias y celiaquías
Cada vez hay más personas que dicen ser intolerante a la lactosa, y al gluten. La primera de ellas, donde los pacientes no pueden digerir el azúcar (lactosa) que tiene la leche causada por la malabsorción de lactosa, una afección en la que el intestino delgado no puede digerir o descomponer toda la lactosa que una persona come o bebe. La segunda, los que padecen la enfermedad celiaca no toleran una proteína llamada gluten, que se encuentra en los cereales (trigo, avena, cebada) y que dañan el intestino delgado y altera la absorción de las vitaminas, minerales y demás nutrientes que contienen los alimentos.
La celiaquía afecta alrededor del 1% de la población
Diagnósticos y tratamientos
Los dos últimos problemas digestivos (lactosa y glutén) se diagnostican con pruebas serológicas, es decir, con la identificación en la sangre de anticuerpos específicos de la enfermedad celiaca (anticuerpos antitransglutaminasa y antigliadina, entre otros). En casos dudosos o en los que coexistan otras patologías es preciso realizar una endoscopia digestiva, como la que disponen en el centro Olympia que cuenta con equipamiento de última generación para este tipo de pruebas y con los mejores especialistas como los reconocidos digestólogos, doctores Luis Abreu García, experto en endoscopia y enfermedad inflamatoria intestinal y José Luis Calleja Panero, catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid, especialista en endoscopia y enfermedades hepáticas complementadas con un equipo especialista en enfermedades funcionales digestivas y endoscopia, como es el caso de los doctores Santiago Blanco y Alejandra Martínez.
Enfermedad de Crohn: perfil del paciente
La enfermedad de Crohn es una enfermedad que se incluye dentro de las enfermedades inflamatorias intestinales. Se trata de una enfermedad crónica que puede afectar a cualquier parte del tubo digestivo entre la boca y el ano, pudiendo presentarse un patrón inflamatorio, otro patrón con tendencia a la formación de fístulas y abscesos (cavidad donde se acumula pus) y otro patrón en el que se producen zonas fibróticas estenóticas (enfermedades pulmonares)
«Existen 2 picos de incidencia, el primero entre los 15 y 35 años y el segundo alrededor de los 60»
Los síntomas más comunes son la diarrea crónica, el dolor abdominal, la distensión abdominal, las náuseas y los vómitos. También pueden presentarse algunas otras manifestaciones que se denominan «extraintestinales» de la enfermedad, como por ejemplo la aparición de artritis o lesiones cutáneas, nos aclara Santiago Blanco miembros del equipo de la Unidad de Endoscopia y del Aparato Digestivo de Olympia.
¿Cómo podemos hacerle frente? una buena primera prueba suele ser la calprotectina fecal, que cuando se presenta en valores elevados sugiere la presencia de una inflamación en el tubo digestivo, necesitándose para profundizar en el estudio posteriormente la realización de una ileocolonoscopia, enterorresonancia magnética o en ocasiones una esofagogastroduodenoscopia si se sospecha una afectación del tracto digestivo alto.
Enfermedad de Barret: ¿en qué consiste?
El esófago de Barret es una enfermedad causada por el daño continuo del ácido en el esófago de pacientes con reflujo gastroesofágico, lo que obliga a sus células a cambiar, pareciéndose más a la mucosa del intestino y acumulando en este cambio mutaciones que con el tiempo podrían derivar en una degeneración maligna del epitelio. Por sí mismo el Esófago de Barret no produce síntomas, solo los relacionados con el reflujo gastroesofágico como pirosis («acidez»), regurgitación del contenido gástrico y en presencia de complicaciones podría aparecer disfagia (dificultad para tragar).
Comer bien ayuda a prevenir
Una alimentación variada, rica en frutas, verduras y legumbres puede contribuir a un microbiota sano que protege frente a gérmenes y refuerza el sistema inmune intestinal. Además, si en general el paciente mantiene un peso saludable, sigue una dieta mediterránea combinada con ejercicio físico, se previene el desarrollo de un hígado graso, que en casos seleccionados puede suponer un riesgo de que el hígado sufra un proceso inflamatorio crónico que conduzca a una eventual cirrosis.