La valiosa aportación de nuestros mayores a la sociedad
Cada año, el 1 de octubre, se celebra el Día Internacional de las Personas de Edad, una oportunidad para revisar su legado y aprender de sus historias de vida.
Envejecer no debería significar desconectarse del mundo, sino seguir aportando valor por la experiencia, por todo lo vivido, y continuar disfrutando de las pequeñas cosas de la vida. Las personas mayores siempre han desempeñado un papel importante en la sociedad como referentes y custodios de la tradición, y sus contribuciones al mundo son muchas y muy necesarias.
Por todos estos motivos, el Día Internacional de las Personas de Edad, que se celebra cada 1 de octubre, quiere poner en valor la importante aportación de nuestros mayores a la sociedad, así como crear conciencia sobre las oportunidades y los desafíos a los que se enfrentan en el mundo de hoy. Entre esos retos está el de garantizar a las personas mayores de 65 años un envejecimiento activo, que hace alusión al «proceso en que se optimizan las oportunidades de salud, participación y seguridad a fin de mejorar la calidad de vida de las personas a medida que envejecen», tal y como define la OMS.
Rosa María Marcé tiene 91 años y una poderosa energía que la mantiene activa. Mucho tienen que ver en ello las personas que a su servicio pone Accent Social, filial de Clece, en las viviendas para mayores Cuatro Caminos de Barcelona, donde ella reside desde hace cuatro años. «Sí, somos personas mayores, pero estamos espabiladas. Depende de la mentalidad de cada uno, yo me siento activa. Empecé a viajar de joven con la natación y, con la edad que tengo, no me duele nada». Y, sobre todo, celebra vivir en un lugar con todo tipo de servicios para ella, que respalda un personal excepcional. «He tenido la suerte de venir a vivir a un sitio donde me tratan divinamente. Aquí hay gente muy agradable. No nos falta de nada. Tengo a una chica muy amable que me viene a limpiar y todo está tan nuevo que, hasta ahora, sólo he necesitado que me cuelguen una cortina», comparte.
Una vida de «sirena»
Esta mujer nonagenaria fue pionera en natación sincronizada en España y su equipo llegó a ser campeón de la disciplina entre los años 1955-1960, cuando solo existía un club en Cataluña y otro en Madrid. Todo empezó en las piscinas de Sarrià, en Barcelona.
«Yo vivía junto a un parque, Turó Park, y al lado había tres piscinas. Ahora es un barrio de lujo, pero en aquellos tiempos pasaban corderos por debajo de mi casa. Mi hermana y yo nos hicimos de aquel club porque, además, había tenis y frontón, incluso pista de patinaje. Allí empezamos a nadar y, cuando se estrenó Escuela de sirenas, la película de Esther Williams, nos quedamos enamoradas. Como éramos 8 o 10 amigas que nadábamos muy bien, pensamos que también podíamos hacer aquello. Entonces se llamaba ‘ballet acuático’. Llegamos a ser internacionales y viajamos mucho. Era cuando todo empezaba», detalla Rosa María.
La nadadora conoció a un campeón de salto de trampolín con quien se casó y, cuando llegó su primer embarazo, dio por finalizada su trayectoria deportiva. Pero a los 54 años una amiga le propuso formar parte de un grupo de veteranas de la natación sincronizada y se reenganchó. «El que había sido nuestro entrenador era el presidente de un club que solo se dedicaba a la natación sincronizada y que ha dado a este país campeonas olímpicas. Así que volví a nadar, hasta hace cuatro años, cuando lo dejé porque me cansaba». A los 87 años, Rosa María se despidió de las piscinas, pero no perdió de vista a sus amigas. «Las ocho que somos -yo soy la mayor y la menor tiene más de 60- quedamos cada mes para un brunch», festeja.
Permanecer activo es, sin duda, la mejor manera de envejecer, ya que el cuerpo y la mente se conservan mejor cuando esto ocurre. Pero tan importante es envejecer activamente como, cuando la salud obliga a requerir de ciertas ayudas, poder recibir cuidados profesionales que influyan positivamente en nuestra vida.
La casa donde reside Rosa María está adaptada a ella y al resto de personas mayores que viven en el complejo. Por eso tiene baños con ducha a ras de pavimento para facilitar el acceso y evitar caídas, enchufes situados a una altura cómoda, alarma centralizada en el baño y en el dormitorio para avisar en caso de accidente, teleasistencia, conserjería, soporte personal y social, servicio de limpieza de viviendas y zonas comunes, servicio de autolavandería y pequeño mantenimiento. También cuenta con salas polivalentes donde hacer vida con otros usuarios.
Mente y cuerpo activos
«Los martes juego a Rummy y los jueves a Canasta (ambos, juegos de cartas). Tengo una planta baja con jardín para mí solita. Cada uno ha traído aquí sus cosas, y eso es muy importante. Y lo que molesta, pues fuera», cuenta Rosa María, quien ha encontrado en este tipo de viviendas la respuesta perfecta a sus necesidades, las de una persona autónoma y activa.
«Leo todo lo que cae en mis manos. Cada mañana hago mis dos crucigramas, uno en castellano y otro en catalán, y un jeroglífico. ¡Las neuronas se mueven como locas! Tengo una memoria fabulosa y no sufro ninguna dolencia. Ahora ando poco, porque de equilibrio no estoy muy bien desde el atropello que sufrí hace unos años, pero lo hago sin bastón ni tacatá», celebra. «Todos los días, cuando desayuno, doy las gracias por vivir en un sitio así».