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El sector del transporte genera un importante porcentaje de las emisiones de CO2

ENERGÍA

Biocombustibles como motor del cambio hacia el transporte sostenible

Los biocombustibles desempeñan un papel clave en la transición hacia una economía más sostenible y se convierten en una alternativa esencial como fuente de energía renovable de cara a un futuro más verde. Cepsa se ha propuesto liderar el sector, para lo que en 2030 contará con una capacidad de producción anual de 2,5 millones de toneladas de biocombustibles para el transporte pesado terrestre, aéreo y marítimo.

La descarbonización del transporte es uno de los elementos clave en la transición energética, que no persigue otra cosa que mitigar los efectos del cambio climático aplicando un conjunto de cambios en los modelos de producción, distribución y consumo de la energía. Una manera de impulsar este objetivo en sectores en los que la electrificación es compleja –como la industria o el transporte pesado terrestre, aéreo y marítimo– es el uso de biocombustibles: un tipo de combustible renovable que proviene de la materia orgánica y se caracteriza por tener un nivel de emisiones netas de CO2 en su ciclo de vida significativamente inferior al de los combustibles fósiles tradicionales. Según el origen de la materia prima, podemos distinguir entre biocombustibles de primera generación (1G), que se fabrican a partir de cultivos agrícolas como la caña de azúcar, la remolacha o la melaza; cereales como el trigo, la cebada o el maíz; o aceites como la colza o la soja; y los de segunda generación (2G), obtenidos a partir de residuos orgánicos como aceites usados de cocina, desechos agrícolas o ganaderos o biomasa forestal, entre otros.

Hasta un 90 % menos de emisiones

En función de la materia prima empleada, la utilización de biocombustibles puede llegar a reducir hasta en un 90 % las emisiones de CO2, por lo que se convierten en una de las principales soluciones para disminuir las emisiones asociadas a la movilidad de manera rápida y eficiente en los próximos años. Y, aunque su uso en la aviación o el transporte marítimo todavía no está muy extendido y por ahora crece tímidamente, es habitual en el transporte por carretera. En España se utilizan desde hace años en motores diésel y gasolina, mezclados con combustibles convencionales. La obligación en 2024 de incorporación de biocombustibles en el transporte rodado es de un 11 %, un porcentaje que se irá incrementando hasta llegar al 12 % en 2026. Así, en mayor o menor medida, los distintos sectores se alimentan de ellos en un contexto en el que el planeta, en su conjunto, necesita impulsar la transición energética. Porque son muchas sus ventajas.

Los biocombustibles son químicamente análogos a los combustibles fósiles empleados en los motores actuales de vehículos, camiones, barcos y aviones, lo que permite su sustitución parcial o total sin necesidad de realizar modificaciones en los motores ni en los sistemas de distribución o logística. Por ello pueden ser empleados de forma inmediata. Al constituir una alternativa al petróleo y al gas, también permiten diversificar las fuentes energéticas y, por lo tanto, contribuyen a incrementar la seguridad de suministro y la independencia energética de España y Europa. Además, pueden reemplazar a los combustibles tradicionales tanto en su estado líquido (como sustitutos del diésel, la gasolina o el queroseno) como gaseoso (sustituyendo al gas natural o al GLP gas licuado de petróleo).

Impulso a la economía circular

Gracias a la producción de biocombustibles 2G, los residuos se transforman en una solución energética sostenible, dándoles una segunda vida y evitando que terminen en vertederos. Esto promueve la economía circular y reduce el impacto de los residuos en el medioambiente. Hay que destacar también que existen tecnologías maduras para llevar a cabo su producción y, en ciertos casos, se pueden reutilizar instalaciones industriales existentes, con ciertas modificaciones, para su fabricación. Algo que conoce bien Cepsa, uno de los principales agentes impulsores de esta alternativa a los combustibles tradicionales.

Actualmente, la capacidad máxima de producción de biocombustibles de la compañía asciende a cerca de 700.000 toneladas, con un aumento en la capacidad de procesamiento de materias primas de segunda generación. Es así como Cepsa ha convertido los combustibles renovables procedentes de materia orgánica en una de las palancas de su estrategia 2030, Positive Motion, con la que busca acelerar su propia descarbonización y la de sus clientes. Su objetivo es liderar la movilidad y la energía sostenibles en España y Portugal, y ser un referente de la transición energética. Por eso, en sus planes está contar con una capacidad de producción de 2,5 millones de toneladas anuales de biocombustibles al final de esta década, incluidas 800.000 toneladas de combustible sostenible de avión (SAF, por sus siglas en inglés), cantidad suficiente como para sobrevolar 2000 veces el planeta.

La mayor planta del sur de Europa

Fue en abril de 2023 cuando la compañía energética anunció la construcción, junto a Bio-Oils, de la mayor planta de biocombustibles 2G del sur de Europa, mediante una inversión de hasta 1000 millones de euros en el Parque Energético «La Rábida». La nueva planta, que utilizará desechos agrícolas y aceites usados de cocina como materia prima, tendrá una capacidad de producción flexible de 500.000 toneladas de diésel renovable y SAF, destinados al transporte aéreo, marítimo y terrestre. La planta, cuya puesta en marcha está prevista en 2026, supondrá un gran salto en la producción de la compañía. Los combustibles sostenibles desarrollados en esta nueva planta evitarán la emisión de 1,5 millones de toneladas de CO2 anuales, lo que equivale al 30 % de las emisiones de la provincia de Huelva.