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Nueva EVAU: la madurez de la incompetencia

¿Qué interés puede haber en reducir la exigencia de unos exámenes que ya aprueba el 96 % de los alumnos presentados?

Con el argumento de que la prueba de acceso a la universidad necesita una «actualización», el Gobierno de Pedro Sánchez prepara estos días una reforma de la EVAU cuya principal novedad es una «prueba de madurez» que tendrá un peso del 60 % de la nota.

La elección del nombre no es baladí. El Ejecutivo español utiliza a menudo términos de connotaciones positivas para vestir sus actuaciones más nefastas. Lo hizo con las «competencias» en la LOMLOE, con la «armonización» del delito de sedición y lo vuelve a hacer ahora con la «madurez», que supuestamente medirá esta nueva selectividad.

¿Quién se va a oponer a que los jóvenes que van a realizar estudios superiores deban demostrar un cierto grado de madurez académica? En España ya hubo prueba de madurez, la que se dispuso en la Ley de Ordenación de la Enseñanza Media de 1953, si bien seguramente las connotaciones que buscaba el actual Ejecutivo son las de los exámenes de maturité o maturità de países vecinos como Bélgica, Suiza o Italia. Si ha sido así, la «armonización» se queda solo en el nombre.

Porque mientras nuestros vecinos europeos determinan la madurez de sus alumnos de bachillerato con múltiples exámenes por asignaturas, escritos y orales (hasta 12 en Suiza, más la defensa de un trabajo de investigación), lo que el Gobierno español propone es justo lo contrario. Su prueba elimina los exámenes de cuatro materias –Lengua y Literatura, Lengua extranjera, Filosofía e Historia– y los sustituye por un «dossier» con textos, imágenes o tablas que el alumno utilizaría para contestar a una serie de preguntas breves, tipo test y «semiconstruidas» (las de rellenar huecos).

En consecuencia, lejos de emular la exigencia de nuestros vecinos, la actualización de la futura EVAU consiste en armonizarse con la LOMLOE, replicando su rebaja de la exigencia y el desprecio del conocimiento en favor de un supuesto «perfil competencial».

Ahora bien, cómo se puede evaluar mejor la capacidad de razonamiento, la expresión oral y escrita o las habilidades argumentativas con una prueba tipo test es algo que aún no han explicado. Es verdad que hay tres preguntas de desarrollo, pero su extensión máxima de 150 palabras, que viene a ser párrafo y medio, es absolutamente insuficiente para acreditar algo con seriedad.

No hay nada en la nueva EVAU del Gobierno que permita concluir que evaluará mejor las competencias. Lo que sí se hace con ahínco es omitir la evaluación de conocimientos, tal y como han denunciado la Real Academia Española, la Real Academia de Historia, el Instituto de Estudios Catalanes, la Red Española de Filosofía y, en general, muchos docentes preocupados por esta deriva y los efectos que tendrá sobre lo que se estudia en la etapa de Bachillerato.

Al fin y al cabo, ¿qué interés puede haber en reducir la exigencia de unos exámenes que ya aprueba el 96 % de los alumnos presentados, porcentaje que en algunas regiones supera el 99 %? ¿Es normal, ya que estamos, que más del 30 % de los alumnos de algunas comunidades autónomas obtenga una media de sobresaliente en el Bachillerato y que las notas sean cada curso, sistemáticamente, más altas? Esta inflación de calificaciones es fruto de un sistema perverso que invita a las comunidades autónomas a competir entre sí más por la nota que por lo que hay detrás. Por todo esto, la verdadera y necesaria actualización debería ser dotarnos, en un sistema de Distrito Único Universitario, de una prueba única para todo el territorio nacional que garantice la igualdad de oportunidades de todos los alumnos. Eso sí sería una auténtica prueba de madurez.

  • Enrique Ossorio Crespo es vicepresidente, consejero de Educación y Universidades de la Comunidad de Madrid