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¿Cuál es la situación de la libertad de expresión en los campus universitarios de Estados Unidos?

Informe FIRE y College Pulse: la libertad de expresión en los campus

Harvard y otras universidades de EE.UU reprimen la libertad de expresión de los defensores de la causa de la vida

La universidad de Massachusetts, considerada la institución de enseñanza superior más antigua del país, encabeza una clasificación donde los encuestados consideran que no se crea un ambiente propicio para el pensamiento disidente o para expresarse sobre determinados temas

¿Cuál es la situación de la libertad de expresión en los campus universitarios de Estados Unidos? Esta es precisamente la pregunta que se hace –e intenta responder– la Fundación por los Derechos Individuales y de Expresión (FIRE, en sus siglas en inglés) en su informe, publicado por cuarto año consecutivo.

A través de FIRE, una organización sin ánimo de lucro que lucha por vigilar «la defensa de los derechos individuales de todos los estadounidenses, entre ellos la libertad de expresión y de pensamiento», y el College Pulse –empresa de investigación y análisis dedicada a comprender las actitudes, preferencias y comportamientos de los estudiantes universitarios–, la encuesta incluyó a un total de 55.102 estudiantes de 254 facultades diferentes.

Entre las conclusiones más impactantes, llama la atención que la habitualmente considerada como muy prestigiosa universidad de Harvard obtuvo la peor puntuación posible (0,00). Le acompañan en esta particular clasificación otras con un clima «pésimo» para la libertad de expresión como Pensilvania, Carolina del Sur, Georgetown y Forham.

Casi la mitad de los estudiantes encuestados (un 49 %) afirmó que el aborto era el típico tema «sobre el que resultaba difícil mantener una conversación abierta y honesta en el campus».

La libertad de expresión

Brillando, la Universidad Tecnológica de Michigan (78,01) se llevó el primer puesto de la libertad de expresión universitaria de 2024, con la Universidad de Auburn (72,53), la de New Hampshire (72,17), la Estatal de Oregón (71,56) y la Estatal de Florida (69,64) ocupando los cinco primeros puestos.

En estos centros, los estudiantes consideraron como «bueno» el clima adecuado para la libertad de expresión, mientras que por la parte final, como anteriormente mencionábamos, la de Harvard sumó la peor puntuación posible. Le acompañan, como las peores en este campo, la de Pensilvania (11,13), la de Carolina del Sur (12,24), la de Georgetown (17,45), y la de Fordham (21,72).

Lo que diferenció a los centros que ocuparon las posiciones de honor frente a aquellos que obtuvieron puntuaciones tan bajas fueron las puntuaciones en los apartados llamados como ‘Diferencia de tolerancia’ y ‘Conducta disruptiva’.

Y es que, según detalla el trabajo, los alumnos de los últimos cinco centros se mostraron más predispuestos a permitir la presencia en sus respectivos campus de oradores liberales, incluso polémicos, antes que de oradores conservadores. A su vez, aceptaron mejor en sus respuestas que sus compañeros utilizaran formas de protesta disruptivas e incluso violentas para impedir un discurso contrario a la ideología dominante dentro del campus.

Tampoco salen muy bien parados estos centros en cuanto a las posibles consecuencias de ser la voz discordante dentro de un pensamiento más o menos homogéneo. Un importante número de alumnos (56 %), expresaron su preocupación porque su reputación se viera dañada en el caso de que alguien malinterpretara lo que habían dicho; y una cuarta parte de ellos (26 %) declararon sentirse presionados para evitar temas controvertidos en sus clases, llevando a un 20 % a afirmar que a menudo se autocensura.

El aborto

Los temas ‘aborto’, ‘desigualdad de género’, ‘control de armas’, ‘religión’, ‘agresión sexual’ o ‘derechos de los colectivos trans’ aparecen como los que suelen ser identificados por al menos un tercio de los alumnos de las universidades que aparecen entre los cinco primeros puestos y en los cinco últimos como temas donde es difícil mantener una conversación «abierta y honesta dentro del campus».

La ‘discriminación positiva’ y el ‘conflicto palestino-israelí’ también fueron identificados como difíciles de abordar o de discutir tanto por los estudiantes de los centros que están por arriba como por debajo.

A los estudiantes encuestados se les presentaron un total de 20 temas a los que se les pidió que identificaran como los más complicados para poder participar en un debate sin cortapisas dentro de sus campos. No hubo duda, el clima de represión es particularmente intenso cuando se trata del aborto, identificado como tal por el 49 % de los encuestados.

El control de armas (43 %), la cuestión racial (42 %) y los derechos del colectivo trans (42 %) tampoco aparecen como algo asequible de abordar.

Por sexo, las alumnas salieron más propensas que los alumnos para identificar temas como el aborto o la agresión sexual como tema de debate (53 % de las alumnas frente al 45 % de los alumnos).

Las respuestas también difirieron significativamente según la tendencia política. Un mayor porcentaje de estudiantes conservadores (59 %) que de estudiantes progresistas (46 %) identificaron el aborto como un tema complicado de tratar.

Harvard y la discriminación positiva

Harvard era una de las universidades que empleaban la llamada ‘discriminación positiva por raza’ hasta que el Supremo estadounidense decidió acabar con ella. Con este sistema, estas instituciones educativas se servían del factor racial como un componente determinante a la hora de iniciar un proceso de admisión, descartando factores más ecuánimes como los méritos académicos o el poder adquisitivo.

Los republicanos, entre ellos Donald Trump, celebraron el fallo del alto tribunal ya que la ‘discriminación positiva por raza’ era vista por los conservadores norteamericanos como un ataque frontal contra la cultura del mérito y del esfuerzo en las universidades del país.

Los demócratas, con Joe Biden a la cabeza, solicitaban a los centros que continuaran aplicándola para garantizar la «diversidad racial» incluso en centros tan elitistas, con el que a priori se aseguraba que los grupos minoritarios, en general, negros y latinos, tuvieran un ‘empujón’ a la hora de ingresar en los campus más prestigiosos, a la vez que las universidades aprovechaban para vender como una buena noticia la variedad de etnias presentes en sus instalaciones.