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Daniel Arias, autor del libro 'Querido alumno, te estamos engañando'Temas de Hoy (Montaje: Paula Andrade)

Entrevista al autor de 'Querido alumno, te estamos engañando'

Daniel Arias: «No sé qué sociedad se pretende construir haciendo que los alumnos pasen de curso sin merecerlo»

«El nivel de exigencia para el profesorado se ha endurecido en los últimos tiempos, y a cambio se disminuye la exigencia hacia el alumnado», denuncia

«Hoy me dedico a engañar más que a enseñar». Este fue el resumen de una carta viral, publicada en redes sociales, que encendió la mecha de un gran debate sobre el sistema educativo, con reacciones a favor y en contra.

El autor de aquel texto de inesperado alcance era Daniel Arias Aranda (Madrid, 1972), profesor universitario en la Universidad de Granada con un bagaje de casi tres décadas en la docencia, y que dibujaba así un panorama desalentador basado en su propia experiencia:

«Cada vez me siento más como un profesor del instituto de una serie mediocre de los ochenta que como un catedrático. De los (alumnos) que raramente vienen a clase, lo hacen en su mayoría con un teléfono móvil que utilizan sin ningún resquemor durante las horas de clase. (...) Es raro que alguien pregunte. (...) Quince minutos antes de que acabe la clase, ya están recogiendo sus cosas».

Ahora, con motivo de la publicación de su último libro, Querido alumno, te estamos engañando (Temas de hoy), El Debate conversa con Arias Aranda para conocer en profundidad su visión de una parte de la realidad de las aulas a día de hoy.

–Aquella carta viral que colgó en redes, ¿la escribió como fruto de frustración, enfado, desahogo o una mezcla de todo?

–La carta la escribí con motivo de haber cumplido 25 años de docencia y fue fruto de la reflexión sobre la evolución de la docencia en este tiempo: cómo era la universidad en 1997, por ejemplo, comparándola con la universidad de la actualidad.

–¿Qué debe hacer la universidad española para salir de su letargo?

–Actualmente, el gran problema que tenemos es la bajada de nivel de los alumnos, que se lleva notando desde hace una década. Tienen más problemas con lo que se llama habilidades blandas: dificultades a la hora de tener un léxico adecuado o a la hora de expresarse; así como una actitud adecuada que en ocasiones es evasiva durante la propia clase a causa de sus dispositivos móviles. Algunos incluso aprovechan para hacer la compra en Shein o hasta para ver series.

Lo fundamental es conocer que la raíz del problema no está en la universidad, que también tiene su parte, sino que tendríamos que hablar del sistema educativo en general, desde la primaria. Tenemos un sistema cuya filosofía es empujar a los alumnos hacia adelante, independientemente de que tengan o no los conocimientos suficientes para alcanzar el siguiente grado educativo. Lo que se logra es que alumnos con carencias vayan pasando progresivamente de curso. A ello hay que añadir que tenemos una selectividad donde aprueba el 94 % del alumnado que se presenta, o sea, que no es exactamente un examen de selectividad. Además, si tenemos 17 selectividades distintas, es muy complicado hacer comparaciones. Con lo cual es necesario una reforma estructural, no solamente a nivel de la universidad, sino del sistema educativo en general.

Los móviles en las aulas

–¿Cómo afrontar el problema de los móviles, esos grandes distractores?

–Desde hace unos años, incluso en etapas educativas tempranas, quizá con una idea equivocada de lo que es el uso de nuevas tecnologías para el aprendizaje, se han ido introduciendo progresivamente ordenadores portátiles en las clases con niños sin enseñarlos a manejarlos correctamente. Les hemos dicho bueno, pues aquí tienes un ordenador, aquí tienes una aplicación que es la del colegio, pero sin tener en cuenta que eso les abre la posibilidad a cualquier aplicación que por desgracia está generando dispersión mental. Y esa es la cuestión. Es fundamental formar al alumnado y abordar lo que hay detrás de los dispositivos electrónicos: hay empresas que gastan millones de dólares todos los años en elaborar algoritmos para captar nuestra atención y mantenernos enganchados.

Si se da esa formación en los estadios iniciales, podremos llegar a la necesidad de no tener que prohibir absolutamente nada. Yo entiendo que un universitario mayor de edad debería tener la capacidad de autocontrolarse. Si no lo consigue, es que no los hemos educado bien antes.

–¿Está España siendo esclava del mensaje que caló en otras generaciones de que si el hijo o la hija iba a la universidad, eso garantizaba un empleo digno, estable y bien remunerado?

–Claramente, y las cifras así lo ponen de manifiesto. Faltan plazas de FP porque hay una demanda mucho mayor. Y efectivamente, se puede constatar que la universidad ya no es la panacea que te garantiza conseguir un empleo por el hecho de tener un título universitario. De hecho, estamos en el país de la Unión Europea de los que tiene mayor paro universitario.

La universidad, ya por desgracia, no es garantía de encontrar un trabajo. Las estructuras de la universidad se han quedado obsoletas en el sentido en que la tecnología avanza muy rápidamente y, sin embargo, los contenidos, por causas fundamentalmente de carácter burocrático, cuesta mucho trabajo actualizarlo, no porque el profesorado no quiera actualizarlos, sino porque el esfuerzo que supone rediseñar un nuevo título universitario puede tardar meses y años. De ahí la necesidad de ser flexibles y crear pasarelas entre distintos títulos universitarios y con formación profesional. Y por supuesto, pasarelas con bachillerato. Alumnos que deseen cursar alguna asignatura de primero de una titulación aun estando en el bachillerato lo puedan hacer para evitar compartimentos estancos. A día de hoy, pasar del instituto al grado superior es casi como dar un salto al vacío.

–¿Le preocupa la presencia de la Inteligencia Artificial?

–La IA lleva muchos años entre nosotros, pero se ha extendido ahora. Estamos ante una fuente de conocimiento si se sabe utilizar bien. La cuestión es que no podemos ponerle puertas al campo, esto está ahí y no tiene ningún sentido prohibirla ni restringirla. A mis alumnos les enseño cómo utilizarla y doy por hecho que la van a usar en sus trabajos y presentaciones. Lo que hago es utilizarlos como un material didáctico más para preguntarles sobre aquello que ellos mismos han diseñado. Así se produce un acercamiento, porque los viejos estilos de evaluación se han quedado sin sentido, ya que solo estaríamos evaluando al que diseñó el algoritmo, no al alumno. Evidentemente, la IA nos ha obligado a cambiar los métodos de evaluación, no nos queda otra opción.

Servir carreras como hamburguesas

–¿Qué es la McDonalización de la educación?

–Al igual que con sus hamburguesas, aquí se trata de dar un producto sencillo, estándar y de precio asequible. La estandarización se consigue cuando la hamburguesa que te comes en París es exactamente la misma que la de Madrid. En la universidad española hay una estandarización prácticamente completa de los planes de estudio, de tal manera que las diferencias que existen entre estudiar una titulación en una universidad u otra son bastante pequeñas. Las universidades ofrecen entonces un producto muy uniforme. Las comunidades han pretendido un producto estandarizado antes que de calidad, para que ninguna sobresalga excesivamente sobre el resto de las que hay en la misma región.

–Si mañana le nombraran ministro de Educación o Universidades, ¿cuál sería su primera medida?

–Cualquier medida que se quiera llevar a cabo de manera seria tiene que contar con un consenso. En el proceso de mejora del sistema educativo tienes que contar con el profesorado, que es el que está en primera línea de batalla, y con todos los demás agentes implicados. Es necesario hacer un análisis bueno, para conocer qué tipo de sociedad queremos tener dentro de 20 años. Visualicemos ese tipo de sociedad y entonces hagamos lo que sea, es decir, qué leyes educativas nos pueden llevar a esa sociedad que queremos para dentro de 20 años. Yo, sinceramente, con las leyes actuales no sé el tipo de sociedad que se quiere construir haciendo que los alumnos simplemente pasen de curso sin merecerlo o sin premiar el esfuerzo y se les no se premia el esfuerzo, sino más bien lo contrario.

–¿Cuál es el estado de ánimo del profesorado?

–La carrera docente ha ido endureciéndose a lo largo de los años, Es decir, actualmente las exigencias para que un profesor universitario se pueda acreditar de profesor titular o de catedrático son muy altas. Incluso lo que más prima es la investigación por encima de la docencia, algo que espero que se pueda corregir pronto. La cuestión es que posiblemente no me equivoque si digo que estamos ante el profesorado más formado de la historia. Lo sorprendente es que ese nivel de exigencia tan alto para el profesorado coincide en la época en la que con el alumnado hacemos todo lo contrario, es decir, disminuir la exigencia progresivamente. La docencia en sí no es frustrante para quienes nos encanta ejercerla, sino que es preocupante que año tras año te encuentres con esa actitud predominante de dejadez y evasión.

–¿En qué le ha servido la música de Extremoduro, grupo del que es seguidor, en su trabajo de profesor?

Extremoduro se inició con lo que llamaban el rock transgresivo. Ahora da la sensación que lo transgresivo es buscar la excelencia, mientras que antes era romper el orden establecido. Ahora que nos encontramos incluso a dirigentes orgullosos de su ignorancia, lo transgresivo es precisamente proclamar lo contrario. Esa filosofía de Extremoduro de ir a contracorriente siempre me ha resultado inspiradora.