Fundado en 1910

Este modelo educativo se caracteriza en poner énfasis en la actividad dirigida por el niñoCedida

Educación

El método educativo que destierra los libros de texto y limita los exámenes: «El sistema no funciona»

Esta disciplina rupturista parece ganar terreno y se presenta como una alternativa a la educación tradicional, pero no le faltan detractores

Son tiempos donde educación rima, entre otras cosas, con preocupación. Los estragos de la LOMLOE, el enrocamiento del Gobierno, la incapacidad de los políticos para alcanzar un gran pacto educativo...han sembrado la semilla cuyos frutos son cada vez más amargos, como se comprobó recientemente en PISA.

En este contexto, son muchas las voces que piden atacar hacia las propias raíces del sistema, propugnando un modelo que sea diferente a lo habitual, incluso rupturista, para encontrar soluciones.

Hoy nos detenemos en el método Montessori, expuesto hace ya más de un siglo por la maestra italiana Maria Montessori (1870-1952) dado que cada vez hay más centros privados en España que lo utilizan.

Al otro lado del teléfono nos atiende Mercedes Gil, profesora de secundaria y directora general y fundadora del Montessori British Murcia, «un tipo de colegio internacional que no solo es diferente por usar este método, sino por ofrecer una modalidad virtual e híbrida que permite a nuestros alumnos viajar y tener clase desde cualquier punto del planeta».

Mercedes Gil, directora del Montessori British School de MurciaCedida

Su proyecto nació en el año 2014 y abrió su primera aula en 2015. Su caída del guindo, como se suele decir coloquialmente, se produjo mucho antes, en concreto, en su etapa como opositora a las plazas de docente de secundaria. «Me di cuenta de que son un sistema absurdo que no mide la capacidad real de enseñar. Evalúa unos conocimientos memorísticos por encima del entusiasmo o la ilusión por ser profesor», declara a El Debate.

El método Montessori

Según recoge la Asociación Montessori Internacional (AMI) en su página web, «los niños se desarrollan en un ambiente preparado, basado en unos principios naturales muy claros (autonomía; independencia; iniciativa; capacidad de elegir; desarrollo de la voluntad; y autodisciplina) con la idea de que el niño sea su propio maestro».

«María Montessori no quería crear genios, sino dar a cada persona la oportunidad de poder desarrollar sus propias capacidades, por sí misma y con los otros. Y, de esta manera, ayudar a los niños a ser unos seres más humanos más equilibrados e independientes».

Al respecto, Gil cree que el sistema educativo tradicional «sacrifica la parte educativa y humana» por los títulos. «Nosotros nos hemos cuestionado muchas cosas y hemos apartado lo que creíamos que no aportaba, como los libros de texto. Es el secreto por el cual, según ella, la metodología funciona: «Aprobar es una habilidad en sí misma, pero no la única. Nuestras clases pasan por hacerse preguntas, por lo que conversamos mucho. Más que programar las clases, son los alumnos los que las van dando forma».

Hoy en día, está muy extendida la idea de que uno de los grandes males de nuestra educación es la pérdida de autoridad por parte del profesorado en el aula. Sin embargo, nuestra interlocutora tiene cosas que matizar a este argumento: «La autoridad es algo tangible, no es algo que te dé el sistema. La labor del educador no es premiar ni castigar, sino acompañar en el aprendizaje. No se tiene más autoridad porque venga de alguien superior, porque puede tener más autoridad, por ejemplo, un conserje, que un profesor».

Para Gil, el derribo de «las estructuras tradicionales» en la educación será cuestión de tiempo, porque el sistema «está obsoleto y no funciona». «Ya es hora de hacer la revolución», finaliza.

Paradojas y contradicciones

Una de las paradojas que ha experimentado este método es que, desde que Maria Montessori lo puso en práctica con la primera Casa dei Bambini, en el popular barrio romano de San Lorenzo (una zona degradada y hasta marginal), en 1907, posteriormente ha evolucionado hasta convertirse en un reclamo de colegios privados, no accesible para todos los bolsillos.

Si bien para sus detractores esto significa una contradicción, Mercedes Gil lo ve así: «Yo me considero al margen de las políticas de la Administración. Hemos de continuar como algo privado y de hecho siempre me he negado a concertar algunos niveles del centro porque en el momento que aceptásemos una ayuda, perderíamos nuestra libertad».

Uno de los mayores críticos en nuestro país es Jurjo Torres, catedrático de Universidad de Didáctica y Organización Escolar en la Universidad de La Coruña. «Desde mi punto de vista, el auge de estas metodologías tiene mucho que ver con los procesos de mercantilización de la vida cotidiana. En una sociedad neoliberal, consumista y competitiva como la del presente, la metodología Montessori funciona claramente como un eslogan que no precisa de grandes argumentaciones para convencer a muchas familias, en especial a las de clases medias y altas que gustan de oír palabras que suenan bien como ‘libertad’, ‘alegría’, ‘espontaneidad’ o ‘creatividad’».

«Creo que si las familias cayeran en la cuenta de que el método Montessori es un modelo educativo desarrollado hace más de un siglo, ya serviría para abrir cuando menos un buen montón de dudas acerca de su actualidad, relevancia, cientificidad, etc. No me imagino que nadie hoy quisiera para sí ser objeto de los modelos médicos o farmacéuticos de aquella época; por consiguiente, es imprescindible que los adultos de hoy asuman que también en el ámbito de la educación los cambios son enormes».