Entrevista con el divulgador Alexander Havard
El «liderazgo virtuoso» según su creador: «El profesor debe ayudar al alumno a descubrir su misión en la vida»
«Estamos en un momento donde los estudiantes, más que explicaciones técnicas, esperan modelos de vida», dice en una conversación con este medio
Alexander Havard (París, 1962) tuvo una revelación, iniciada en primer lugar durante su etapa de estudiante universitario de Derecho en la capital francesa y posteriormente en su etapa de abogado en Finlandia. «Los compañeros me hacían muchas preguntas que tenían que ver con el liderazgo y el crecimiento personal. Fue cuando decidí abandonar la abogacía y dedicarme a la educación».
De origen francés, ruso y georgiano, Havard nos atiende desde Moscú, donde hoy vive. Se explica perfectamente en español. Es el creador del conocido como Sistema de Liderazgo Virtuoso. Así lo explica: «Existe una falta de liderazgo por parte de los profesores. Estamos en un momento donde los estudiantes, más que explicaciones técnicas, esperan modelos de vida, ejemplos a seguir y testimonios», resume.
Hacer crecer
Para este divulgador, «el liderazgo no es exclusivo de una élite, no es una vocación de unos pocos sino de muchos», pero en cambio, quien no lo desempeñe estará obligado a desaparecer. «Liderar es crecer y hacer crecer. El docente debe abrir su corazón a los estudiantes, que son quienes buscan lo que el profesor tiene en el corazón, no en la cabeza. De esta forma, no podremos ser sustituidos por la tecnología», aventura.
Havard, que recientemente visitó la Universidad San Pablo CEU para impartir una conferencia titulada ‘Profesores inspiradores: la grandeza de educar’, desvela que en su etapa de universitario en la Descartes de París no tuvo a ningún profesor que le inspirase «No los encontré, ni tampoco en el instituto, pero sí me inspiraron amigos y compañeros. En el aula me encontré mucha pequeñez, es decir, mucha información y poca formación».
Creador de varios institutos de Liderazgo Virtuoso, ha publicado varios libros sobre el tema e imparte habitualmente conferencias por todo el mundo. Pero si se le pide que concrete una virtud indispensable para todos aquellos que aspiren a ser líderes en la educación, lo tiene claro: «la magnanimidad, y después, la humildad. Magnanimidad como grandeza, y humildad como servicio», precisa. «Esas son las dos virtudes que se necesitan para transformar la educación y el mundo. Faltan personas magnánimas en nuestra sociedad», repite.