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LOS RIDÍCULOS DE LA EDUCACIÓNJosé Víctor Orón Semper

Similitudes de la clase magistral con las metodologías activas

El mayor riesgo que tienen ambas es sacar de la ecuación la relación interpersonal como finalidad del aprendizaje

Parece que ambas metodologías son opuestas, pero cuando se profundiza en ellas, pueden acabar teniendo más puntos en común que divergencias. Por ejemplo, que las dos requieren preparación. Si la clase magistral no se prepara, aburre, y las metodologías activas si no están bien preparadas, dan la sensación de perder el tiempo.

Las dos quieren alcanzar el interior del alumno. La clase magistral al generar un contraste con un mundo conceptual o al evocar experiencias despierta preguntas y puntos de vista sobre la realidad que el alumno no había considerado y despiertan la inquietud y el querer saber. De forma similar, las metodologías activas pueden intrigar mucho al alumno al enfrentarse con la realidad y descubrir que esta no se somete a sus esquemas mentales.

Ambas son realmente difíciles de evaluar, pues saber repetir no es garantía de que la conferencia magistral haya movilizado y crecido, y saber hacer no quiere decir que sea reflejo del trabajo interior del alumno.

Las dos presentan versatilidad y rigidez. Versatilidad porque hay cien mil formas de hacer una conferencia magistral, y exactamente igual, las metodologías activas generan y permiten muchos espacios de creatividad. Pero también presentan rigidez, como en el fondo toda metodología, que en algo restringe al tomar ciertas opciones.

Las dos tienen su parte bidireccional, pues aunque ciertamente en la clase magistral a quien se oye es al docente, el alumno sabe comunicar muy bien de forma corporal. Otra cosa es que el docente sepa «oír» lo que ve. Quien ha dado clase, conoce la impresión que causa en el docente descubrir que los alumnos dan un espacio de confianza al profesor y devoran y examinan lo que oyen. Los cauces expresivos de las metodologías activas pueden ser ciertamente mucho más variados que en la clase magistral.

Las diferencias entre clase magistral y metodologías activas son mucho más conocidas, aunque en ocasiones se hace una caricatura que no es justa porque comparan una clase magistral horrible con una idílica metodología activa. En verdad, ¿no valdría la pena descubrir que el alumno necesita de todo? De la clase magistral se dice que se centra en la transmisión del conocimiento y las metodologías activas en la creación del conocimiento. Pero, ¿no son las dos experiencias necesarias en el proceso de aprendizaje del alumno?

El mayor riesgo que tienen tanto la clase magistral como las metodologías activas es sacar de la ecuación la relación interpersonal como finalidad del aprendizaje. El riesgo está en considerar que la relación es solo medio e instrumento para que el alumno repita o haga. En los dos casos, posibles en cualquier metodología, se estaría manipulando al alumno al ponerlo al servicio de la repetición o del hacer. Cuando se saca la relación de la ecuación, tanto la clase magistral como las metodologías activas vuelven a coincidir, pues en lugar de poner la tarea al servicio del alumno, ponen al alumno al servicio de la tarea.

El mayor éxito que tienen tanto la clase magistral como las metodologías activas es que la relación interpersonal esté presente como origen, medio y finalidad. Si el alumno descubre la pasión de la entrega del profesor que no quiere meter nada en la cabeza del alumno ni quiere tener al niño ocupado en cien cosas, sino que busca tener un auténtico diálogo de interioridades, entonces el alumno siente que su interior le importa al docente.

Parecería que la clase magistral quiere subrayar la objetividad del aprendizaje y que las metodologías activas quieren subrayar la subjetividad de la experiencia de aprendizaje. Pero valdría la pena descubrir que necesitamos reconciliar e integrar la objetividad de lo que toca aprender con la subjetividad de la experiencia. Eso solo se logrará cuando la objetividad de lo que haya que trabajar se ponga al servicio de la relación interpersonal. Esta clave puede ser de gran ayuda al docente para saber cuándo acudir a una u otra metodología según la realidad de los alumnos con los que se encuentra.