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LOS RIDÍCULOS DE LA EDUCACIÓNJosé Víctor Orón

La falacia del punto medio

No existe ningún código que sirva para encontrar ese punto medio, sino que se trata de un acto libre y responsable de cada uno ante el otro. Esto es así porque las cosas se pueden equilibrar entre ellas, pero el equilibrio no es lo que rige en la relación personal, sino el crecimiento

La comprensión clásica de la virtud dice que en el punto medio está la virtud, pero el problema es que en lo personal no hay punto medio: o vivimos como personas o vivimos como cosas. Por eso, buscar el punto medio puede traer muchos problemas. La mentalidad del punto medio busca encontrar el equilibrio entre dos extremos, ambos con su problematicidad. Si me paso de generoso, me toman el pelo y me engañan, pero si me quedo corto, me encierro en mí mismo y, en el fondo, ni atiendo al otro ni a uno mismo. Parece que la generosidad consigue ser el punto medio que evita tanto la prodigalidad como la tacañería. A nivel conceptual parece que todo funciona muy bien, pero a nivel personal el artilugio lingüístico no sirve, pues uno no sabe lo que corresponde hacer ante el rostro del otro. No existe ningún código que sirva para encontrar ese punto medio, sino que se trata de un acto libre y responsable de cada uno ante el otro. Esto es así porque las cosas se pueden equilibrar entre ellas, pero el equilibrio no es lo que rige en la relación personal, sino el crecimiento.

En educación se plantean muchas veces muchos equilibrios: entre lo individual y lo comunitario; entre controlar y dejar fluir pensamientos o emociones; entre la obligación y el capricho; entre el ser severo y ser laxo; entre teoría y práctica; entre disciplina y creatividad; atender la tarea o el clima; dirigir y creatividad; procesos y resultados. Una forma española de decir algo similar es «una de cal y otra de arena», que, aunque se usa para decir que hay que alternar lo bueno y lo malo, la verdad es que tanto la cal como la arena son buenas y la clave es su proporción. Así pues, un profesor piensa: «bueno, ayer fui exigente, hoy toca ser laxo».

La verdad es que, aunque estoy criticando la mentalidad del punto medio, no deja de tener un punto de bondad si se le compara con el docente que cree tener una bola de cristal y sabe a ciencia cierta lo que el otro necesita y ahí se enroca. Al menos el del punto medio, el de los equilibrios, algo se pregunta. Lo que pasa es que se fija en lo que no toca.

La aproximación usual es que haya un poco de todo. Pero eso es tomar decisiones basadas en ideas, no en personas. La persona rompe todo tipo de punto medio. No proponemos buscar el punto medio de la balanza, sino salirse de la balanza. Salirse de la balanza es dejar de centrarse en cosas y centrarse en personas, lo cual implica asumir responsablemente las propias decisiones, asumiendo que no se sabe a ciencia cierta el efecto que tienen nuestras acciones.

Cuando uno se fija en la persona, puede que uno sea una barbaridad y que muchísimo sea poco. De esto algo se dio cuenta Aristóteles cuando descubrió que el poco o el mucho no pueden medirse por lo que pasa con las cosas, sino por lo que pasa con los sujetos (no digo persona, pues Aristóteles no conocía la palabra persona como nosotros la conocemos). Esto ya es un avance, pues ya no se trata de ser laxo un día porque el anterior se fue exigente. En esos comportamientos del profesor igual se enmascara más el deseo de no ser mal visto por los alumnos para que luego estos no le castiguen en las encuestas de satisfacción que el deseo cierto de ayudar a los alumnos. No tiene por qué, pero podría ser que estuviera esta mentalidad.

Los puntos medios muchas veces ignoran que, si los extremos educan en lo mismo, el punto medio también educa en lo mismo. Por ejemplo: imagina que en una discusión un profesor dice: «bueno, en esta les voy a dejar ganar porque en la otra ya gané yo». En ese caso se está ignorando que tanto los extremos como los puntos medios educan en lo mismo. Si gana el profesor o el alumno es una cuestión coyuntural, y lo que se está educando es que la vida es una lucha de voluntades. Luego, al buscar el punto medio se sigue enseñando que la vida es una lucha de voluntades que en esta coyuntura se resuelve de una forma u otra. Pero, ¿de verdad queremos enseñar que la vida es una lucha de voluntades?

La prudencia de Aristóteles se ve superada cuando se introduce la persona, pues no se trata de buscar un equilibrio entre intereses individuales, sino de buscar positivamente el encuentro interpersonal. Para Aristóteles, que no conoce el significado actual de persona, la referencia es el individuo y su equilibrio social con los demás y solo deja para el reducto selecto de la amistad alguna reflexión superior.

Cuando se descubre la persona, la mirada cambia y la referencia pasa a ser el encuentro. No hay equilibrio entre polos porque no hay polos. Cuando el profesor se entiende en oposición al alumno, pues cada uno tiene intereses distintos, sale la búsqueda del punto medio. Pero cuando se descubre que como personas estamos llamados al encuentro, ya nadie busca ese punto medio de intereses, sino el encuentro.

Todos los grandes términos humanos son términos relacionales: no hay padre sin hijo, ni hijo sin madre. Tampoco hay profesor sin alumno, como que nadie enseña si nadie aprende. Es decir, o existen los dos o no existen ninguno de los dos, pues existen por, en y para la relación.