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TribunaPablo Campos Calvo-Sotelo

¿Para qué hacer una Tesis Doctoral?

(A propósito de la Real Academia de Doctores de España)

Actualizada 20:08

«Tesis» proviene del Latín «thesis» y del griego θέρις («posición»), refiriéndose a toda postura doctrinal. Aristóteles la definió como suposición intelectual que entra en conflicto con lo establecido. Los orígenes de «doctorado» («doctoratus») remiten a la iglesia primitiva, empleándose el término «doctor» para los Apóstoles e intérpretes de la Biblia. Hoy, doctorarse en cualquier área de conocimiento supone recibir el último grado universitario.

¿Para qué hacer una Tesis Doctoral?. Este interrogante asalta a multitud de jóvenes con vocación investigadora. La mayoría intuyen el camino que recorrerán, pero no siempre se conoce su verdadera esencia e implicaciones. Veamos qué razones justificarían afrontar semejante desafío académico y personal. Avanzo que no podré ocultar mi pasión: la valoro como una irreemplazable experiencia vital.

Para trascender la individualidad. Quien desarrolla una Tesis Doctoral se compromete con la investigación, teórica o aplicada. Su esfuerzo se «posiciona» respecto a un tema específico, desplegándose como viaje iniciático de una futura trayectoria científica. A lo largo del tiempo, el desafío va tomando cuerpo, para culminar cristalizando en saberes hasta entonces inéditos. Investigar es descubrir. Comporta un decisivo salto cualitativo individual, pero enriquece también el prestigio colectivo de la universidad. En contraprestación, ésta suministra recursos diversos, comenzando por asignar un director, y concluyendo por verificar la calidad del resultado. Desde 1923, una corporación vela por dignificar las Tesis Doctorales: la Real Academia de Doctores de España (RADE). En sus Estatutos (artículo 12), se concreta este fin: «Profundizar en el concepto y dignificación del Doctorado en la sociedad actual». Semejante misión se torna hoy trascendente, por las desafortunadas ausencias de rigor que, aunque excepcionales, han amenazado con deteriorar la imagen del Doctorado. Corresponde prioritariamente a los directores, tribunales y universidades cuidar de la aptitud global; pero la RADE se mantiene atenta, cual testigo de autoridad moral insobornable, legitimada para defender la valía de toda Tesis Doctoral. Como dinámica añadida, convoca anualmente sus premios, eligiendo las más destacadas de entre centenares de candidatas. Cualquiera que edifique una Tesis sobre cimientos éticos merecería un premio extraordinario, máxime en esta coyuntura social tan esclava de la inmediatez y la banalidad.

Para contribuir a una construcción dual. Si un rasgo caracteriza a los actores de una Tesis Doctoral es la generosidad. El doctorando entrega años de su vida a construir hallazgos. Muchos lo hacen como condición deseable para el ejercicio de la docencia; sin embargo, existen excepciones... Numerosos doctorandos aceptan el reto por el puro placer de la exploración y el servicio a la sociedad. Actitud entusiasta y desinteresada a la que se incorporan sus directores. Combinando exigencia y flexibilidad, supervisan esos años de esfuerzo, interviniendo como inspiradores acreditados. Pero las Tesis son recorridos maratonianos, salpicados de imprevistos académicos y personales. Para superar estos últimos, el director también debe proporcionar un sólido apoyo emocional, ejerciendo una empatía que transcurra en paralelo al viaje doctoral. Globalmente, se trata de un proceso de construcción dual: el alumno construye su trabajo; el director y la institución construyen al científico.

Para profesar la honestidad moral. La esencia investigadora está asociada a lo ético. Promover conocimientos nuevos contribuye al progreso, alcanzando cotas de verdadera obligación para con las generaciones venideras. Recientemente, se han sufrido sangrantes agresiones a los principios éticos, más dolorosas si cabe por causarlas quienes ostentan cargos públicos. No sólo han atentado contra la pureza de una Tesis, sino que su perversa manipulación ha provocado un injusto descrédito en la inmensa mayoría, que brotan de la honradez. El plagio es un delito tipificado, pero su lesivo impacto en la sociedad resulta dramático. Una sola frase hurtada debiera ser la primera y única razón para que su negligente autor dimitiera de sus funciones, reconociéndose responsable de haber quizá mutilado vocaciones inocentes. Las Tesis han de alzar su voz como manifiestos a favor de la integridad, para propagarse como protectoras cualificadas de diversos principios éticos: sinceridad, justicia, responsabilidad y respeto institucional. Cualquier doctorando que tenga por faro dicha honestidad moral estará iluminando el fascinante pero siempre tortuoso viaje hacia el progreso humano.

Para alcanzar (quizá) una dimensión poética. La riqueza inherente a una Tesis posibilita interpretaciones creativas. Como la poética. El investigador comparte actitudes con el poeta: ambos se sumergen en la realidad oculta que late bajo la condición humana, para descubrirla y narrarla. Con alma soñadora, curiosidad adictiva y emociones a flor de piel, el doctorando explora los saberes y los devuelve incrementados a la sociedad. Esta analogía sirve para regresar al punto de partida: ¿Para qué hacer una Tesis Doctoral?. Y responder: para que el investigador se descubra como poeta. Quién mejor que Marie Curie para avalar el nexo investigación-poesía: «La ciencia tiene una gran belleza y la investigación tiene un sentido casi poético. Siempre he pensado en la gran parte que el sentido soñador y poético ha tenido en los grandes descubrimientos; en aquellos que más decisivamente han contribuido al progreso de la humanidad. Un sabio en un laboratorio no es solamente un teórico; es también un niño colocado ante fenómenos naturales que le impresionan como un cuento de hadas».

Las Tesis Doctorales competen tanto a quienes las construyen (doctorandos y directores) como a los beneficiarios de sus descubrimientos (todos). Un país que apueste por una evolución fundamentada en valores científicos y éticos debe potenciar la génesis y desarrollo de las mismas, como parte del incuestionable respeto que las universidades merecen en cualquier sociedad avanzada. Las Tesis son embriones acreditados de la investigación, y ésta es sinónimo de progreso.

  • Pablo Campos Calvo-Sotelo es académico RADE – Catedrático USPCEU
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