La tragedia universitaria de Morant
Al igual que Lady Macbeth quería ser reina de Escocia ella anhela, con la bendición de Pedro Sánchez, que ejerce de su profeta, la corona valenciana
Shakespeare es, para mi gusto, uno de los autores que mejor dibuja las pasiones del ser humano. La forma que tiene de mostrar la ambición y la falta de principios de sus personajes solo tiene parangón en la realidad. Quizá por eso, de todo su elenco en estos días me he acordado especialmente de Lady Macbeth. En un contexto donde las mujeres eran vistas como figuras pasivas y subordinadas, ella rompe con ese molde. Su discurso en el Acto I («Despréndeme de mi sexo y llena mi cuerpo del más cruel despecho») muestra su rechazo de las características tradicionalmente asociadas a la feminidad en favor de una fuerza y determinación típicamente atribuidas, en aquellos tiempos, a los hombres. En la obra de teatro, al recibir la profecía de que Macbeth se convertiría en rey, la ambición la consume. Abandona su rol y se dedica a conspirar activamente, manipulando a su esposo para asesinar al rey Duncan y usurpar el trono.
Lady Macbeth se convierte en la fuerza impulsora detrás de la ambición de Macbeth, alimentando su inseguridad y convenciéndolo de cometer el regicidio. Este acto la lleva a una espiral descendente de paranoia y culpa que culmina en la locura y, finalmente, en su muerte. Así, al traspasar su papel y perseguir el poder a cualquier precio, Lady Macbeth desencadena una serie de eventos fatales que la destruyen a ella misma y a su esposo.
Salvando las distancias, me ha recordado a la actuación en estas últimas semanas de nuestra ministra de universidades, Diana Morant. Afortunadamente, la mujer ya no está llamada a jugar un rol pasivo en la política, pueden aspirar ellas mismas a cualquier puesto de poder y no necesitan esconderse detrás de ningún hombre. Y Morant lo tiene claro, al igual que Lady Macbeth quería ser reina de Escocia ella anhela, con la bendición de Pedro Sánchez, que ejerce de su profeta, la corona valenciana. Resulta irrelevante que para eso tenga que arrinconar su juramento de servicio como ministra del Reino de España. Su ambición la llama a tareas más elevadas, aunque eso suponga, como en el caso de la tragedia shakesperiana, abandonando sus obligaciones con la Universidad y su futuro, llevando a esta una situación de caos y negligencia.
La reunión de esta semana para dilucidar la financiación del sector universitario que, según la LOSU, debe llegar al 1% del PIB patrio, ha sido un ejemplo de cómo el Ministerio de la tragedia no acierta a resolver el problema presupuestario de la educación superior. Harían bien en leer el interesante artículo presentado en el último número de Papeles de Economía Española por José García Montalvo de la Universidad Pompeu Fabra y José Montalbán, de la Universidad de Estocolmo (https://www.funcas.es/wp-content/uploads/2024/07/PEE-180_Garcia-Montalvo_Montalban-Castilla1.pdf), antes de cargar a las ya atribuladas económicamente comunidades autónomas. Pero no. Las universidades tendrán que esperar a resolver sus cuentas a que la ministra deje de conspirar en Valencia y decida involucrarse y pedir dinero a Hacienda para resolver el problema que le dejan sus antecesores.
Otro ejemplo del abandono a que la Lady Macbeth patria está sometiendo a las universidades españolas por su falta de dedicación, interés o conocimiento es el nuevo reglamento desarrollado por el Ministerio de Educación, que establece, por primera vez, una prueba de acceso presencial para estudiantes de sistemas educativos no comunitarios que quieran cursar grados universitarios en España. Lo inapropiado de esa medida, de la que se ha hecho eco el Times Higher Education (https://www.timeshighereducation.com/news/spanish-criticise-entrance-exam-barrier-overseas-students), principal referencia de información universitaria a nivel mundial muestra la falta de sentido común y de comunicación en el gobierno. Pero como en nuestro país ha pasado casi desapercibida entre el barro de las inundaciones y en lodo de la corrupción, no pasa nada. La nueva prueba, similar a la EvAU, pero más exigente en contenidos y burocráticamente más compleja, ha generado preocupación entre rectores y universidades públicas y privadas, que la consideran una «barrera» que desincentivará la llegada de talento internacional, amenazando la sostenibilidad del sistema universitario español.
España, que ya ocupa uno de los últimos puestos en Europa y la OCDE en captación de estudiantes internacionales de grado, con apenas un 4%, podría ver cómo este porcentaje disminuye aún más. La creación de un requisito extra para que los estudiantes extranjeros puedan matricularse en las universidades españolas evitaría la necesaria la internacionalización no es de nuestras aulas ya que esta prueba no tiene en cuenta las diferencias en los sistemas educativos internacionales ni las dificultades idiomáticas que enfrentan muchos aspirantes. En consecuencia, se genera una situación desigual para quienes no están familiarizados con los estándares académicos ni con la lengua española.
La situación es especialmente preocupante en un contexto en el que el número de jóvenes en edad universitaria seguirá cayendo durante los próximos diez años. Esto hace que la internacionalización no sea solo una opción, sino una necesidad estratégica para la supervivencia de las universidades españolas, tanto públicas como privadas. Mientras las instituciones privadas cuentan con un 18,82 % de alumnado extranjero, las públicas apenas alcanzan un 7,85 %, y ambas aspiran a aumentar estos porcentajes. Un informe de la Fundación CYD advierte que «la internacionalización ha dejado de ser opcional» y debe ser un eje transversal en la planificación estratégica de las universidades.
Hasta ahora, los estudiantes internacionales no comunitarios podían acceder a los grados sin necesidad de realizar la selectividad. En universidades como la Carlos III, el 70% de las asignaturas de grado se imparten en inglés y el 8% de los estudiantes admitidos anualmente son extranjeros con excelentes expedientes académicos, cuyas tasas completas, entre 6.000 y 7.000 euros, aportan ingresos clave para financiar becas de movilidad para estudiantes españoles con necesidades económicas.
Cabe esperar que esta nueva prueba ahuyentará a estudiantes extranjeros, especialmente en un momento en el que otras universidades extranjeras están adoptando procesos de acceso más sencillos y competitivos, como pruebas online basadas únicamente en competencias y ofrecidas en inglés. España, por el contrario, se quiere mantener como una aldea gala. Esta rigidez en el sistema podría llevar a una pérdida de competitividad internacional, vaciando las aulas y afectando tanto a la diversidad académica como a la sostenibilidad económica de las universidades.
La ambición desmedida de Lady Macbeth en la obra de Shakespeare encuentra un reflejo inquietante en la actuación de nuestra ministra de universidades. Mientras una conspiró para obtener la corona de Escocia, la otra parece dispuesta a sacrificar el futuro de la educación superior española en su búsqueda del poder valenciano. La falta de atención a los problemas críticos de financiación y la implementación de políticas miopes como la nueva prueba de acceso para estudiantes internacionales amenazan con aislar y debilitar nuestro sistema universitario. Es imperativo que nuestros líderes políticos abandonen estas ambiciones personales destructivas y se enfoquen en fortalecer y proyectar internacionalmente la educación superior española. De lo contrario, al igual que Lady Macbeth, podrían encontrarse atrapados en una espiral de que dañe irreparablemente el futuro académico y económico de nuestro país.
- Jorge Sainz es catedrático de Economía Aplicada en la Universidad Rey Juan Carlos (URJC)